Mundo ficciónIniciar sesiónUn trágico accidente dejó a Abner, el padre de Alina, gravemente herido en el hospital. El coste del tratamiento era altísimo, mientras su familia ya no tenía nada. Para salvar la vida de su padre, Alina se vio obligada a seguir el consejo de Betty, una vieja amiga de su madre adoptiva, y conocer a un hombre rico llamado señor Aaron. Aaron solo quería una cosa: una chica pura, sin pasado. Alina no pudo confesar la verdad. Calló heridas que llevaba tiempo guardando, todo por conseguir el dinero que podría salvar a su padre. Pero cuando la verdad salió a la luz, Aaron se sintió traicionado. El pago fue reducido. Su dignidad, pisoteada. Aun así, Alina resistió. No por amor… sino por su familia. Lo que Aaron no sabía era que la joven que había comprado llevaba tiempo enamorada de su propio hijo: Zack. El amor, el sacrificio y los secretos colisionan en esta historia triangular llena de dolor.
Leer másDos años. No es poco tiempo para Alina y Zack. Mantuvieron una relación llena de secretos y dulzura romántica, oculta entre las sombras del campus y el bullicio de la ciudad. Pero aquella noche, todo cambió.
Una noche sombría en un hotel de cinco estrellas, botellas de vino esparcidas por el suelo. La tenue luz del candelabro iluminaba sus cuerpos entrelazados en un abrazo, embriagados de amor y alcohol. —Te amo —murmuró Zack con voz ronca, los ojos medio abiertos—. No me dejes nunca. Alina solo soltó una risita suave, acariciando la mejilla del hombre que le había hecho enamorarse una y otra vez. Pero a la mañana siguiente, solo quedó el silencio. Zack se había ido. No dejó una nota, ni un mensaje. Solo el rastro de su perfume masculino en la almohada... y una herida en el corazón. Ese día marcó el punto de quiebre que cambió la vida de Alina. --- Esa tarde, la lluvia caía con fuerza. Alina acababa de regresar a casa tras desaparecer por dos días, solo para ser recibida por el rostro frío de Melisa, su madre adoptiva. —¡ALINA! El grito de Melisa retumbó por toda la casa. La mujer de mediana edad arrojó el móvil sobre la mesa. Sus ojos estaban rojos, no por el llanto... sino por la ira que ardía dentro de ella. —¡Tu padre... ha tenido un accidente! ¡Lo han llevado al hospital! —gritó Melisa, arrojando su bolso con violencia. El corazón de Alina pareció detenerse. —¿Qué? ¿Papá tuvo un accidente? ¿Cómo está ahora, mamá? —¡¡Por tu culpa!! —Melisa la señaló con el dedo—. ¡Te buscó toda la noche después de que huiste de casa! ¡Ahora está en estado crítico! Las lágrimas de Alina cayeron al instante. —Tengo que ir a verlo —dijo, corriendo hacia la puerta. Pero Melisa la detuvo. —¿¡Con qué dinero!? ¿¡Crees que un hospital es barato!? ¡La operación de tu padre cuesta cientos de millones! ¿¡De dónde vamos a sacar tanto dinero!? Alina se quedó inmóvil. Su cuerpo temblaba. Su mente buscaba desesperadamente una solución, pero no hallaba forma de reunir tanto dinero en tan poco tiempo. —Y-yo... buscaré trabajo. Lo prometo. Melisa la miró con frialdad, sus labios se curvaron con sarcasmo. —Ya hay una salida. Vamos a ir donde Betty. —¿Quién es Betty? Melisa soltó un largo suspiro. —Es... alguien que puede ayudarnos. Pero tienes que venir conmigo. ¡Ahora! . Aquel lugar olía a perfume caro... y pecado. Allí, mujeres hermosas se alineaban como mercancía en vitrina. Betty las recibió con una sonrisa falsa y una mirada que desnudaba el alma. Vestida con un ceñido vestido rojo, Betty abrió la puerta del lounge de lujo en el centro de la ciudad. Su sonrisa era fina, cargada de juicio. —¿Es esta la chica de la que me hablaste? —le preguntó a Melisa. —Sí. Hermosa, joven, intacta. Pero ahora necesita mucho dinero. Betty observó a Alina como quien examina un objeto en subasta. La incomodidad se apoderó de Alina. —No soy una prostituta —declaró Alina con voz baja pero firme. Betty soltó una risita. —Cariño, todo el mundo tiene un precio. Tú solo no sabes aún cuál es el tuyo. Alina apretó los dientes. Pero la imagen de su padre inconsciente en la UCI golpeaba su conciencia una y otra vez. —¿Quién… me va a “comprar”? —preguntó con voz temblorosa. Betty sonrió, luego sacó una foto de un hombre elegante, de unos cincuenta años, vestido con un traje caro y un rostro enigmáticamente sereno. —El señor Aaron. Es uno de los empresarios más ricos de América. Si aceptas, tu vida cambiará en una sola noche. Alina contempló la foto por unos segundos. —Se ve… demasiado mayor —murmuró, un poco incómoda. —Eso no importa, Alina. Incluso podrías bañarte en dinero si te conviertes en su amante —dijo Betty con tono seductor. . El apartamento de lujo en las afueras de la ciudad la recibió con