CAPÍTULO 5: El último desayunoAl día siguiente, Rebecca se levantó antes que el sol. Caminó descalza por la cocina, como tantas veces lo había hecho. Encendió la cafetera y el sonido burbujeante llenó el ambiente. Cortó pan con precisión, batió huevos con movimientos lentos y seguros. Preparó el desayuno como lo había hecho cientos de veces para Henry, aunque él siempre había encontrado la forma de despreciarlo. Un “no quiero desayunar contigo”, un “¿quién te dijo que sabes cocinar?”, un “deja de molestarme” eran frases que habían acompañado casi todas sus mañanas.Pero esa mañana, Rebecca no cocinaba para complacerlo. Cocinaba para despedirse.El aroma a café recién hecho llenó la casa, mezclándose con el olor a pan tostado. Rebecca colocó los cubiertos con una precisión casi quirúrgica, y en el centro de la mesa, junto a las tazas, estaban los papeles del divorcio, bien a la vista, como una señal luminosa.Henry bajó las escaleras con paso firme y cara de no haber dormido precisame
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