Isabel y Ricardo... Un matrimonio por contrato para mantener la sociedad de sus grandes empresas en primer lugar y para traer al mundo a un heredero. Ella, la dama y señora de aquél hogar, la que representaba a la familia de su esposo ante toda la sociedad, ante todo ese mundo de elegancia, dinero y lujos. Él, un hombre perfeccionista, acostumbrado a ser atendido con esmero y cuidado. Dos seres que lograron estar 3 años juntos y que parecían no sentir nada el uno por el otro… Una situación inesperada, una traición de ella, demasiado obvia… Una mujer juzgada sin ser oída. Ahora, después 4 años. Vuelven a encontrarse. Él, durante todo ese tiempo, en cada mujer que estuvo a su lado, sólo buscó la perfección que en ella había encontrado, eso parecía ser, pero la realidad es que él sólo la buscaba a ella. « Hay personas a quienes no las notamos cuando están cerca, pero si notamos cuando ya no están » Ella, luchando por si misma, ha salido adelante con sus hijos, pero… ¿Acaso puede su corazón curar y cicatrizar tantas heridas? « A un corazón con profundas heridas… Siempre hay alguien que lo hace latir intensamente, pues si su sangre no es bombeada, entonces no está vivo » Isabel: « Ustedes ya están en mí, son parte de mi y vendrán, claro que vendrán, me tienen a mí, y eso es suficiente »
Leer másCap. 1: CALUMNIAS
—¡ISABEL! —Ricardo Del Hoyo, la llama desde la puerta.Isabel es su esposa, y él le llama para que lo acompañe a despedir a los invitados que ya se están marchando, ha sido la celebración del cumpleaños 59 del señor Marcos Del Hoyo, el padre de Ricardo.
Isabel, oye que su esposo llama y abre sus ojos aún como en una ensoñación de la cual no logra terminar de despejarse, sus ojos ruedan al peso que siente sobre sus piernas, se sorprende y se rueda hacia atrás en la cama, sus ojos muy abiertos al darse cuenta de que tiene encima medio cuerpo desnudo de un hombre desconocido. El hombre levanta la mirada hacía ella:—¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? —le pregunta ella, empujándolo de su lado. Esta como perdida y no entiende la situación, sin embargo se levanta, pero aún da traspiés, busca su vestido, pero no lo ve, jala una sabana y se cubre con ella.
—¿Isabel? ¿Eres tu verdad?——su esposo pregunta tocando la puerta.
Aquél desconocido, al oír que quien habla es el marido de ella, repentinamente se le acerca más a Isabel e intenta abrazarla mientras le dice:
—Tienes mala memoria, muñeca, porque me acabas de demostrar lo mucho que te gustó estar conmigo —el hombre actúa como un patán, su única finalidad es lograr un escándalo a gran escala social, la razón, la paga será de acuerdo a esa escala.
—¡Deténgase! No se le ocurra dar un paso más o llamaré a la policía —Isabel aprieta sus labios y con desprecio al extraño, mientras sigue retrocediendo para esquivar al desconocido.
—¡Clac! —se abre la puerta y es Ricardo quien se queda tieso en el umbral al contemplar la escena grotesca y vulgar de su esposa, apenas cubierta por una sábana y aquél hombre tan cerca de ella y completamente desnudo. Ricardo la mira iracundo.
—¿QUÉ ES ESTO? ¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ? —pregunta, alterado y expectante.
—¡Ricardo! —grita Isabel desesperada, cree que él llegó para salvarla.
—¿Isabel, estabas con este hombre? —cuestiona Ricardo con el ceño fruncido y un gesto de asco.
—¡NO! No sé qué pasó ni cómo me encuentro aquí… Puedo explicar…—descendieron lágrimas por su rostro inocente, pero totalmente confundido.
—Comme vous voyez, —el hombre desnudo interrumpió la explicación de Isabel, habló en francés y mira provocativamente a Ricardo, mientras lamía sus labios con asquerosa lascivia mirando el cuerpo de Isabel.
Ricardo lo empuja.
