Mundo ficciónIniciar sesión¿Prefieres ser acusada de asesinato o darme un hijo? Si no quieres ir a la cárcel, firma el maldito contrato." Con esas palabras, Alejandro Castillo atrapa a Isabel en un destino del que no puede escapar. La deuda de su padre de cinco millones de dólares ha dejado a Isabel en una encrucijada mortal: ceder a las exigencias de un hombre frío y calculador, o arriesgarlo todo, incluida su vida. Lo que comienza como una amenaza despiadada se convierte en una condena en la que Isabel se ve obligada a casarse con Alejandro y ser la madre de su hijo. Sin embargo, la lucha de ego y el odio entre ellos será solo el principio. A medida que las tensiones aumentan y los secretos oscuros de Alejandro se revelan, Isabel se enfrenta a una tormenta de emociones y manipulaciones que desafían todo lo que pensaba sobre sí misma, su familia y este hombre que la tiene atrapada. Pero a medida que la lucha de poder entre ellos se intensifica, algo inesperado comienza a florecer: una conexión innegable, un tira y afloja de deseo y resistencia. Entre las sombras de su odio, Isabel y Alejandro se verán atrapados en una batalla aún más peligrosa: la de sus corazones.
Leer másScott subió las escaleras con un ritmo pausado, casi metódico, como si tratara de aplastar cada uno de los pensamientos que se arremolinaban en su cabeza. Sabía que no debía dejarse arrastrar por las emociones. Había aprendido, a lo largo de los años, que el control sobre uno mismo era la única forma de sobrevivir en un mundo donde, muchas veces, las reglas las dictaban los poderosos, aquellos que ni siquiera sabían que existían otras personas por debajo de ellos. Pero esta vez era diferente. Los recuerdos, aquellos viejos recuerdos que había creído olvidados, se habían colado, se habían infiltrado, como una sombra que lo perseguía, con una fuerza renovada.No podía dejar que esa sombra lo atrapara de nuevo.En cuanto llegó a su habitación, cerró la puerta con un leve crujido, casi imperceptible. La habitación estaba oscura, apenas iluminada por la luz de la luna que se colaba tímidamente por la ventana. El aire estaba quieto, como si todo el mundo hubiera dejado de girar, pero dentro
꧁ ISABEL ꧂La primera noche en el nuevo lugar, fue más difícil de lo que había imaginado.Creí que, al cerrar la puerta del dormitorio, al apoyar la espalda contra el suave y tibio colchón, y sentir el silencio envolviéndome como una manta espesa, algo dentro de mí iba a aflojarse. Que el cuerpo, agotado por el viaje, por los días de tensión acumulada, por el parto reciente, se rendiría al descanso sin condiciones.No ocurrió.Me acosté con Luna a mi lado, en una cuna portátil apenas separada de la cama, lo suficientemente cerca como para extender la mano y tocarla si despertaba. La observé respirar durante largos minutos, contando mentalmente cada movimiento de su pecho, como si al hacerlo pudiera asegurarme de que el mundo no me la arrebataría mientras dormía.Pero el sueño no llegó.El silencio de la casa era un silencio orgánico, vivo, lleno de sonidos mínimos: la madera acomodándose, el viento rozando las hojas, un crujido lejano que no supe identificar. Y en ese silencio, mi me
Alejandro estaba sentado detrás de su escritorio, con sus manos firmemente apoyadas sobre la superficie de madera pulida, mientras sus ojos se mantenían fijos en los papeles y fotografías desplegados frente a él.Isabel.El pensamiento se repetía en su mente con la misma insistencia que las olas golpean una roca. Cada minuto que pasaba sin encontrarla lo sumía un poco más en la desesperación. Su rostro, normalmente sereno y calculador, estaba marcado por una preocupación visible. Sus hombres le traían nuevas pistas todos los días. A veces, parecía que se estaban acercando; otras, todo caía en saco roto. Pero esa tarde, algo había cambiado. Un rumor recién llegado desde Estados Unidos indicaba que alguien había sido visto con la descripción de Isabel. Estaba cerca. La esperanza volvió a encenderse en su pecho, aunque apagada por la incertidumbre de que, tal vez, solo fuera otra pista errónea.El sonido de la puerta se abrió y cerró suavemente. Fue Lorenzo quien entró, su expresión algo
Tragó grueso, intentando que el dolor no la invadiera, pero la presión en su pecho no la dejaba respirar con normalidad. No iba a llorar. Las lágrimas ya no tenían cabida. El vacío que sentía por dentro era mucho más grande que cualquier dolor físico, pero ella iba a mantener la compostura. No podía permitirse quebrarse.Alejandro, ese hombre que había sido su todo. El que, por una breve fracción de tiempo, le había hecho creer que ella era la mujer de su vida. La elegida. Esa mentira fue lo que más la devastó, lo que más le dolió. Pero él, él nunca había dejado de pensar en otra mujer, una desgraciada que ni siquiera merecía estar en su misma órbita.El aire parecía escaparse de su pecho mientras sus pensamientos se aceleraban, una vorágine de rabia y decepción. No, no iba a ser su víctima. No otra vez. Ya no. Nunca más. Ya no tenía nada más que perder.No iba a permitir que él siguiera pisoteando su dignidad.La puerta de su habitación se cerró tras ella con un leve clic, y sus paso
꧁ VALENTINA ꧂No pensé. No razoné. Solo sentí. Sentí que el aire se me acababa cuando lo vi sobre la cama.No rompí el vestido solo por rabia.Lo rompí porque era lo único que todavía podía destruir sin que me destruyera a mí.El blanco me insultó.La perfección me escupió en la cara.Ese vestido no entendía que yo ya no era una mujer completa. Que me habían vaciado. Que me habían quitado algo que era mío y que nadie me iba a devolver.Mi hijo.Lo quise.Lo quise de verdad.Lo quise porque, por primera vez, algo me pertenecía sin condiciones. Algo no podía irse. Algo no podía traicionarme. Algo no podía elegir a otra.Cuando lo perdí, sentí que el mundo me estaba diciendo lo que siempre había temido: que todo lo que amo se va.Y entonces Alejandro apareció.Eso fue lo único que me importó.No me importó el dolor.No importó el desastre a mi alrededor.Él estaba allí.Cuando me sostuvo, cuando me pidió que respirara, cuando me dijo que me calmara, sentí algo torcido y poderoso abrirse
꧁ ISABEL ꧂Cuando la llamada terminó, no logré pensar en otra cosa. El silencio que quedó después fue peor que cualquier grito. Hugo dejó el teléfono sobre la mesa, pero yo ya no lo miraba a él. Mi mente se llenó de una sola imagen, repetida hasta el cansancio: Alejandro tocando la puerta. Alejandro entrando. Alejandro llevándose a mi hija.Sentí un frío espeso instalarse en el pecho.No pude relajarme.Ni siquiera con Luna dormida contra mí, tibia, confiada, aferrada a mi pecho como si el mundo fuera todavía un lugar seguro. Ni siquiera con el murmullo distante de la ciudad filtrándose por la ventana del apartamento. Cada sonido —el ascensor deteniéndose en algún piso, una sirena lejana, unos pasos en el pasillo— me tensó los músculos como si alguien estuviera a punto de derribar la puerta.Me limité a mecer a mi hija con suavidad, a observar cómo su respiración subía y bajaba, ajena al pánico que me atravesaba. Pensé, con una punzada de terror, que ella no tenía idea de lo frágil qu





Último capítulo