Y cuando creí que mi vida había terminado, él llegó y me rescató del Alfa Oscuro. Mi compañero, mi mate. Durante mucho tiempo creí que llegaría a amarme, que me daría un lugar a su lado, que dejaría de ser solo su amante... pero eso nunca ocurrió. Al contrario, se comprometió con la hija del Alfa de las montañas. Fue claro: jamás estaría con una Omega como yo, una que ni siquiera tenía un lobo interior. Entonces lo entendí. Tenía que huir. Alejarme para siempre. Él no me encontraría. Ni a mí... ni al hijo que llevaba en mi vientre.
Ler maisCapítulo 1.
Caminaba por el pasillo cabizbaja en dirección al despacho de Calen. Las criadas murmuraban a mis espaldas, eso no era algo nuevo para mí, pero aún así me seguían doliendo aquellos comentarios. "¡Quién se cree que es! No es más que una descarada, una indecente, solo intenta seducir al Alfa..." Esos solo eran algunos de los comentarios que tenía la desgracia de escuchar todos los días. Unos segundos después me encontraba parada en la puerta del despacho de Calen, me acerqué hasta la puerta pero Alexander el Beta de Calen me detuvo. —Ahora no puede verte, Calen tiene una conversación importante y no puede recibirte en estos momentos—. Asentí comprendiendo la situación pero no pude evitar sentir un pequeño pinchazo en el corazón. Pensé en volver a mi dormitorio pero deseche esa idea de inmediato, todos los días a la misma hora debía presentarme aquí y por nada del mundo pretendía que él se enfadara conmigo. Así que me di la vuelta y tome asiento en una silla frente a la puerta para esperar a que él terminara. El silencio se sentía denso, pero no duró mucho. Calen apareció acompañado de una chica joven, esa mujer guapísima. Su pelo rubio le caía en ondas sobre los hombros y su sonrisa era tan encantadora que hasta a mí me costó dejar de mirarla, ambos reían y conversaban alegremente. Pero lo que de verdad me descolocó fue la cara de Calen. La miraba con aprecio y satisfacción, como si fuera un tesoro. Camino junto a ella por el pasillo en dirección a la calle y está se agarró a su brazo dulcemente. Y de nuevo volví a sentir otro pinchazo en el corazón. Seguí sentada allí como una tonta durante varios minutos, cuando estaba por irme él apareció de nuevo. Calen me miró con naturalidad y me hizo una seña para que lo siguiera. Me levanté de la silla y lo seguí hasta el interior de su despacho. Una vez dentro, cruzamos a la sala de descanso privada. Cerró la puerta con el cerrojo, se quitó la chaqueta sin decir ninguna palabra y me miró de esa forma que me dejaba sin aliento. —Ven —fue todo lo que dijo. Ya sabía lo que tenía que hacer, siempre era igual. Desabroché mi vestido y este cayó al suelo. No dudé ni por un segundo. Me acerqué a él, dejándome envolver por sus besos, sus caricias, el calor que siempre me quemaba por dentro cuando estaba cerca. Éramos compañeros destinados. Nuestros cuerpos se reconocían, se buscaban, se necesitaban. Sin embargo, de repente se escuchó la voz de aquella mujer del otro lado de la puerta. —Calen ábreme por favor he olvidado comentarte algo importante...— —Calen… —susurré nerviosa, tratando de apartarme, pero él no se movió ni un centímetro. —Shhh —murmuró contra mi cuello, y sus movimientos se volvieron más intensos, más urgentes. Como si no le importara nada más que yo en ese momento. —Calen, no me escuchas. ¿Calen te encuentras bien?— —Calen, podríamos… —intenté de nuevo, sin fuerza. Sumida en una espiral de deseo y confusión podía escuchar a Alexander intentando convencer a aquella mujer para que se fuera. Unos segundos después escuche el sonido de unos pasos alejándose y quise advertir a Calen pero él no me dejó. Por el contrario me sujetó fuertemente por la cintura, clavando sus ojos en los míos con una mezcla de autoridad y deseo. —¡Concéntrate! —ordenó con voz grave. Y lo hice. Porque cuando Calen me hablaba así, cuando me tocaba así… todo lo demás dejaba de importar. El tiempo se paraba, el mundo dejaba de girar y solo existíamos él y yo. Acaricie con desesperación su tersa y desnuda piel, iba a quitarle el pantalón cuando me dí cuenta de que este ya estaba en el suelo. Calen me levanto del suelo y rompió mis braguitas, me llevo en brazos hasta la cama mientras no dejaba de besar mi piel desnuda consiguiendo que mi excitación subiera hasta su punto más alto. Me miraba con lujuria, sus ojos brillaban por el deseo y eso me derretía. Separo mis piernas y se introdujo de golpe en mi interior, sus movimientos no eran lentos, ni suaves pero si precisos y certeros. Agarro con desesperación mi trasero y me embistió más rápido, más fuerte. Mi mente se nublo por el placer, me perdi en esa sensación, mis piernas temblaban, mi sexo palpitaba con desesperación. Necesitaba descansar un momento pero Calen no me dió ni solo segundo de tregua, me volteo y siguió embistiendo con más fuerza por detrás. Minutos después agarró con fuerza mi trasero dió un gruñido y sentí como se derramaba en mi interior.Capítulo 117. La sala de reuniones del ala norte estaba ocupada desde temprano. Calen y Every llevaban días planificando esa cumbre. Ya no podían permitirse seguir reaccionando ante los ataques. Era necesario tomar la iniciativa y, por qué no, negociar, establecer acuerdos y poner límites. No podían soportar otra amenaza más. La idea había surgido durante una noche silenciosa, cuando ambos compartían el mismo pensamiento sin necesidad de decirlo. No podían seguir viviendo en tensión. No podían criar a sus hijos bajo constante peligro. Ni siquiera podían confiar plenamente en su propio círculo. Así que enviaron emisarios al Este y al Oeste. No para declarar la guerra, sino para convocar a los líderes a una reunión neutral. Un territorio acordado entre las tres partes, custodiado por guardias mixtos. Nada de sorpresas. Nada de trampas. Al menos en teoría. Los días previos a la cumbre estuvieron marcados por preparativos estrictos. Revisaron cada escolta, cada ruta, cada documento. E
