El olor a cuero envejecido, tinta antigua y polvo se convirtió en mi nueva obsesión. La biblioteca del clan no era lo que uno esperaría de una manada de lobos salvajes y gruñones. Era enorme, silenciosa y con una calidez que me envolvía como una caricia olvidada. Me refugié ahí porque era el único lugar donde nadie me miraba como si fuera un error esperando a suceder.
Excepto por el anciano bibliotecario que me seguía con la mirada cada vez que hojeaba un libro que parecía tener más años que la mismísima luna.
Pasé horas entre pergaminos, libros encuadernados en cuero y registros cuidadosamente guardados. Buscaba algo. Una pieza que encajara en el rompecabezas que era mi vida. Y entonces, la encontré.
Una mención breve, en un diario personal de un antiguo alfa.
—La loba blanca apareció la noche del eclipse. Nadie supo de dónde venía, pero su mirada… su mirada traía tormenta. Desapareció tan pronto como llegó, dejando tras de sí un silencio imposible de ignorar.
Loba blanca.
Mi corazón