Amigos con derecho

Amigos con derechoES

Romance
Última actualización: 2025-11-27
Yordalis@divina  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Sinopsis – “No te enamores de mí” Elena Vargas llega a Nueva York para estudiar Arquitectura y huir del engaño de su madre. Su roommate resulta ser Jasper Hernández: su mejor amigo de la infancia, recién graduado de administración de empresa , luchando por abrirse camino con trabajos precarios y esa sonrisa que siempre la desarma. Una noche de apagón y champagne rompe todo: cruzan la línea y sellan un pacto claro: amigos con beneficios. Solo sexo. Nada de sentimientos. Pero los sentimientos no respetan pactos. En su último año de universidad, Elena se gradúa como arquitecta con honores, con ofertas de los mejores estudios de Nueva York y un futuro brillante que la espera. En ese mismo momento, Jasper recibe una herencia millonaria tras la muerte del padre que lo abandonó. El dinero lo transforma: fiestas, mujeres, noches que Elena finge no escuchar desde su habitación. Herida y orgullosa, la recién graduada se viste de fuego, sale a conquistar la ciudad y conoce a Andrés: el hombre perfecto que la mira como si fuera su mundo entero. Los celos estallan. Los gritos se convierten en besos rabiosos contra la pared. El “solo sexo” se transforma en un incendio imposible de apagar. Entre la nieve de Manhattan, la arena de Rockaway, ex que regresan y heridas que nunca sanaron, Elena y Jasper tendrán que decidir si siguen mintiéndose… o si queman las reglas de una vez por todas. Una novela de amigos con beneficios que se convierte en amor prohibido, celos tóxicos y sexo sin límites, justo cuando ella ya tiene el título en la mano y él tiene el mundo a sus pies. Pregunta final que los persigue: ¿Qué pasa cuando el corazón ignora el pacto… el mismo día que ella se gradúa y está lista para volar sola?

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Capítulo 1

Prólogo – El día que todo se rompió

Elena entró a la casa más temprano de lo habitual. Las bolsas de compras le pesaban en las manos y traía una sonrisa ligera después de una tarde con las amigas. El sol de la tarde se colaba por las persianas entreabiertas del salón, pintando rayas doradas sobre el piso de mármol.

Empujó la puerta con el hombro y se quedó congelada.

Un gemido bajo, entrecortado. Ropa tirada por el suelo como migajas de pan. En el sofá grande, el mismo donde veían películas en familia los domingos, su madre Claudia se movía encima de un hombre que no era su padre. Las manos de él en la cintura de ella, los labios de Claudia en su cuello, el ritmo frenético de sus caderas.

Elena soltó las bolsas. El ruido de los vidrios rompiéndose fue lo único que los hizo reaccionar.

Claudia se incorporó de golpe, pálida, agarrando una manta para cubrirse. El tipo, un desconocido de unos cuarenta y pico, se levantó a tropezones buscando sus pantalones.

— ¡Elena! —gritó Claudia, la voz temblorosa—. ¿Qué haces aquí tan temprano?

Elena no podía hablar. Sentía náuseas, rabia, asco. Todo junto.

— ¿Cuánto tiempo llevas haciéndole esto a papá? —logró decir al fin, con la voz rota.

— No es lo que parece, hija… fue un error, solo esta vez…

— ¡No me llames hija! —estalló Elena—. Papá está matándose en la ferretería para que tú vivas como reina y tú… tú lo traicionas en el sofá de la casa que él pagó.

El hombre ya se había vestido y salía disparado hacia la puerta sin mirar atrás.

Claudia se acercó, suplicante, las lágrimas falsas rodando por las mejillas perfectamente maquilladas.

— Por favor, Elena… no le digas nada a Roberto. Destrozarías a la familia. Fue una estupidez, te lo juro.

Elena retrocedió como si le quemara.

— La familia ya está destrozada. Y no es por mí.

Se encerró en su habitación y no salió en dos días. Escuchaba a su padre llegar cansado, besando a Claudia como siempre, preguntando por qué Elena estaba tan callada. Claudia inventaba excusas. Elena fingía sonrisas.

Una semana después, empacó sus maletas en silencio.

— Me voy a Nueva York, papá. Conseguí un apartamento cerca de la universidad. Necesito espacio para enfocarme en arquitectura —le dijo una mañana, abrazándolo fuerte.

Roberto la miró preocupado, pero no insistió. Le dio un sobre con dinero y un “llámame todos los días”.

Elena besó su mejilla, subió al avión y juró no volver a mirar atrás.

Lo que no sabía era que el destino le tenía preparado otro sofá, otro corazón roto… y un par de ojos café que la harían olvidar (o recordar) lo que significa sentirse viva de verdad.

Durante el vuelo, Elena miró por la ventanilla y vio Santo Domingo hacerse pequeña, como si la isla se encogiera para no tener que verla más. Las lágrimas cayeron sin permiso. No lloraba por su madre; lloraba por su padre, por la niña que había sido, por la casa que ya no era hogar.

Apretó el pasaporte contra el pecho y se prometió tres cosas: no confiar tan fácil, no volver a callar una traición y, sobre todo, no enamorarse nunca de alguien que pudiera romperle el corazón como Claudia le había roto el de Roberto.

Ironía del destino: en menos de un mes compartiría techo con el único chico que, desde los nueve años, había sido capaz de hacerla temblar con solo una mirada.

Nueva York la esperaba fría, ruidosa y llena de promesas.

Y Jasper Hernández, sin saberlo, ya tenía la llave de su nueva puerta… y de todo lo que ella juró proteger.

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Prólogo – El día que todo se rompió
Capítulo 1 – Nueva York no perdona
Capítulo 2 – Entre café, planos y regueros
Capítulo 3 – Donde no debería estar
Capítulo 4 – Champagne bajo la lluvia
Capitulo -5 El después, el silencio, la playa y el mensaje que jodió todo
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