Esa sinvergüenza lo drogó, robó y dejó desnudo en una cama de hotel. Ahora, dos meses después, aparece en su vida con un supuesto hijo suyo Emilio Arcuri era un hombre bondadoso y confiado por naturaleza, pero fueron esas mismas cualidades las que provocaron que mala mujer le rompiera el corazón; dejándolo vacío y sin amor. Ahora camina por las calles de Roma convertido en lo que su familia jamás imaginó que sería, un ser infeliz y roto que ha olvidado cómo llenar el vacío de un alma tan atormentada como la suya. Y no es hasta que Grecia, esa bruja y descarada mujer que irrumpe caóticamente en su vida y le confiesa que está esperando un hijo suyo, cuando su entereza y frialdad se tambalean. Y él, que lo energúmeno no le quita moral, decide que se hará cargo de ella hasta saber si la criatura que crece en su vientre es realmente suya o no es más que la treta de una veinteañera para escalar posición. ¿Como consigues vivir bajo el mismo techo con una mujer que logra crisparte los nervios cada vez que la tienes cerca? Mientras el embarazo avanza y el corazón de Emilio poco a poco se ablanda, ¿serán capaces estos dos nuevos intrusos cicatrizar las heridas de su alma? —¡Ojalá este hijo no fuera suyo! —gruñó, herida —Con los trabajitos que haces bien podría ser de cualquiera. Ella lo silenció con una fuerte bofetada y él, en respuesta, la besó desesperadamente.
Leer másEmilio Arcuri, a lo largo de los años, se le había conocido como el mejor partido para las mujeres jóvenes y solteras de la élite. Era alegre, extrovertido y pasional, no se limitaba a los placeres de la vida o a explorar.
Era, como las mujeres le decían, él único pez a escoger en el mar. Pero él, empeñado en que había encontrado al amor de su vida en aquella joven e inexperta mesera que derramó café en su chaqueta, se dedicó única y exclusivamente a ella; a amarla y llenarla de todos los excesos que pudiera permitirle el dinero.
Una noche, luego de meses de conocerse y entregarse el uno a la otra hasta rayar los límites, decidió dar el siguiente paso. Compró un anillo de compromiso valorado en más de diez mil euros e informó a su familia la decisión tan inesperada que había tomado, aunque fuesen precisamente ellos los primeros en creer que no era una buena idea, sobre todo su madre, Emperatriz Arcuri, quien no había dado el visto bueno desde el principio de la relación.
Pero ya estaba hecho, Emilio no se retractaría y Bianca Leone sería su esposa. Le pediría que se casara con él y ella daría el sí porque estaban eternamente enamorados el uno de la otra.
Nadie iba a impedirlo, excepto ella misma…
M*****a sea, si tan solo no hubiese sido tan ciego y hubiese puesto más atención a lo que se rumoreaba de ella, no habría quedado como un gran y jodido imbécil.
Y es que el problema no estaba en que ella lo hubiese rechazado, no, porque probablemente habría dicho que sí y entonces él jamás se habría enterado de que le estaban jugando al dedo en la boca todo ese tiempo.
El problema, en realidad, estaba a su lado… cogiéndola de la mano.
Y se veían tan felicidad.
¡Tan felices como él y ella, joder!
¡¿O tan felices como ella se había encargado de que así lo pareciera?!
Devastado, con el corazón hecho pedazos y el orgullo arrastrado por la suela de sus zapatos, estrujó el ramo de flores con indignación y guardó el anillo haciéndose una promesa la cual se encargaría de cumplir por el resto de su existencia.
No volvería a permitir que nadie le viese la cara de imbécil nunca más, y si alguien, en su remota consciencia lo intentaba, deseará no haberse cruzado en su camino jamás.
