Todo en mi vida siempre estuvo mal; incluso, mi propia existencia podría considerarse un error. Nacida entre lobos, criada entre ellos, mis padres lo son, pero yo no lo era. Nací humana, es lo que soy, y entendí que jamás pertenecería a este mundo el día en que mi prometido caminó hacia el altar con su verdadera compañera. Fue ahí donde todo se quebró, donde todos se alejaron, donde me quedé sola. Hasta que llegó él: mi destrucción, mi perdición, mi mundo entero, hasta el día en que yo amenacé con acabar con el suyo.
Leer másAURORA
Ella era su todo y yo el reflejo de su error. Eso es lo que yo era , lo que siempre seré, lo que todos ven. Aparto la mirada para que no me duela; miro en cambio, las decoraciones de la casa de la manada, tan hermosas como ese día… Todo estaba preparado para la ceremonia: los pétalos azules adornando el camino, los arreglos florales en toda la casa y el jardín donde él aguarda, vestido con un traje negro y elegante. Su brillante sonrisa mirando al frente, sus ojos rebosantes de amor esperando a su compañera, y esa… no era yo. Es ella, la mujer que ahora está a su lado, sosteniendo su mano, sonriendo por algo que dice, mientras él la mira con un amor y adoración que antes eran solo para mí. Me tocó ver desde la distancia así como en este momento, al hombre que amaba, el que había jurado estar conmigo hasta el final, marcar a alguien más mientras mi mundo se hacía pedazos. Me limpio una lágrima solitaria que se desliza por mi mejilla; no puedo dejar que nadie vea cuánto me afecta, aunque todos ya lo sepan. Un ligero apretón en mi mano me saca de aquel momento; parpadeo rápido, tratando de apartar las lágrimas que arden en mis ojos. —Aury, ¿estás bien?— miro a mi hermano; puedo ver su preocupación y realmente o deseo añadirle más. —Estoy bien, no te preocupes— respondo con una sonrisa temblorosa que estoy segura él puede notar. Vuelvo la mirada al frente; mi madre ya tiene una expresión dura sobre mí, casi diciendo que si armo un drama o un escándalo, estaré en problemas. Mi padre, en cambio, no me mira; es casi como si yo no existiera ni para esta familia ni para esta manada. —Ahí viene. Recuerda, Aury, no importa lo demás, no importa que él sea el Alfa de la manada; yo siempre estaré a tu lado para protegerte. —Gracias, Lessan— susurro, mostrando mi mejor sonrisa como si no me estuviera rompiendo por dentro. Ellos llegan frente a nosotros, Jackson presenta formalmente a su compañera con orgullo, después de haber estado fuera de la manada desde el día de la unión. Mis padres se inclinan, saludándola; ella les regresa el gesto con una enorme sonrisa para luego posar su atención en mí. Suspiro ligeramente al verla; es hermosa, cabello rojo, ojos verdes profundos, y el vestido que tiene abraza a la perfección sus curvas. Ella es perfecta, nada comparada con alguien tan común como yo. Mi simple cabello castaño, mis ojos cafés y mi piel, aunque blanca, carece de brillo. No hay nada especial en mí, nada. —Luna, un gusto conocerla— susurro, inclinándome ante ella, sintiendo las miradas juzgadoras de toda la manada encima. —Gracias, para mí ya es mucho estar aquí y por fin poder ayudar a Jack con sus cosas. Prometo ser una excelente Luna— todos ríen, menos yo; me mantengo aún con la cabeza baja, casi respirando de alivio cuando pasan de largo para hablar con mi hermano. Lessan suelta mi mano dando un paso al frente, prometiendo lealtad a su Luna, como es el deber del beta, y yo… doy un paso atrás, deseando no llamar la atención, pero es cuando lo siento, la mirada de Jackson sobre mí. Por un segundo, me encuentro con sus ojos, carente de todo ese amor que hace algunos meses sentía por mí, pero esto es lo que es. Yo no puedo sentir un vínculo de pareja, jamás podré sentirlo, jamás podré marcar a alguien y posiblemente nunca lo sabré. Soy humana. Mis padres son lobos, mi hermano lo es y yo, por alguna razón, soy la única de la familia y de toda la manada que es defectuosa. —Por favor, vayamos a la mesa, ya todos esperan para comenzar —dice mi madre. Todos se alejan entre risas, dejándome allí parada, Lessan es el único que se queda por un segundo. —Ve a casa Aury, prepara