Capítulo 116. Narrador omnisciente: Los guardias estaban en sus puestos. Las rutinas del castillo no habían cambiado desde hacía semanas. Los turnos se cumplían sin retrasos, las entradas y salidas eran registradas, y los niños jugaban en los mismos lugares a las mismas horas. Eso era exactamente lo que Paul necesitaba. Esa previsibilidad era lo que permitía a sus hombres moverse con precisión. Sebastián había hecho su parte. Entregó los horarios, los puntos ciegos, los relevos de guardias. Lo disfrazó de preocupación por la seguridad. Nadie sospechó. Erika confiaba en él. Every no tenía tiempo para revisar cada informe personal. Calen estaba demasiado ocupado con las alianzas. Todo estaba preparado. A las cuatro y media de la tarde, Hugo y Elías salieron al patio trasero con Erika. La rutina de entrenamiento era simple: media hora de juegos físicos, veinte minutos de lecciones simples y luego la merienda en los bancos de piedra junto al muro este. Como todos los días. Nadie notó
Capítulo 115. Pov Grettel: —No me termina de convencer —le dije a Every por tercera vez, bajando la voz para que nadie más en la sala de reuniones nos oyera—. Sebastián… hay algo en él que no me cuadra. No estoy diciendo que sea un espía, pero tampoco pondría la mano en el fuego por él. Every apenas me miró. Seguía con los mapas abiertos sobre la mesa, marcando zonas con tiza, revisando rutas, calculando lo que podríamos perder si el Este decidía atacar por sorpresa. Estaba completamente centrada en eso. Ni siquiera pestañeó cuando le hablé. —Todo está bien, Grettel. No te preocupes —dijo sin girar la cabeza, sin haberme escuchado realmente. Solté el aire con frustración. No era la primera vez que me pasaba esto con ella desde que asumió el liderazgo del Sur y había comenzado a ayudar a Calen con el Norte. Every tenía demasiadas cosas en la cabeza, y lo entendía, pero había momentos en los que parecía olvidar que quienes la rodeábamos también teníamos criterio. Decidí no insistir
Capítulo 114. Narrador omnisciente: Paul no perdió el tiempo. Mientras el Este y el Oeste se mantenían en alerta y las tensiones crecían en las fronteras, ordenó la siguiente fase de su plan. Necesitaba información precisa y constante de lo que ocurría en los territorios de Every y Calen. Ya no bastaban los rumores. Necesitaba saber exactamente cómo funcionaban los movimientos estratégicos del Norte y del Sur, cómo operaban sus defensas, qué sabían y qué ignoraban. Así que reclutó espías. No era difícil. Las regiones marginales del Norte y del Este estaban llenas de guerreros sin lealtad, mercenarios, huérfanos, soldados expulsados y oportunistas que solo esperaban una buena paga. Paul seleccionó a seis, los entrenó en lo básico y les asignó distintas tareas. Tres fueron enviados al Sur, dos al Norte y uno con un objetivo específico: infiltrarse en el círculo cercano de Every. Ese espía se llamaba Bastian. Era joven, de aspecto limpio y amable, con una sonrisa confiable y modale
Capítulo 113. Narrador omnisciente: En un rincón inhóspito del Norte. Aquella taberna era un sitio oscuro y sucio, ubicada al borde de un pequeño pueblo sin nombre, en una de las zonas más inhóspitas del Norte. No había ley ni vigilancia, y la gente que la frecuentaba no hacía preguntas. Los pocos que entraban a ese lugar lo hacían para beber, apostar o morir. Aquella noche, uno de los parroquianos más ruidosos había llamado la atención de todos. Se trataba de un hombre sucio, de barba descuidada y ropas rotas. Tenía los ojos inyectados en sangre y olía a sudor, vómito y desesperación. Había perdido todo lo que tenía apostando a los dados. Al final, había ofrecido su anillo, sus botas, su capa y una daga vieja a cambio de una última ronda. Cuando también perdió, exigió una nueva tirada y empezó a gritar. Nadie le prestó atención hasta que comenzó a alardear. —¡No tienen idea de con quién están hablando! ¡Mi hija es la reina! —gritó, tambaleándose—. ¡Yo soy el padre de la reina de
Capítulo 112. Narrador omnisciente: Alexander partió al amanecer siguiente al nacimiento de su hija. Dejó instrucciones claras a dos guardianes para que no se separaran de Grettel ni de la niña. A pesar de sus ganas de quedarse junto a ellas, sabía que su misión no podía esperar. El futuro de Hugo dependía de que encontrara a la bruja adecuada, y ahora también estaba en juego el bienestar de su propia hija. Durante varios días recorrió las aldeas del norte y del centro del país. Visitó mercados, consultó a sanadoras, interrogó a ancianas conocidas por tener dotes mágicos. Pero no encontró nada. Todos los caminos eran callejones sin salida. Algunas le ofrecían pociones inútiles, otras decían no estar a la altura. Otras más simplemente cerraban la puerta al escuchar la naturaleza del encargo. Nadie quería involucrarse en un sello de ese tipo. En la tercera aldea, un brujo le habló de una mujer a la que muchos creían muerta, una hechicera antigua, que vivía en los límites del oeste,
Último capítulo