—Háblame en español como hasta ahora, ¡maldito francés! —El hombre desnudo y sin recato se da tres pasos y se acerca más a Isabel y levanta su mano para tocarle el rostro, Isabel se arrima a Ricardo que vuelve a empujar al francés más lejos.
—Como usted puede ver señor —explica el francés—, hemos pasado un rato muy placentero Isabel y yo.
—¡SON CALUMNIAS! —grita Isabel.
—¡BASTA! —le grita Ricardo.
Abajo todos se reunían en el salón para esperar a los anfitriones e irse a sus casas, pero, de repente se oye la acalorada discusión y los gritos de Ricardo. Los presentes, que esperaban a que ellos bajaran, se aglomeraron alrededor de las escaleras y sólo se oían las murmuraciones.
—No sé qué pasó, te lo juro Ricardo —comenzó a decir Isabel, pero estaba como mareada y decía frases incoherentes—. Es, es una mala jugada, eso es… una mala jugada, claro, nos están haciendo una… ¡Ah! Eneida —Isabel buscó a Eneida con la mirada—... Ella lo conoce. Si, lo recuerdo.
—¡No mientas Isabel! —Volvió a interrumpir el francés—. Hace unos minutos me decías que era la primera vez que sentías a un verdadero hombre
El cotilleo se hizo mayor, todos comentaban sobre lo que estaba pasando en el segundo piso.
—¿Quién eres tú? ¿Quién te permitió entrar aquí, es una fiesta privada? ¡si sigue difamando a mi esposa, mis hombres te echarán desde el balcón!—Ricardo se le vuelve a empujar con fuerzas. Luego se quita el saco y cubre a Isabel con él.
El francés se encima a él y va a quitarle del lado de Isabel para que no la cubra…
—No. No señor, tu esposa me dijo que quiere estar conmigo… yo solo obedezco lo que ella ordenó. ¿Quién podría rechazar la petición de una mujer tan hermosa como su esposa!
—¡Escoria!—gruñó Ricardo e inmediatamente le dio un puñetazo al francés, quien se levantó y limpiándose la sangre de la comisura de los labios, se acercaba para devolverle el golpe a Ricardo, pero desistió. Ricardo lo tomo por el cuello, pero Isabel, con el rostro bañado en lágrimas, le rogó:
—¡Ricardo, no! No hagas más escándalo por este bastardo, no vale la pena, piensa en la reputación de la familia.
—¡¿Hasta ahora piensas en eso?! ¡¿O es para defender a tu amante?!
—Ricardo, no, no…entre ese hombre y yo no pasó nada, no sé cómo estoy aquí con él. No sé quién es él. Pero sé que no hice nada reprochable —le dijo Isabel suplicante.
***
El francés recogió su pantalón y se lo puso, mientras Ricardo lo empujaba a fuera de la habitación.—¡Piérdete desgraciado!
Ricardo iba tras él con los ojos endiablados de ira, pero Eneida se atravesó en su camino.
—Ricardo, ya está bien, ella no vale la pena. Es una puta. Una cualquiera.
—¡Tú!…—Isabel se encimó a Eneida—¡Ahora actúas como niña inocente! —¡Paff! —Isabel la abofeteó.
Ricardo veía a Isabel y se daba cuenta que no estaba bien. Las dudas llegaron a su cabeza.
Ricardo la tomó del brazo.
—Ve arriba Isabel, estás prácticamente desnuda. No debes estar aquí así.
Isabel subía las escalera arrastrando consigo, no sólo las sabanas con las que se cubría sino que también arrastraba, la deshonra de aquél momento ante su esposo, su familia y ante toda la sociedad que estaba allí presenciando aquella farsa orquestada por alguien que la odiaba.
« ¿Cómo pudo pasar esto? » Sus lágrimas no dejaban de caer.
Ricardo trato de calmarse, no pudo hacer más nada, tenía que evitar el escándalo y cotilleo por sobre todas las cosas. Llamó a la gente de seguridad y pidió revisaran quién dejó entrar a ese desconocido en la casa.
