Ayla Moon nunca encajó en ninguna parte. Desde pequeña, ha sentido que algo dentro de ella no pertenece al mundo ordinario. Cuando su madre la obliga a mudarse al pueblo remoto de Greystone Hollow, un lugar atrapado entre niebla, leyendas antiguas y secretos en cada esquina, Ayla descubre que su llegada no fue una coincidencia. Allí conoce a Ronan Blackthorn, un joven reservado, intenso y enigmático, que parece luchar contra sus propios demonios… y a Kael Rivers, el carismático y rebelde líder de una misteriosa manada que merodea los límites del bosque. Ambos esconden un secreto que cambiará la vida de Ayla para siempre: ella está destinada a formar parte del mundo de los licántropos, no como una simple humana… sino como la pieza clave de una profecía ancestral. Mientras el deseo, la lealtad y la verdad se entrelazan, Ayla deberá tomar decisiones que podrían destruir su corazón y condenar a toda una especie. ¿Puede el amor sobrevivir cuando dos almas salvajes la reclaman como suya?
Leer másDesperté envuelta en silencio.Un silencio espeso, más denso que la niebla del bosque. La luz débil del amanecer se filtraba a través de los tablones de madera que componían el techo de lo que parecía ser una cabaña. Cada fibra de mi cuerpo dolía, pero no era un dolor común. Era como si cada célula estuviera vibrando, transformándose todavía, como si mi piel no estuviera del todo en su lugar.Intenté incorporarme, pero el peso de mi propio cuerpo me lo impidió. Sentía los músculos más firmes, más densos, como si no me pertenecieran del todo. Mi respiración era lenta, profunda… animal.Y entonces lo escuché.Corazones.Latidos.No el mío, sino muchos más, cerca y lejos. La manada.El recuerdo de la noche anterior regresó como una tormenta: la luna nueva, el aullido, Kael transformado en esa criatura de sombras, mi cuerpo estallando en fuerza y fuego...Y luego, oscuridad.Me incorporé al fin con esfuerzo, y al mirar hacia un rincón de la cabaña, los vi. Cuatro de ellos. Guerreros de la
El aire estaba cargado de una tensión eléctrica, como si la misma tierra supiera que se avecinaba una tormenta. La luna nueva colgaba en el cielo, invisible, pero su presencia se sentía en cada rincón. Algo estaba a punto de suceder, algo que cambiaría todo. Y la pregunta que se cernía sobre mí era clara: ¿estaría yo preparada para lo que venía?Kael había movilizado a su manada, y con ellos, su ejército rebelde. Sabía lo que quería: el control, el poder, la destrucción. Pero lo que más me aterraba era lo que él había prometido. No solo quería someter a los humanos, sino que me necesitaba a mí, la hija de la Luna, para conseguirlo.La Alianza Lunar, la antigua coalición de los manantiales, no
El bosque estaba en completo silencio, como si el mundo mismo hubiera detenido su respiración. Alrededor de nosotros, los árboles antiguos se alzaban como gigantes dormidos, observándonos desde las sombras. Era como si el lugar hubiera sido olvidado por el tiempo, una cápsula de secretos enterrada bajo siglos de hojas y raíces entrelazadas. En esa cabaña, rodeados de oscuridad y madera crujiente, todo parecía posible.Ronan y yo habíamos llegado aquí, a este rincón olvidado del bosque, buscando respuestas. Mi mente seguía dando vueltas a las palabras de Kael, a su mirada cargada de odio y celos. Él había jurado romper la conexión entre Ronan y yo, y ahora, con cada paso que daba, me acercaba más a entender la magnitud de lo que estaba sucediendo.
El aire estaba cargado, pesado, como si todo el bosque hubiera dejado de respirar.Mi corazón latía desbocado, y la oscuridad que me rodeaba parecía envolverme, como si una fuerza invisible estuviera apretando mi pecho.La energía que recorría mis venas era más intensa ahora, más peligrosa. Algo dentro de mí gritaba, pidiendo salir. Pidiendo... destruir.La bestia que había despertado no estaba satisfecha. Sentía su poder retumbando bajo mi piel, como una ola dispuesta a tragarse todo a su paso.Los árboles crujían con cada paso que daba la criatura, y el miedo me envolvía, porque sabía que no sería capaz de detenerla. Ni siquiera po
La luna llena ascendía, enorme y pálida, como un ojo silencioso que todo lo veía.Sentía su energía incluso antes de verla.Un zumbido eléctrico bajo mi piel, en lo más profundo de mis huesos.Era como si algo latiera dentro de mí, un segundo corazón que hasta ahora había permanecido dormido.Caminaba sola entre los árboles, la brisa nocturna acariciando mi piel caliente, mi respiración cada vez más pesada.Cada paso que daba, cada latido, era como un tambor de guerra anunciando una batalla interna que no podía evitar.Sabía que esta noche cambi
El viento mecía las ramas de los árboles, haciendo que el bosque susurrara secretos que no podía comprender.Me sentía atrapada entre dos corrientes opuestas, arrastrada por emociones que apenas lograba controlar.Kael y Ronan.Dos nombres, dos destinos.Uno era fuego; el otro, hielo.Y yo… me estaba quemando y congelando al mismo tiempo.Después de lo que había descubierto sobre mi herencia, mi mente era un torbellino. Cada mirada de Kael, cada sombra que Ronan dejaba en mi camino, era un recordatorio de que debía elegir.Pero ¿c&oacu
La casa estaba en penumbras cuando regresé del bosque.Las luces apagadas, las ventanas cerradas a cal y canto.Un silencio espeso lo cubría todo, como si el aire mismo estuviera conteniendo la respiración.Me apoyé contra la puerta principal durante unos segundos, temblando aún por lo que había vivido.Mi corazón golpeaba salvajemente en mi pecho, intentando encontrar un ritmo que ya no me pertenecía.Algo dentro de mí había cambiado.No podía seguir fingiendo que todo era normal.Subí las escaleras con pasos pesados.
Los días siguientes al enfrentamiento en el bosque fueron un borrón de ansiedad y preguntas sin respuestas.Ronan desapareció.Kael no.Era como una sombra adherida a mi vida, apareciendo en momentos estratégicos: cuando salía de la tienda del pueblo, cuando cruzaba la plaza, incluso en los pasillos del instituto abandonado que mi madre intentaba restaurar.Y siempre, siempre, había otros. Observándome desde lejos. Siluetas con ojos que destellaban en colores que ningún humano poseía.La sensación de estar en una jaula invisible me sofocaba. Cada paso que daba era vigilado, cada decisión analizada.
Desde la mañana en que mis ojos brillaron en el lago, algo dentro de mí cambió de forma definitiva. Cada sonido, cada aroma, cada sombra parecía ahora más vívida, como si una capa invisible se hubiera rasgado de la realidad. El viento me traía fragmentos de conversaciones que no debía oír; podía distinguir el vuelo de un colibrí entre cientos de árboles.No podía contárselo a nadie. Ni siquiera a mi madre, que desde mi último cuestionamiento parecía más cerrada que nunca.Así que me lancé a buscar respuestas de la única forma que podía: sola.La biblioteca del pueblo era vieja, más museo que espacio de lectura. Sus estanterías carcomidas y su olor a papel húmedo parecían esconder secretos que esperaban ser liberados.Y yo iba a liberarlos.Pasé horas recorriendo volúmenes de historia local, crónicas de colonos, leyendas indígenas. Nada. Nada relevante. Hasta que, en una sección olvidada, encontré un compendio de símbolos antiguos: Marcas de Sangre y Luna, decía la cubierta, polvorient