Mundo ficciónIniciar sesiónSinopsis – “No te enamores de mí” Elena Vargas llega a Nueva York para estudiar Arquitectura y huir del engaño de su madre. Su roommate resulta ser Jasper Hernández: su mejor amigo de la infancia, recién graduado de administración de empresa , luchando por abrirse camino con trabajos precarios y esa sonrisa que siempre la desarma. Una noche de apagón y champagne rompe todo: cruzan la línea y sellan un pacto claro: amigos con beneficios. Solo sexo. Nada de sentimientos. Pero los sentimientos no respetan pactos. En su último año de universidad, Elena se gradúa como arquitecta con honores, con ofertas de los mejores estudios de Nueva York y un futuro brillante que la espera. En ese mismo momento, Jasper recibe una herencia millonaria tras la muerte del padre que lo abandonó. El dinero lo transforma: fiestas, mujeres, noches que Elena finge no escuchar desde su habitación. Herida y orgullosa, la recién graduada se viste de fuego, sale a conquistar la ciudad y conoce a Andrés: el hombre perfecto que la mira como si fuera su mundo entero. Los celos estallan. Los gritos se convierten en besos rabiosos contra la pared. El “solo sexo” se transforma en un incendio imposible de apagar. Entre la nieve de Manhattan, la arena de Rockaway, ex que regresan y heridas que nunca sanaron, Elena y Jasper tendrán que decidir si siguen mintiéndose… o si queman las reglas de una vez por todas. Una novela de amigos con beneficios que se convierte en amor prohibido, celos tóxicos y sexo sin límites, justo cuando ella ya tiene el título en la mano y él tiene el mundo a sus pies. Pregunta final que los persigue: ¿Qué pasa cuando el corazón ignora el pacto… el mismo día que ella se gradúa y está lista para volar sola?
Leer más**Elena** La luz de la mañana entró como un ladrón. Abrí los ojos y sentí su brazo pesado sobre mi cintura, su pecho pegado a mi espalda, su respiración caliente en la nuca. Jasper. Desnudo. Yo también. El olor a sexo todavía flotaba en el aire.Maldita sea… pensé, el corazón me iba a salir por la boca.Intenté moverme despacio pero él gruñó bajito y me apretó más, como si en sueños supiera que me quería escapar.Me quedé quieta. Sentía su verga medio dura contra mi culo y eso me encendía y me aterrorizaba al mismo tiempo.Finalmente se despertó. Abrió los ojos y nos miramos. Silencio incómodo. Largo. Ardiente.—Buenos días —dijo ronco.—Buenos días —contesté mirando para cualquier lado menos a él.Se levantó del sofá, agarró el bóxer del piso y se fue a la cocina como si nada.—Voy a hacer café —anunció.Yo me quedé envuelta en la manta, la cabeza hecha mierda. ¿Y ahora qué? ¿Fue un error? ¿Una borrachera? ¿O ya estamos jodidos de verdad?Cuando entré a la cocina él ya tenía el caf
**Jasper** Me desperté con el cielo gris y el alma ligera. Hoy no tenía clases (ya me gradué hace meses, gracias a Dios) y, por primera vez en semanas, tampoco turno en el restaurante. Día libre. Oro puro.Llegué al apartamento, tiré la chaqueta en el sofá y abrí la nevera.—Vacío como mi cuenta de ahorros —me dije riéndome solo.Agarré las llaves y bajé al supermercado de la esquina. Cargué camarones frescos, pasta fettuccine, crema, vegetales, una botella de champagne barato pero decente y una bolsa de plátanos verdes pa’ los tostones. En esta casa no se jode con la sazón.Volví, puse Aventura bajito y me puse a limpiar como loco. Aspiré, barrí, trapeé, até el baño con el ambientador de lavanda que Lena dejó. Quería que cuando ella entrara dijera “coño, este hombre sí sirve”.A las seis la cocina ya era un paraíso: pasta en salsa blanca con camarones dorados, tostones crujientes, ensalada con vinagreta de mostaza y miel. La mesa puesta, luces bajas, todo listo.