todo para el viaje de mañana, me reuniré contigo más tarde. Asentí, alejándome del lugar, sintiendo el peso de las miradas encima, juzgadoras, retadoras, como si cada paso que diera fuera una amenaza en contra de su Luna. El aire frío de un día lluvioso me recibió al salir. Me abracé a mí misma, caminando por las calles vacías de la manada hasta mi hogar. Subí a mi habitación, cerré la puerta detrás de mí y apoyada en ella, me desmoroné por completo. Las lágrimas que tanto reprimí por fin salieron, cargadas de dolor, de todo aquello que me guardé los últimos meses. Un año siendo feliz, pensando que no había nada que pudiera romper lo nuestro. Solo fui ingenua. Una noche bastó, un solo segundo, una sola mirada para que él reconociera a alguien más como compañera y mi mundo se viniera abajo. Y por más que quise ser egoísta, no pude. Solo me alejé en silencio, respetando su vínculo, algo que jamás sentiré. Me levanto del frío suelo secando mis lágrimas, saco una pequeña maleta del armario para comenzar a empacar. No quisiera ir al baile real, pero es obligatorio. Cada año lo hacen, seleccionan manadas al azar para seguir manteniendo la paz y esas cosas. Nuestro Reino es guiado por Lycans, seres poderosos que nunca he conocido más allá de los libros. Son la creación favorita de la Diosa, aunque la más mortal, y entre ellos está nuestro temido Rey Kayne. Se dice que para cada baile tienen brujos que predicen cuándo tendremos luna llena, una luna tan defectuosa como yo. Puede aparecer una vez cada tres meses o incluso dos veces a la semana, un desequilibrio que le ha costado a los lobos su fuerza y su poder, pero al Rey le ha costado el control de una bestia sangrienta. Un escalofrío me recorre; será mejor no pensar en los problemas de una raza condenada. Si la luna no puede volver a completar sus ciclos normales como hace siglos, todo el Reino de los lobos corre peligro. Suelto un suspiro, metiendo por último el vestido; al menos pensar en otra cosa me ayudó a calmar todo el dolor que no ha querido desaparecer en meses. —Ya es momento de soltar, Aurora. Cierro la maleta dejándola a un lado. —Tú puedes, lo harás, ya no eres una niña, eres una mujer que, aunque rota, podrás avanzar. Mis palabras de consuelo no sirvieron de mucho, así que simplemente me acosté y miré el techo, deseando más que esto, deseando, por una vez, que esa Diosa olvidada me ayudara.KAYNEMientras avanzábamos hacia el territorio del este, no dejaba de observar y analizar al Alfa y a los hombres que vinieron con él.Ríen y bromean como si realmente la situación aquí no fuera grave, ignorando el peligro que nos rodea en estas tierras, cerca de una frontera con demasiada actividad.Antes de venir aquí, pude averiguar un par de cosas y confirmar que la pérdida de jóvenes entre los 18 y los 20 años ha estado ocurriendo desde hace mucho tiempo.Todo esto está bajo un manto, cubierto para no ser descubierto, y los únicos que pueden desaparecer pruebas sin dejar rastro son aquellos que tienen poder.«Rodeen la zona sin que se den cuenta», ordené a mis hombres que se mantienen en las sombras.Hay algo aquí que no me gusta, algo que no encaja en el lugar, y pronto lo voy a averiguar.Estoy seguro de que la Luna no es la única que esconde algo; también este Alfa y todos los que son allegados a él.—Alfa Hilton, ¿me explica con exactitud qué hacemos aquí?— pregunté de casual
AURORAEl aire adentro se sentía espeso, cargado de una electricidad pesada, muy diferente a aquella que siento en la presencia de Kayne.Todo está oscuro, cada rincón, cada entrada; no hay suficiente luz para saber por dónde vamos.Los pequeños se pegan a mí, sollozando, asustados, temblando, y yo soy todo lo que tienen para protegerlos, una simple humana que no tiene unas estúpidas garras para defenderse.La madera cruje ante nuestros pasos, anunciando nuestra presencia y amenazando con caernos encima.—¿Hola?Mi voz se escucha temblorosa, rebotando en la quietud de este lugar tétrico.No hay un ruido, nada; todo lo que puedo oír son los pequeños y mi corazón latiendo con fuerza.Diosa, si estás ahí, ayúdame a ver algo.Entonces lo escucho, un sollozo suave, casi ahogado.—Vamos, no se separen.Seguí adelante, esta vez más rápido, guiándome con la mano entre las paredes de madera vieja, hasta que al fondo una luz tenue amarilla llamó mi atención.Los niños suspiraron de alivio, avan
