—Renuncio —dije calmada sin mirarle a la cara. —¡¿Qué?! —pregunta alarmado— tenemos un contrato firmado, no puedes dejarme. *** Julieta ha sido la amante secreta de un poderoso hombre durante años, esperando pacientemente por su promesa de amor eterno. Pero cuando sus ilusiones se rompen al descubrir su inminente boda con otra mujer, Julieta huye a Londres, buscando refugio en su familia. Obligada por las circunstancias, acepta un matrimonio arreglado con un duque enigmático y honorable. Sin embargo, su pasado no la deja en paz, y un inesperado regreso amenaza con desenterrar secretos y pasiones que podrían cambiar su vida para siempre.
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POV Julieta Mi respiración estaba atascada en mi garganta mientras él bombeaba sin descanso dentro de mí, una explosión se acumulaba en mi vientre bajo ya familiar para mí. Miré sus hermosos ojos de azules que me devolvían la mirada de manera cálida. Era el único momento que teníamos donde no era como el hombre de las nieves, frío y distante. Siempre era tan frío en el trabajo, que me siento privilegiada cuando la calidez entra en su mirada y solo es para mí, compaginando con su cuerpo caliente. Sus musculosos brazos sostenían todo su peso me besaba de manera ardorosa mordiendo mis labios casi con saña. Me entrego sin vergüenza al único hombre que he amado siempre. Llegamos a nuestro clímax casi al mismo tiempo y me siento en las nubes. Como cada vez. Aún mi sudor no se había secado cuando él ya estaba levantándose de la cama y metiéndose al baño. Suspiré un poco triste, pero ya acostumbrada porque nunca fue el tipo de hombre que se acurruca y se queda horas hablando o simplemente abrazándome. Me tapé con la sábana, sintiéndome de repente expuesta con un agujero en el estómago, pero en los últimos años era algo normal. Lo escuché ducharse mientras revisaba el trabajo en mi celular para tener todo al día. Siendo la asistente de Maximiliano Hawks no me puedo dar el lujo de perder detalles importantes. Escuché la llave cerrarse y poco después él salió con una toalla envolviendo sus caderas. Mis mejillas aún se ponían rojas cuando lo veía desnudo, con las gotas de agua recorriendo sus pectorales y abdominales bien trabajados. Muchas entenderían por qué acepté este trato con mi jefe. —¿No te vas a bañar? —me preguntó fríamente levantando una ceja en mi dirección—. Nos vamos en unos minutos, arréglate —me mira con algo de fastidio y deseo al mismo tiempo por mi cuerpo cubierto con una sábana blanca. Nadie sabría cómo actuaría el señor Hawks. —Sí —respondí levantándome rápidamente—. No sabía que ya nos íbamos —dije pasando por su lado. —¿Quedaste insatisfecha? —me preguntó con burla, tomando mis caderas cuando pasé junto a él— a veces eres muy golosa. Mis mejillas se pusieron coloradas de solo sentir sus brazos a mi alrededor. Él siempre afectaba mi razonamiento; mi corazón se aceleraba y mis pupilas se dilataban y mi cuerpo reaccionaba. —No, no es eso… no importa —le contesté tímidamente, no quería decirle que solo quería pasar tiempo con él. Las mujeres necesitan hacer conexión con la persona con la que están y él no era así, al principio lo respeté, pero luego me enamoré como nunca y empecé a desear más. Es solo que ya dejé de pedirlo, pero no de anhelarlo. —Nadie va a estar diciendo que dejo a mis mujeres insatisfechas, Julieta —dijo de manera fría como un ególatra, me tomó de las caderas y me levantó como si nada, lanzándome a la cama. —Max… por favor —hablé débilmente, pero mi cuerpo traicionándome como siempre hace desde que lo conocí— espera. Fueron sus últimas palabras lo que me sorprendieron aún más al poner en plural lo de “mis mujeres”, lo que me dejó en shock. ¿Tenía él otras mujeres?, me pregunté a mí misma. No me dio tiempo de protestar. Me dolían mis partes sensibles por los primeros dos asaltos, no estaba segura de querer un tercero. Solo bastaron sus labios en mi piel y sus dedos tocando expertamente mis puntos más débiles y delicados para que mi cuerpo se ablandara. Él era un hombre fogoso e insaciable, a veces no le gustaba las negativas. —¿Tienes a otro hombre que te satisface? —me reprocha una tarde en la oficina con su glaciar mirada oscura encima de mí— ¿Ya me vas a dejar para irte a abrir de piernas con alguien más? —me vociferó luego de una negativa que tuve hace dos años atrás. —¡No! Por supuesto que no —le negué enseguida. Me sentí dolida, ¿Cómo puede pensar eso de mí? Ya estando ambos vestidos luego de su arrebato, su habitual frialdad toma posesión de sus hermosos rasgos. Maximiliano Hawks era de una belleza dura y