Mundo ficciónIniciar sesiónEn el vertiginoso mundo del béisbol profesional, donde el talento se mide en carreras, hits y estadísticas, Julieta Vargas Amador es una joven animadora mexicana que vive para alentar a su equipo, pero sus sueños van más allá de la cancha. Desde el primer día en que sus ojos se cruzan con los de Scott Alonso Bianchi Caruso, un talentoso pelotero italiano de primer año en las ligas menores, el mundo de Julieta da un giro inesperado. Entre juegos, entrenamientos y la adrenalina del estadio, surge una conexión instantánea que los lleva a una relación amorosa que desafía todas las reglas del juego.Sin embargo, el mundo del béisbol está lleno de trampas y engaños, donde la fama, el dinero y el poder definen el destino de los jugadores. Pamela Simone Villa, la poderosa patrocinadora del equipo, está decidida a no dejar que Scott escape de sus garras, y hará todo lo posible para seducirlo y arrebatarle su corazón, sin importar a quién tenga que destruir en el proceso.Por otro lado, Michael Barrientos, un ambicioso accionista del equipo, se siente atraído por Julieta, pero sus sentimientos no son correspondidos. A pesar de su poder e influencia, Michael no es el hombre que Julieta desea, y su rechazo la coloca en una peligrosa encrucijada que podría poner en riesgo su relación con Scott.Mientras el amor entre Julieta y Scott crece, también lo hacen las tensiones, las intrigas y las manipulaciones dentro del mundo del béisbol. Las mentiras se entrelazan con la verdad, las traiciones se ocultan en cada esquina y, en este juego, solo el más fuerte sobrevive. ¿Podrá el amor de Julieta y Scott resistir la presión de un mundo que todo lo arrastra? ¿O caerán como tantas promesas rotas, fuera de base?"
Leer másDos días después, el aire del amanecer en México olía a agave y tierra mojada. Julieta organizó la mesa del desayuno junto a Valentina, mientras Aura correteaba con su vestido rosa claro y sus sandalias nuevas. Scott, aún con vendajes en la pierna, se levantó al escuchar el sonido de un motor afuera. Miró por la ventana y sintió el corazón latirle con fuerza al ver un sedán negro de lujo estacionarse frente a la casa. —¿Quién es? —preguntó Julieta, asomándose a su lado. —Mis padres… —dijo él con un suspiro. Julieta tragó saliva, nerviosa. Se frotó las manos en su delantal, sintiendo un nudo en el estómago. Aura la abrazó por la pierna. Tenían tiempo que no se veían. —Mamá… —Tranquila, mi amor. Son los abuelitos, mi vida… —respondió Scott, agachándose con dificultad para besarle la frente. La puerta se abrió y primero bajó su madre, una mujer alta y elegante, con un traje de lino blanco y gafas de sol enormes. Su cabello estaba perfectamente recogido en un moño bajo. Tras ella, d
Scott se quedó en la entrada del cuarto, mirándola con el pecho agitado. Julieta estaba sentada en la cama, con la bata cubriendo las piernas y el cabello aún húmedo cayendo en ondas sobre sus hombros. Sus ojos oscuros lo miraban con una mezcla de miedo, amor y dolor.Él tragó saliva, caminó lentamente hasta la silla junto a la cuna y se sentó con cuidado, dejando que su brazo enyesado descansara sobre sus muslos. Su pierna vendada temblaba de cansancio y tensión.—Tienes… tantas heridas… —dijo Julieta con un hilo de voz, rompiendo el silencio de la madrugada—. No sé cómo… cómo resististe. Pensé que te perdería.Scott suena levemente, sin humor, bajando la mirada a sus manos vendadas.—He pasado por cosas peores… pero nada como esto. Nada... como haberte perdido a ti. Gracias a los cielos que estamos bien...yo...pretendo conquistarte aunque ahora me vea como si un tractor me atropelló.Julieta sintió que el corazón se le encogía. Sus ojos comenzaron a humedecerse. Aura se movió en su