**Elena** La lluv
ido un día largo. Entre clases, recorridos por la universidad y cargar con una maqueta improvisada bajo la lluvia, lo único que quería era una ducha caliente y una cama. Pero el sofá estaba más cerca, y el sonido de la lluvia golpeando los ventanales era una canción de cuna demasiado eficaz.Se quedó dormida ahí mismo, entre cojines, envuelta en una manta de cuadros, con el cabello mojado y la carpeta de planos abierta a su lado.Jasper llegó pasada la una de la madrugada. El restaurante había estado a reventar. La cocina un infierno. Estaba empapado, con la espalda adolorida y la cabeza hecha trizas.Abrió la puerta con sigilo y lo primero que vio fue eso.A Elena. Dormida. En su sofá.Se quedó parado, observándola unos segundos. El cabello suelto, la respiración suave, los labios entreabiertos. Una parte de él quiso despertarla. Otra solo quería quedarse ahí, mirándola como un idiota.Pero era tarde. Ella estaba empapada. Y ese sofá era un chiste para pasar la noche.Sin hacer ruido
Elena despertó antes que el sol. El reloj marcaba las 6:30 a.m. y el ruido de la ciudad ya comenzaba a colarse por la ventana como una promesa de caos. Se estiró con flojera, se puso sus jeans favoritos y una camiseta blanca ajustada, se peinó lo justo y se miró en el espejo: lista para conquistar la Universidad de Columbia… o al menos para no perderse en el camino.Jasper ya no estaba.Encontró una nota pegada en la nevera, escrita con marcador rojo:> "Me fui temprano. Turno en el restaurante. Nos vemos en la noche, arquitecta. Deja café, porfa. — J."Rodó los ojos con una sonrisa.Claro, Jasper trabajaba como ayudante de cocina en un restaurante de comida italiana cerca de la Quinta Avenida. Turnos largos, a veces dobles. Lo suyo era vivir a mil por hora.Elena tomó su bolso, salió al andén y se zambulló en el metro como si ya llevara años en esa jungla. Llegó puntual, se sentó en la primera fila de su clase de diseño arquitectónico y abrió su libreta con emoción. El profesor era u
Elena arrastraba la maleta por la acera de la calle 116, Harlem Oeste. El viento de octubre le azotaba el pelo naranja como si la bandera de un barco en tormenta. Llevaba dos días durmiendo en un hostel cutre de Midtown y ya no aguantaba más. Necesitaba un techo, silencio y olvidarse de su madre revolcándose en el sofá de casa.Abrió la puerta del edificio con la tarde del viernes. El ascensor olía a fritanga y marihuana barata. Sexto piso, apartamento 6B. Tocó dos veces.Jasper abrió en camiseta negra y pantalón de chándal gris. El pelo castaño le caía desordenado sobre la frente, los ojos café brillaban con esa mezcla de burla y cariño que ella recordaba desde los nueve años.—Llegas tarde, Vargas. Pensé que te habías arrepentido.—Tuve que pelearme con tres taxistas para que no me timaran. ¿Me dejas pasar o sigues de portero?Él se apartó. Elena entró arrastrando la maleta. El departamento era pequeño pero vivo: cocina abierta, sofá hundido, posters de Basquiat y una ventana que da
Elena entró a la casa más temprano de lo habitual. Las bolsas de compras le pesaban en las manos y traía una sonrisa ligera después de una tarde con las amigas. El sol de la tarde se colaba por las persianas entreabiertas del salón, pintando rayas doradas sobre el piso de mármol.Empujó la puerta con el hombro y se quedó congelada.Un gemido bajo, entrecortado. Ropa tirada por el suelo como migajas de pan. En el sofá grande, el mismo donde veían películas en familia los domingos, su madre Claudia se movía encima de un hombre que no era su padre. Las manos de él en la cintura de ella, los labios de Claudia en su cuello, el ritmo frenético de sus caderas.Elena soltó las bolsas. El ruido de los vidrios rompiéndose fue lo único que los hizo reaccionar.Claudia se incorporó de golpe, pálida, agarrando una manta para cubrirse. El tipo, un desconocido de unos cuarenta y pico, se levantó a tropezones buscando sus pantalones.— ¡Elena! —gritó Claudia, la voz temblorosa—. ¿Qué haces aquí tan t
Último capítulo