Cuando se casó con Isabel lo hizo tras un acuerdo entre sus padres y los de ella, creando una sociedad entre las constructoras. El principal propósito de los Del Hoyo, quienes gozan de prestigio y poder, era sustituir el papel de Mara, la madre de Ricardo, quien por su edad avanzada no podía ya llevar la casa ni cumplir con los eventos sociales en el medio en el cual ellos se desenvuelven y, en segundo lugar la intención de que trajeran, prontamente, un heredero para la familia.
Isabel hizo su mayor esfuerzo y llevaba con gran astucia y elegancia su papel socialmente, pero lo segundo se le hacía difícil de conseguir.
Lo principal era que su esposo le mostraba muy poco afecto, ni en privado parecía tener ese ardor ni interés. Ya tres años de casados y no le veía entusiasmo con ella.
Hasta don Marcos Del Hoyo había perdido toda esperanza de ver llegar a ese ansiado heredero.
Sin embargo, Ricardo nunca imaginó que su papel de esposa terminaría de esa forma.
Sus padres junto con Eneida despidieron amablemente a los invitados, disculpándose por la escena presenciada.
Ricardo se fue al jardín trasero y llamó a Guzmán, su segundón.
—Sigue a ese desgraciado y haz que cante, ¿cómo conoció a Isabel? ¿Por qué vino hasta aquí hoy? ¿Y quién lo dejó entrar en la fiesta?
Cap. 134: RECORRIENDO EL MUNDO(Capítulo final)Un año después, en la mansión del Hoyo…Isabel despierta sobresaltada, y presurosa llama a Ricardo.Ricardo, Ricardo, despierta, hoy es la cena con la familia, los chicos deben ser llevados al pediatra y tú aún no quieres levantarte.Ricardo abre un ojo mientras el otro lo mantiene cerrado y la jala de nuevo a su lado.—Ven aquí… Anoche estuviste muy osada… ¿Quién te dijo que podías ser así? —le dijo, mientras le acariciaba los labios.Isabel se sonrojó y con su mentón un poco nervioso dijo:—¿De veras estuve muy osada? —Ricardo sonrió.—Me siento tan feliz de que seas tú misma en la intimidad, sin miedos y sin tabúes… Libre. Que seamos tú y yo al desnudo…—¿Sí? Entonces ¿puedo? —preguntó mientras se sentaba a horcajas sobre él. —¡Jajajaja! Eres única, mi Isabel —la apretó entre sus brazos mientras ella se mordía el labio inferior metida debajo de la barbilla de él, con mirada pícara.—Ricardo, a veces pienso que todo lo que hemos v
Cap. 133: ¡QUE FELICIDAD, TODA MI FAMILIA AQUÍ! Ricardo está llegando del médico, le acaban de hacer la esterilización, duro menos de 30 minutos, Isabel lo acompañó y viene con él, la niñera de Isabelita esta con ella en el jardín tomando el sol mañanero. —Ricardo, ¿seguro te sientes bien? —Sí, sólo un poco de incomodidad y ardor. El médico dijo que esto pasa pronto. —Vamos a la habitación. Isabel estuvo todos esos días pendiente de la dieta y el cuidado de él, sin descuidar a los niños, sobre todo a Isabelita que tenía que amamantarla. Esa noche Ricardo fue a su habitación y la vio dormitarse desde la puerta. La vio sacudir su cabeza tantas veces luchando con el sueño mientras veía constantemente el reloj. Hasta que sonó la alarma y ella se levantó de inmediato cuando tropezó con él. —Ricardo ¿Qué haces ahí? Es hora de tu medicamento. —¡Maldita sea! ¿Isabel hasta cuando serás tan entregada? Por favor mírate… —Ricardo mesó sus cabellos. —Ricardo, ¿Por qué dices eso? Tr