El rancho “Los Sauces” estaba iluminado con las luces rojas y azules de las patrullas. La policía local había llegado en menos de quince minutos tras la llamada de Erick. Dos ambulancias llevaron a Rodrigo, con la rodilla inflamada y un posible ligamento dañado, ya Scott, cuyo brazo izquierdo estaba fracturado y su pierna necesitaba revisión. Julieta y Valentina declararon todo, temblando mientras cuidaban de Aura, que se había quedado dormida en los brazos de su madre, agotada por el llanto. Entregaron los vídeos del atentado de asesinato.Michael fue esposado con rudeza y subido a la patrulla. Su rostro estaba desfigurado de golpes, y apenas podía abrir los ojos hinchados. Aún así, logró mirarlos con odio antes de que la puerta se cerrara.—Esto… no… termina aquí… —murmuró con voz ronca y rota.Julieta abrazó más fuerte a su hija, manteniendo el temblor de sus rodillas. Scott se acercó y solo la miró de reojo, con su mandíbula rígida y su brazo bueno envolviéndola con fuerza protect
—Vamos a estar bien...Scott seguía abrazando a Julieta, sintiendo el temblor de su cuerpo y la respiración agitada de Aura contra su pecho. El sol comenzaba a bajar detrás de los campos de agave, tiñendo todo de un naranja profundo y encendiendo chispas doradas en el polvo que flotaba en el aire.Valentina se limpió las lágrimas, respirando con dificultad, y miró a Scott con sus grandes ojos marrones llenos de gratitud y temor.—Pásenle… por favor… vengan a la casa… —dijo con voz temblorosa—. Ya estuvo bueno por hoy. Hice sangría.Julieta asintió, aún llorando en silencio. Scott la ayudó a levantarse, sosteniéndola con un brazo mientras cargaba a Aura con el otro. Entraron al zaguán, subiendo los tres escalones de piedra que conducían a la terraza. El piso de cerámica fría le estremeció los pies descalzos a Julieta, haciéndola sentir un poco más viva. Aura apoyó su cabecita en el hombro de Scott, somnolienta y tranquila.Pero antes de cruzar la puerta, un estruendo los detuvo.—¡Juli
Scott llega a Guadalajara de madrugada, agotado, con ojeras marcadas y la barba de varios días cubriéndole el rostro. Se hospeda en un pequeño hotel rústico del centro, con ventanas de madera tallada y olor a café recién hecho en el lobby.A las siete de la mañana, ya está en la cafetería del hotel. Frente a él, su viejo amigo y excompañero de equipo en ligas juveniles, Erick “El Capi” Ramírez, lo mira con expresión preocupada mientras revuelve su café.—Hermano… ¿y qué carajos haces aquí? Pensé que estabas en Italia con tu… familia y que te ibas a casar...Escuche que perdiste la memoria entonces cuando me llamaste me sorprendió. —calla al ver el gesto sombrío de Scott.—Ya no…me voy a casar y todo porque recuperé la memoria —dice Scott, mirando su taza sin tocarla—. Vine a buscar a Julieta… necesito verla. Escuche que está aquí en México. Su hermana se casó con un hacendado. Necesito recuperar a Julieta y a mi hija.—¿La hija de Julieta es tu hija? Porque creí que era de Barrientos.
—¿Scott?El vuelve a la realidad, los sudores corriendo por su frente.Lo recuerdo todo.—Tú… —susurra él, con los ojos llenos de impotencia—. Aquí están tus pastillas...son para el dolor, pero espero que tengas prescripción médica. No quiero que le pase nada a mi bebé.—Son recetadas.Cuando ella iba a tomar el frasco, la vista se le nubla. Todo da vueltas. Un dolor fuerte la atraviesa. Siente un zumbido agudo en los oídos. El frasco se le resbala de las manos. Su cuerpo se tambalea hacia atrás y cae en la cama.—¡Pamela! ¡Pamela! —grita Scott, pero su voz es distante, lejana, como un eco.La boda fue cancelada. Los invitados se marcharon en silencio. Pamela está camino al hospital, llorando de rabia y miedo, mientras otra punzada de dolor la atraviesa. Sabe que todo se arruinó. Todo por las malditas contracciones.Scott toma su mano mientras la ambulancia recorre las calles en Sicilia. Pamela lo mira, siente que algo está raro, acaricia su vientre de ocho meses con una sonrisa dulce
Último capítulo