Una mañana, días antes de navidad, mientras ella tomaba una ducha para ir a su última clase, Leo terminó de organizar a través de una llamada algo muy especial. En realidad, llevaba la última semana planeándolo sin que ella lo sospechara, pues era una sorpresa de la que, si era sincero, se sentía increíblemente nervioso, pues no sabía cómo ella iba a reaccionar.— ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? — le preguntó Stefano, se había quedado sorprendido en la línea durante un par de minutos, pero muy feliz por las decisiones que últimamente había estado tomando su hermano pequeño.— Nunca he estado tan seguro de nada en mi vida, Stef — le dijo con total franqueza —. En serio quiero hacer esto.— Bueno, ya sabes que cuentas con mi apoyo, nos vemos en un par de días entonces.Después de colgar, la vio salir del baño. Estaba enrollada en una toalla y tenía el cabello húmedo. No demoró en acercarse y rodearla de la cintura para robarle el beso número mil de esa mañana, y eso que apenas
Dos semanas después…— Buenos días, rubia — le susurró Leonardo a su novia, quien despertaba justamente.Ella abrió los ojos de a poco y se desperezó con una sonrisa antes de echarse a sus brazos.— Regresaste — murmuró quedamente, todavía somnolienta.— Por supuesto que sí — dijo y besó delicadamente sus labios — te dije que lo haría, además, no me perdería por nada del mundo la presentación que harás hoy.Ella sonrió y se estrujó los ojos, ahora acomodándose en el borde de la cama.— Y yo te dije que no era tan importante, es solo un concurso.— Todo lo que concierte a ti, a tus sueños y anhelos, es importante para mí — musitó con franqueza —. Creo que te lo he dejado claro ya muchas veces, ¿o me equivoco?Negó con los ojos agolpados de electricidad.Y es que desde que la fue a buscar y se instaló ese mismo día en su apartamento, las cosas entre ellos no habían hecho más que mejorar. El pasado, los errores y el dolor que implicó su separación, solo quedaron atrás, dejando como resul
— ¿Dónde está tu habitación? — le preguntó, pegándola firmemente a él y comenzando a moverse por el corto pasillo. — Derecha — fue lo único que dijo, anclada a sus labios, a ese sabor que mucho extrañaba. Tan pronto estuvieron en el interior de la habitación, empezaron a desvestirse hasta estar seguro de que nada se interpondría sus pieles. Leo se sentó en el borde la cama y la sentó a ella a horcajadas sobre sí, empalándose a él sin tanto preámbulo, pues la necesidad era más grande que cualquier otra cosa en ese momento, el simple resultado de haber estado tanto tiempo separados. Ella emitió un débil quejido al sentir que sus paredes se ensanchaban para recibirlo. Y tan pronto él se dio cuenta de algo importante, la tomó de las caderas y rompió el contacto de sus labios. — No estoy usando protección y tampoco he traído una — gruñó, contenido, no quería salirse de su interior por nada del mundo, aun sabiendo el riesgo que ese implicaba —. Después de ti y yo… Ella lo silencio volvi
Ella se quedó perpleja por demasiado tiempo, pues todavía creía que todo aquello podría estar tratándose de una alucinación, de un espejismo, de su mente traicionándola.Él dio un paso al frente para corroborarle que no era así, al contrario, y entonces sus pulmones se vaciaron. Dios, negó, asombrada.— ¿Qué estás haciendo aquí? — consiguió preguntar, confundida, con cientos de emociones arremolinándose en lo más profundo de su corazón, evocando, cómo una película en reproducción rápida, todos los momentos compartidos, y en los que fue muy feliz.— Sé que fui un cobarde, lo acepto, pero por favor, rubia, permite que enmiende mi error — le pidió él, completamente sincero. Ella aún parecía recelosa, así que con cautela se acercó y levantó su barbilla — Hablemos, ¿sí?— Yo… yo no entiendo — musitó — ¿tú viniste hasta aquí por… mi?El muchacho esbozó una sonrisa, no daba crédito a tanta ternura.— Por supuesto que he venido hasta aquí por ti — le dijo — Ara, te amo, nunca he dejado de hac
Para dar con ella, tuvo que ser sincero sobre sus sentimientos y hacer una promesa: no volver a romper su corazón ni hacerla llorar. Era una amenaza qué, después de apostar por ese inesperado amor, Emilio se la hizo saber. En un principio no corrió con demasiada suerte, sabía que podía llegar primero a Grecia y a ella a su marido; él no veía por otros ojos que no fuesen los de ella, por lo que cuando obtuvo una dirección como respuesta, se sintió realmente agradecido. Cuando se enteró por Grecia que ella había ido a buscarlo el mismo día que dejó el apartamento para irse a casa de sus padres, se sintió miserable, ahora más que nunca debía recuperar su amor, su perdón. Ella estaba en Berna, así que tomó el móvil de camino al aeropuerto y comenzó a checar todos los vuelos que había para ese día. Miró el reloj en su muñeca y suspiró frustrado, el más temprano salía hasta dentro de siete horas y eso era demasiado tiempo. Él de verdad necesitaba estar con ella y suplicar que por favor
Casi cuatro semanas habían transcurrido desde que fue a buscarlo y hace dos se había instalado en una pequeña casa en las afueras de Berna, donde la soledad y el silencio eran su única compañía, y fuera de sentirse deprimida, estaba motivada.Pero no iba a mentirse, la primera semana fue dura y por demás complicada. Se dormía y despertaba con el corazón vacío, apabullado, evocándolo en cada cosa que hacía, hasta que decidió que no podía seguir así, y entonces se levantó, fue a su primera clase de arte y pintura y recordó lo mucho que eso alimentaba su espíritu.Por la tarde, compraba un café de una pastelería cercana al edificio donde tomaba sus clases y regresaba a casa después de recorrer la ciudad.Para la segunda semana, su corazón todavía tenía mucho por sanar, y aunque sabía que eso no iba a suceder de la noche a mañana, era paciente consigo misma. El lunes de esa misma semana comenzó a ir a terapia, que pese a no ser un proceso fácil, se sentía muy motivada.Era mediados de dic
Último capítulo