AURORAEl día estaba tranquilo, silencioso, cargando el peso de algo que no sabía si podría controlar.Mis manos tiemblan apretando fuertemente la taza de té, observando el enorme muro de bruma oscura agitándose a la distancia.Aquí no había sol, aquí no había luna; todo lo que se veía era el cielo lleno de nubes grises dejando caer una especie de ceniza.Suspiro, alejándome de la ventana, sintiéndome sola en esta enorme casa. Kayne se había ido temprano, luego de desayunar y calmarse un poco.Sabía que estaba atendiendo cosas, investigando lo que aquella mujer me dijo asustada en la pequeña sala de su casa.Dejé la taza y salí; necesitaba ver si estaban bien, si nadie me había visto salir o entrar de su casa. No podía permitir que, por mi culpa, pagaran inocentes.Tal vez yo no era nadie en este mundo, un simple error, un defecto, pero tenía algo que justo ahora me daba valor: el apoyo de Kayne.Salí al exterior y los hombres puestos a mi disposición comenzaron a seguirme.Sus trajes
AURORALa temperatura en la habitación va subiendo, o tal vez es mi cuerpo el que se siente caliente por la cercanía en la que estamos.Miro sus labios fijamente, deseando probarlos, sentir ese sabor que persistía en mi boca desde ese día.No me importaba si estaba mal, si era incorrecto. Ya no podía negar lo que sentía cada vez que estaba cerca, cada vez que me tocaba; como ese hilo invisible en mi pecho me acercaba a él, aunque me resistiera.—Estás jugando con fuego, Aurora, y estoy seguro de que no estás lista para arder.Dijo, mirando mis labios con intensidad, apretando mis nalgas, con un fuego en sus ojos a punto de consumirlo todo, y ver eso hacía que mi ego, por mucho, se elevara.Yo estaba provocando eso en él, en un hombre que estaba lejos de ser mío, en el Rey que todos consideran cruel y frío, mientras conmigo muestra una faceta diferente.Se acercó por fin, rozando su aliento en mis labios entreabiertos. Lo deseaba, esperaba sentirlo en mi boca, en mi lengua.Que aquella
AURORA Entramos a una casa humilde, pequeña, con los muebles desgastados y las paredes manchadas. La mujer a mi espalda, que ahora sé que se llama Gala, mira hacia todos lados antes de cerrar la puerta. —Por favor, disculpe el desorden —dice, recogiendo todos los juguetes, papeles y fotos de la que supongo es de quien hablan. Tomo uno de ellos de la mesa, sentándome mientras leo un informe donde dice que no se han encontrado rastros de Layla. —Es… es de mi hija mayor, tiene apenas 18 años. Se sienta nerviosa, apretando sus manos en su regazo, con los ojos cristalizados. —¿Puede decirme qué sucedió? —Ella salió una mañana a buscar frutas. Pensé al principio que se había entretenido con alguna cosa, pero cuando pasaron las horas y la noche cayó, supe que algo había pasado. Se secó las lágrimas cuando Malika entró, entregándome un vaso con agua. —Gracias. —Eso fue hace dos meses, pero no es la única desaparición; ha habido más y, sin embargo, no encuentran a nadie. —
AURORA Habíamos salido temprano del palacio, dejando atrás sus enormes muros y sus altas torres. Una hilera de autos negros nos sigue, guerreros a la disposición del Rey o, más bien, de mí. No tenía que ser tan ciega para ver que ellos siempre me seguían con los ojos. Como si fuera algo demasiado frágil que cuidar. "O demasiado valioso", habló la pequeña voz de mi mente. Miré a Kayne a mi lado; leyendo algunos documentos, se mantenía tranquilo, sereno, pero cuando sus ojos se encontraban con los míos, mostraba algo más que no podía atrapar. Viajamos por horas, entre paisajes cambiantes, hasta que llegamos a uno que, por alguna razón, me hizo sentir… inquieta. El cielo poco a poco se iba oscureciendo, los autos bajaron la velocidad y los árboles que cubrían nuestro entorno tenían un aspecto extraño. Más que extraño, diría que enfermo. Sus ramas grumosas se retuercen; las hojas verdes tienen pequeñas líneas negras, como veneno fluyendo sobre ellas. —¿Dónde estamos?— pregunté.
Último capítulo