Cuando él termina dentro y se va a inclinar para besarla, ella rompe el silencio.
—Si ya hiciste lo que te dió la gana, aléjate de mi.
Sus palabras parecieron atravesarlo como un rayo. Scott la soltó al instante y retrocedió, jadeando mientras se acomoda el pantalón. Su pecho subía y bajaba con violencia. Julieta se abrazó a sí misma, con el rostro manchado de lágrimas, la respiración entrecortada y el corazón latiendo como tambor mientras el semen se deslizaba por su entrepierna.
Hubo un silencio sepulcral. Él la miraba con culpa, como si recién se diera cuenta de lo que había hecho.
—Lo siento... —murmura—. No fue mi intención... No quería lastimarte, Julieta. De verdad...
Ella alzó la mirada con una furia que cortaba.
—¿Y eso lo justifica todo? ¿Tu impulso, tu desesperación? ¿Tu maldito egoísmo?
Y entonces, sin pensarlo, levantó la mano y le dio una cachetada tan fuerte que resonó en todo el vestidor.
Scott se quedó tranquilo. No se defendió, no dijo nada. Cerró los ojos un momento