Luna ha vivido su vida alejada de cualquier tipo de conflicto sobrenatural, con la única excepción de las pesadillas recurrentes sobre un hombre lobo que parece perseguirla desde su infancia. Criada en un pequeño pueblo alejado de la civilización, la joven nunca imaginó que su vida cambiaría cuando su aldea es atacada por una manada de lobos salvajes. En medio del caos, un hombre misterioso la salva, un hombre con ojos dorados como el sol y una presencia que la hace temblar de miedo y deseo. Aiden es un Alfa solitario, marcado por un pasado oscuro y una guerra interna que lo consume. Tras la matanza de su familia, busca venganza y control, pero cuando conoce a Luna, una Omega que parece tener una conexión inexplicable con él, su mundo se desmorona. Entre ellos surge una atracción peligrosa, y Luna se ve atrapada en un conflicto que va más allá de su control. Aiden, a pesar de su deseo de alejarla, se ve irremediablemente atraído por ella. ¿Podrán ambos escapar de los secretos que los acechan o el destino los llevará a una lucha mortal?
Leer másEl aire olía a tierra húmeda y a hojas frescas, como si el bosque respirara justo conmigo. Cada mañana me despertaba con esa sensación extraña de que algo se movía bajo mi piel, como si no terminara de encajar del todo en este nuevo mundo, y al mismo tiempo, algo en mí comenzaba a adaptarse. A aceptarlo.Mi habitación —si es que así podía llamarse a la antigua cabaña de piedra remodelada con gusto espartano— estaba iluminada por la luz azulada de la madrugada. No había despertador, solo el zumbido lejano del bosque y, últimamente, esa ansiedad latente que no me dejaba dormir más allá del amanecer.Aiden había desaparecido antes del alba, como siempre. Lo escuchaba marcharse, sigiloso, como si intentara no despertarme. Pero yo ya no dormía como antes. Soñaba demasiado. Con él. Con el roce de su voz en mi cuello, con su mirada que me quemaba la piel incluso desde el otro lado del salón. Y con esa maldita marca en mi muñeca que me decía que algo en mí no me pertenecía del todo.—No puede
A veces creo que el silencio entre nosotros pesa más que cualquier palabra que pueda decirse. Es un silencio lleno de tensión, de cosas no dichas, de miradas que se desvían demasiado rápido o que se sostienen demasiado tiempo. Aiden y yo no somos exactamente una historia de amor clásica. Él es todo lo que me advirtieron que evitara: dominante, intenso, peligroso. Y aun así, hay una parte de mí que lo busca en cada sombra, en cada inhalación contenida.Llevábamos horas caminando entre los árboles, y aunque sus pasos eran firmes y decididos, había algo en su postura, en la forma en que no me miraba, que me decía que él tampoco estaba del todo en paz. El bosque parecía eterno, como si fuera un susurro antiguo de raíces y secretos. A veces pensaba que Aiden pertenecía a este lugar más que a cualquier otro. Era parte de él. Salvaje. Misterioso. Imposible de domar.Y aquí estaba yo, la chica rota que no entendía nada del mundo al que había sido arrojada. Todo lo que conocía estaba a kilómet
El silencio entre nosotros se volvió tan espeso que casi podía tocarse. Aiden caminaba un par de pasos por delante, el rostro rígido, los hombros tensos, como si llevara el peso de todo un reino sobre la espalda. Quizás lo hacía. Supongo que ser un Alfa implicaba más que gruñidos y autoridad. A mí me parecía más un castigo disfrazado de poder.El bosque nos envolvía con su espesura mientras descendíamos por un sendero estrecho entre árboles retorcidos y raíces que parecían manos al acecho. La noche caía como una sábana negra sobre nosotros y la Luna —aunque no roja esta vez— seguía mirándonos desde lo alto como si esperara algo.Algo que yo no estaba lista para entregar.Mis pensamientos eran un caos: hombres lobo, vínculos místicos, Alfas atormentados con miradas capaces de detener mi respiración… y yo, la chica humana que solo quería escapar. Pero aquí estaba, siguiendo al lobo como una polilla sigue al fuego.—No deberías quedarte tan atrás —dijo él sin volverse, su voz rasgada com
Desperté con el corazón golpeándome en el pecho como si quisiera salirse. Mi respiración era agitada, entrecortada, y por un segundo no supe dónde estaba. No había humo, ni gritos, ni el olor a sangre que había impregnado el aire durante la noche. Solo silencio.Silencio… y el sonido de una chimenea crepitando suavemente a mi derecha.Me incorporé de golpe, lo que fue un error. Un zumbido agudo me atravesó las sienes, y una punzada me cruzó el costado izquierdo. Tenía la boca seca y un sabor metálico en la lengua, como si hubiera estado masticando miedo toda la noche.—Tranquila —la voz profunda llegó desde la penumbra. Allí estaba él, apoyado contra la pared de madera, los brazos cruzados, observándome como si yo fuera una criatura que no terminaba de entender.Aiden.Era imposible no reconocer esos ojos. Dorados, intensos. Como fuego líquido contenido tras una expresión gélida.—¿Dónde…? —Mi voz salió ronca, temblorosa. Me aclaré la garganta—. ¿Dónde estoy?—En un refugio. A salvo.
El viento aullaba esa noche como si la montaña tuviera alma. Una furiosa, dolida y muy vieja.Estaba recostada sobre mi cama, con la ventana entreabierta, dejando que la brisa helada se colara entre mis sábanas. No debía, lo sabía. Mi abuela siempre decía que las corrientes nocturnas traían consigo cosas que no pertenecían a este mundo. Pero la verdad era que no podía dormir. Otra vez.Pesadillas.Siempre eran lobos. Sangre. Un bosque oscuro. Y unos ojos dorados que me observaban como si me conocieran mejor que yo misma. A veces me hablaban, otras solo me miraban desde las sombras, ardiendo como fuego. Pero esta vez… algo se sentía diferente.Me incorporé, sintiendo la piel erizada en mis brazos. Todo estaba en silencio. Demasiado silencio para un pueblo donde los grillos eran los DJ oficiales de las madrugadas.—¿Hola? —dije en voz baja, sintiéndome estúpida. Como si el silencio fuera a responder.Me acerqué a la ventana, sin cerrar del todo las cortinas, y ahí lo vi.Una figura. Alt