Cap. 132: LA MANCHA Ricardo camina de un lado a otro, Guzmán hace lo mismo. Se detienen uno frente al otro. —¿Oíste algo? —Pregunta Ricardo—No oí nada —contesta Guzmán.—Maldita sea, no se oye un solo llanto—masculle Ricardo.—Ni siquiera un grito más de Brizna, ya me estoy desesperando.En ese momento se oye un llanto de niño, es agudo y muy alto, viene de la sala donde atienden a Isabel, y de seguido otro más alto aún de donde está Brizna. Ambos se ven la cara y un caluroso abrazo surge entre los dos.—Soy padre de nuevo, hermano —dice Ricardo emocionado.—Dios mío soy padre, ahora soy padre —grita Guzmán entusiasmado.Los dos médicos salen y ambos corren a ellos.—¿Cómo esta mi esposa? —se oye al unísono.—Felicitaciones, señor Del Hoyo, ambas están sanas y hermosas —dijo el médico. Puede pasar a verlas.Ricardo iba en carrera al cuarto de batas cuando recordó a Guzmán, al salir lo vio pensativo y se acercó a él.—Hermano, ¿sucede algo?—Esa mujer no quiere verme… —le dijo c
Cap. 131: A MI LADORicardo insistió en llevarla al médico a revisar después de los acontecimientos de la noche anterior. Fue muy tierna y motivadora la visita al médico ese día, el obstetra les mostró el rostro de Isabelita en el monitor, totalmente nítido, ambos se sorprendieron al verla tan igual a Isabel, y ya formada totalmente.—Todo marcha bien…Ella está muy crecida, hasta creo que es conveniente practicarle una cesárea en unos meses más, apenas entré en la semana 36, ya que la niña está muy desarrollada, lo que pudiera provocar adelantarse el parto.—Pero no soy primeriza —comentó Isabel—. Mi primer parto, a pesar de ser trillizos, fue muy tranquilo y normal y después la pérdida, si fue dolorosa, pero por la caída y la pérdida de sangre. —Igual recomiendo que es mejor no arriesgarse, que sea internada en esos días de la semana 36, además deberían ir considerando la esterilización de una vez, ya que es arriesgado otro embarazo para usted, señora Isabel. —No se preocup
Cap. 130: FAMILIAEfectivamente, el hombre se percató del movimiento de la mujer. El aspecto de los acompañantes y la forma en que la mujer la tomó por la espalda fueron suficientes para que el dueño del restaurante entrara de inmediato a su oficina y llamara a la policía.—Espera, Dana, me estas maltratando —le gritó Isabel, y de un tirón en su mano se soltó del agarre.La mujer se volvió a ella molesta y alzó su mano para abofetearla, pero Isabel fue más rápida y largó su mano —¡Paff!—una vez, dejando a Dana tambaleándose con la mano en alto, pero antes de que terminara de bajarla vino el retorno de aquella mano y —¡Paff!—le dio en reverso.—Esto por irrespetar mi casa y mi familia, atreviéndote a tratar de besar a mi marido. ¡Igualada!—Perra —le gritó Dana, encimándose a Isabel, pero una mano fuerte y grande la sostuvo doblegándola hasta arrodillarse… —Te advertí que no te metieras con mi familia —le gruñó Ricardo.Isabel sonrió al ver que estaban todos, los detectives, don M
Cap. 129: ¡¿VINO?!El día que llamó a Dana, después de ponerse de acuerdo con el detective, ella le dijo que la contactaría después para encontrarse. El detective le entregó un micrófono como botón para colocarse y activarlo en el momento en que fuese a encontrarse con ella, para así tener la localización del lugar donde estaban y caerles para apresar a la mujer.***Ricardo entró a la cocina.—¿Dónde está la señora?—Le dejó dicho que no había vino blanco y salió a comprar —respondió MaitaRicardo miró la porta botellas y frunció el ceño.—¿Qué no hay vino?—Señor Ricardo, ella actuó extraño después de una mensaje telefónico y hoy en el mercado una persona extrañamente se le acercó, yo estaba alejada de ella, pero vi que le habló al acercársele, después la señora estuvo nerviosa.Ricardo masculló:—¿Vino?... ¡Vino! —Exclamó convencido—. Claro que vino, esa desgraciada vino y está con ella ahora... Y sin esperar un segundo corrió escaleras arriba.«¡Maldita sea! Isabel, ¿Cómo olvi
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