fría, como si un dios nórdico lo hubiera hecho a su imagen y semejanza. Sin decirnos nada más, salí primero para esperarlo en el auto y que él fuera después… era parte del acuerdo que firmamos hace tres años. Tal vez era demasiado tiempo siendo la amante secreta de mi jefe, pero en cuanto lo vi supe que quería que me viera. No solo me vio, también me prometió casarnos y hacer pública nuestra relación. Es solo que eso aún no llega. Cada vez que me trata solo como su asistente fuera de las puertas de la habitación de hotel, mi corazón se resquebraja un poco más. Pero soy paciente, puedo esperar un poco más. Cuando llegamos a Hawks Holdings y subimos al oído donde estaba nuestras oficinas, su familia ya lo estaba esperando en la recepción. Tragué grueso y bajé la mirada, a ellas no les gustaba que las mirara a la cara como si fuéramos iguales. No le caía muy bien a su hermana Michelle o a… básicamente nadie de esa familia. —Al fin llegas, Max —dijo su madre poniéndose de pie—. ¿Cómo es que vengo a almorzar con mi hijo y este no está? ¿Dónde estabas? ¿Cómo es que nadie sabe decirme dónde está mi hijo? Su madre, Brigitte Hawks, es una mujer rubia de mediana edad, muy elegante y con clase. Su cabello recogido en un elegante moño apretado, un vestido exclusivo y a la medida como le gusta presumir. Se levanta y le da dos besos al aire cerca de las mejillas de mi jefe, el señor Hawks. —Eso es porque trabajo, madre —dijo mi jefe sin inmutarse por los arrebatos de su madre. Yo supongo que debe estar acostumbrado a eso, yo por mi parte trato de minimizar me cada vez que ella esta cerca. La mujer era como los tiburones olían el miedo y la sangre. —Traje a Liliane Williams para que vayamos todos juntos a comer, querido ¿Recuerdas cómo solían decir que se iban a casar antes de que ella viajará al exterior? —dijo la madre sin desistir en su empeño en hacer lo que ella quería como casi siempre que se sale con la suya— acaba de llegar del exterior y quería darle una bienvenida. Mi corazón se tambalea al escuchar el nombre de la mujer en boca de la mamá de Max y admitir que salían juntos, me giró rápidamente para verla y allí estaba ella, su cabello rubio platinado suelto y enmarcando su rostro con hondas que parecen naturales, pero que de seguro es hecho en una peluquería, su vestido púrpura que llegaba a la rodilla resaltaba su esbelto cuerpo, era tan diferente a mí que resaltaba como un pulgar dolorido. No debería compararme con ella, también soy hermosa, solo que no del modo tradicional y gentil como ella. Soy más exuberante y hasta podría decir que con un buen cuerpo si me fijo en lo que dicen los hombres de mí. —¿Viste quien llegó? —dijeron en la oficina, las voces con los chismes corriéndose rápidamente. —Escuché hace una semana que regresó de Londres —dijo una chica. No pude reconocer esas voces, eran solo ruido sordo para mí— el jefe debe estar encantado en tenerla tan cerca de nuevo. La señora Brigitte amaba a Liliane, siempre contaba cosas de ellos dos juntos cuando yo estaba cerca y afirmaba que ella volvería a recuperar su lugar como lo que es, la novia de su hijo y que por eso su hijo no se casaba aún… porque la estaba esperando. ¿Es cierto? ¿La está esperando?307Tomás y Fabricio estaban en una tienda de artículos para bebés, rodeados de estanterías llenas de peluches, ropita diminuta y juguetes de colores pastel.—¿Qué tal un peluche? —sugirió Fabricio, sosteniendo un osito marrón con un moño azul en el cuello.—No, no —Tomás negó con la cabeza de inmediato—. Leí que esa tela puede causar alergias en los recién nacidos y, además, los peluches son un depósito de gérmenes.Fabricio suspiró y dejó el peluche en su sitio.—Está bien, señor "todo lo sé sobre bebés" —bufó con diversión—. Entonces, ¿qué tal si mejor compramos ropa?Tomás cruzó los brazos, pensativo.—No es mala idea, pero hay que asegurarnos de que sea de algodón orgánico. No queremos que la piel del bebé tenga reacciones alérgicas.Fabricio se quedó en silencio un momento, mirándolo fijamente.—Tomas… ¿estás nervioso?—¿Qué? No.—Llevamos dos horas aquí, y a todo le encuentras un "pero".Tomás desvió la mirada, incómodo.—Solo quiero que sea un buen regalo. No quiero llevar cua
