Scott se quedó en la entrada del cuarto, mirándola con el pecho agitado. Julieta estaba sentada en la cama, con la bata cubriendo las piernas y el cabello aún húmedo cayendo en ondas sobre sus hombros. Sus ojos oscuros lo miraban con una mezcla de miedo, amor y dolor.
Él tragó saliva, caminó lentamente hasta la silla junto a la cuna y se sentó con cuidado, dejando que su brazo enyesado descansara sobre sus muslos. Su pierna vendada temblaba de cansancio y tensión.
—Tienes… tantas heridas… —dijo Julieta con un hilo de voz, rompiendo el silencio de la madrugada—. No sé cómo… cómo resististe. Pensé que te perdería.
Scott suena levemente, sin humor, bajando la mirada a sus manos vendadas.
—He pasado por cosas peores… pero nada como esto. Nada... como haberte perdido a ti. Gracias a los cielos que estamos bien...yo...pretendo conquistarte aunque ahora me vea como si un tractor me atropelló.
Julieta sintió que el corazón se le encogía. Sus ojos comenzaron a humedecerse. Aura se movió en su