Scott estaba furioso, empujando a Michael contra una pared, lanzándole puños sin pensarlo. Los gritos de la multitud se mezclaban con el sonido sordo de los golpes.—¡Te vas a arrepentir, Barrientos! —grita Scott, lanzando otro puñetazo directo al rostro de Michael.Michael, tambaleándose, se preparó para contraatacar, cuando dos de sus amigos, peloteros del equipo, lo interceptaron y comenzaron a sujetar a Scott.—¡Basta, Scott! ¡Maldita sea!—grita uno de los amigos, sujetándolo por los brazos—. ¡No vamos a dejar que esto llegue más lejos, así que se calman!Scott, con el rostro lleno de ira, intentó soltarse, pero los amigos lo mantuvieron sujeto.—¡Déjame, mar maldita! ¡Hijos de la pringada madre!—ruge, con los dientes apretados.Julieta, al ver lo que sucedía, corrió hacia ellos, con su corazón latiendo fuerte por la mezcla de furia y confusión. Vio la escena y no pudo más.—¡Basta, Scott! —exclama, acercándose rápidamente—. ¡Déjate de mamadas, él no te ha hecho nada! ¡Eres el pro
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