306Callum estaba viendo una película. No tenía mucho sueño y estaba ansioso.Isabel ya estaba en sus últimos días de embarazo y eso lo llenaba de inquietud. No importaba cuántas veces intentara convencerse de que todo iba a salir bien, su mente no dejaba de imaginar todos los escenarios posibles.—Cariño —dijo una voz femenina a su espalda.Callum se giró de inmediato y vio a Isabel de pie en la entrada de la sala, su silueta iluminada por la tenue luz del televisor.—Amor, ¿estás bien? —preguntó con ansiedad, poniéndose de pie al instante.—Estoy bien —respondió ella con una sonrisa suave—. ¿Por qué no vamos a dormir? No me gusta dormir sin ti.—Vamos.Callum apagó el televisor sin pensarlo dos veces y se acercó a ella, sosteniéndola con cuidado para ayudarla a caminar hasta la habitación. Se aseguraba de que no hiciera demasiado esfuerzo, cuidándola como si fuera lo más preciado del mundo.Cuando llegaron a la cama, la ayudó a acostarse y luego levantó la colcha para meterse con el
305La boda había llegado cuanto antes, Maximiliano quería que Julieta llevara su apellido, que su hija fuera parte de su familia de forma oficial. El salón estaba radiante. La luz de las lámparas de cristal reflejaba el brillo de las copas, de los cubiertos de plata y de las miradas cómplices que se cruzaban entre los invitados. La música flotaba en el aire, ligera y elegante, envolviendo a Maximiliano y Julieta en su propio mundo mientras danzaban en el centro de la pista.Ella llevaba un vestido que parecía hecho de estrellas. Cada movimiento hacía que la tela brillara como si guardara un pedazo del cielo nocturno en su interior. Él, con su traje negro perfectamente ajustado, tenía el porte de un rey, pero en ese momento solo era un hombre enamorado, completamente entregado a la mujer que tenía entre sus brazos.—No puedo creer que ya seas mi esposa —murmuró Maximiliano, acercándose peligrosamente a su oído.—Ni yo que hayas sobrevivido a la boda sin matar a nadie —le respondió ell
304El frío de los Alpes se desvanecía en la calidez del reencuentro. Cada uno se refugiaba en su cabaña, pero el destino—o quizás la complicidad—los había reunido para compartir más que un paisaje nevado. Tomás, siempre el que conectaba a las personas, había traído a Maxime, la hija de Max y Julieta, para que la familia se volviera a abrazar sin el peso de viejas batallas. Los enemigos, ya castigados por su propia mano o por la ley, se habían disipado, dejando solo la libertad y la alegría de un futuro sin sombras.Reunidos en el vestíbulo de una de las cabañas, el ambiente era festivo y cómplice. Entre risas y miradas cómplices, Tomás, con esa picardía que lo caracterizaba, lanzó:—Bueno, ahora ustedes son pareja o no —señala al par que tiene frente a él.Max no dudó en responder sin tapujos:—Lo somos —asintió con la alegría desbordándose de él.Julieta, al oír la afirmación, sintió cómo el calor se extendía por sus mejillas, tiñéndolas de un rojo vivo. Con una sonrisa tímida, conf
303Dimitri sabía que su suerte estaba echada. Desde el momento en que perdió el apoyo del viejo Fernando y su hija quedó fuera de combate, se convirtió en un objetivo fácil. Sus aliados lo abandonaron, los contactos que antes le prometían protección ahora ni siquiera le contestaban el teléfono.Esa noche, con la gorra bien calada sobre la cabeza, caminaba rápido por una calle secundaria de la ciudad. Tenía un plan: cruzar la frontera con un pasaporte falso y desaparecer. Tal vez Sudamérica, tal vez Asia. No importaba dónde, lo único que importaba era salir con vida.Pero antes de llegar al punto de encuentro con el falsificador de documentos, su instinto le gritó que algo iba mal.Demasiado silencio.Demasiado vacío.Dio un paso hacia atrás, listo para correr, cuando sintió el cañón frío de una pistola en la base del cráneo.—No lo hagas más difícil, Dimitri —dijo la voz de Marcelo, seca y peligrosa.Dimitri tragó en seco. Maximiliano apareció de entre las sombras, con una calma crue
302.Dimitri estaba desesperado. No tenía un lugar donde quedarse, ni dinero, ni aliados. El viejo Fernando, su última esperanza, lo había abandonado sin miramientos.Primero, vendió la mansión para pagar su propia deuda. Luego, al enterarse de que su hija Liliane estaba en el hospital, liquidó lo que le quedaba y desapareció sin dejar rastro. Dimitri se quedó solo, sin apoyo y con la sombra del Pakhan cada vez más cerca.Ignati lo estaba cazando.O al menos eso era lo que Dimitri sentía. No había movimientos directos en su contra, ninguna amenaza clara. Solo un juego macabro donde él era el ratón y el león solo esperaba el momento adecuado para devorarlo.Apretó los dientes y bajó la gorra sobre su rostro, intentando ocultar su identidad mientras caminaba entre la multitud. No podía arriesgarse a ser reconocido.El problema era que el tiempo jugaba en su contra.***Mientras tanto, en un mundo completamente distinto, Julieta estaba abrumada de trabajo. Las reuniones, las llamadas, la
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