aroma a vino y rosas blancas. Esa noche, Alina se sentó en el amplio salón, con el corazón palpitando con fuerza. La puerta se abrió lentamente, y apareció él… el señor Aaron. Alina se puso de pie, nerviosa, pero controló su expresión. No se atrevía a moverse. Aaron le indicó que entrara, la observó brevemente y luego la condujo al salón. Ahora, Alina estaba sentada en un sofá suave dentro del lujoso apartamento del señor Aaron. Su cuerpo rígido, su mente hecha un caos. Aaron sirvió vino en una copa de cristal y la miró con atención. —No te estoy obligando. Si quieres irte, la puerta está abierta. Alina miró la copa frente a ella. —No estoy aquí porque quiero... sino porque debo... —le costaba explicar que en realidad no era una chica de compañía. Aaron lo comprendía. Los gestos de Alina lo decían todo. —En la vida, muchas cosas simplemente... suceden —dijo Aaron con serenidad—. Te gusten o no, igual tienes que enfrentarlas. Se quedaron en silencio, sentados uno frente al otro durante un largo momento. Luego, Aaron la miró a los ojos. —No quiero tu cuerpo esta noche. Quiero saber: ¿qué buscas en tu vida, Alina? La pregunta la dejó paralizada. Pensó que se enfrentaría a un hombre sediento de placer, no a alguien que... le preguntara por sus sueños. —Quiero estudiar. Y después, tener mi propio negocio. Pero... ahora todo parece imposible. Aaron asintió, como si entendiera un peso que él jamás había tenido que cargar. —Si te quedas a mi lado, te ayudaré a lograrlo. Alina contuvo el aliento. El mundo a su alrededor comenzó a tambalear. —Estoy dispuesta —respondió en voz baja—. Pero no me toques sin mi permiso. Aaron alzó su copa. —Un trato justo. Y así fue como esa noche, Alina se vendió. No su cuerpo... sino sus decisiones. Lo que no sabía era que el hombre que ahora era su salvador... sería quien más la haría sufrir algún día.Alrededor de las cuatro de la madrugada, el señor Aaron se despertó de su profundo sueño. La habitación seguía oscura, solo la tenue luz de la lámpara de noche se reflejaba en la pared. El sonido de las notificaciones de su teléfono vibraba una y otra vez sobre la mesilla junto a la cama.Aaron tomó el móvil con el rostro sombrío. Entrecerró los ojos al leer los mensajes que llegaban sin cesar. Luego soltó un largo suspiro y giró la cabeza hacia Alina, que aún dormía profundamente a su lado. La muchacha parecía tan tranquila, como si el mundo exterior jamás hubiera osado perturbarla.Con lentitud, su mano se alargó para acariciar la suave mejilla de Alina.—Cariño, ¿puedes despertarte un momento? —murmuró; su voz sonaba dulce, aunque un frío oculto se deslizaba tras aquel tono.Alina parpadeó lentamente. Con los ojos medio abiertos, distinguió la figura del señor Aaron de pie a su lado.—¿Hm? ¿Qué ocurre, señor? —su voz era ronca, todavía cargada de sueño.—Levántate un instante. Desp
Alina salió despacio del baño, con el cuerpo temblando de vergüenza. La lencería negra y delgada se adhería a su piel, dejando ver cada curva bajo la luz de la lámpara del cuarto. Su cabello aún ligeramente húmedo añadía un aire de fragilidad que la hacía parecer aún más vulnerable.El señor Aaron permaneció en silencio unos segundos, sus ojos recorriendo todo el cuerpo de Alina con una mirada satisfecha. Llevaba ya varios días sin verla, ocupado en recuperar la confianza de Isabella con sorpresas y atenciones.Una leve sonrisa apareció en los labios de Aaron. Se levantó y se acercó.—Eres preciosa… —susurró. Su mano grande se posó en el hombro de Alina, descendiendo lentamente por su brazo.Alina bajó la cabeza, con las mejillas encendidas.—S-Señor…—No tengas miedo, cariño —su voz sonaba profunda, autoritaria—. Solo quiero que esta noche seas completamente mía.La atrajo hacia su pecho. El aroma a jabón del cuerpo de la joven lo embriagó aún más, haciéndole perder el control. Sus l
Alina se vio obligada a pedirle a Zack que se metiera en su armario. No era sin motivo: según ella, aquel era el único lugar lo bastante seguro para ocultarlo de la mirada del señor Aaron.—Alina, espera un momento… —Zack intentó detenerla, con el rostro tenso.—¡Zack! ¡No tenemos mucho tiempo! —susurró Alina con pánico.—Pero… —Zack todavía dudaba, mirando hacia la puerta de la habitación, que temblaba cada vez que se oían los golpes fuertes.—¡Entra rápido! —susurró Alina con voz temblorosa pero firme. Empujó el cuerpo de Zack hacia el armario, que ya había vaciado antes, y cerró la puerta con fuerza, echando el pestillo.Los golpes en la puerta eran cada vez más insistentes. Alina se apresuró a calmar su respiración y abrió la puerta.El señor Aaron estaba erguido en el umbral, su rostro imponente pero inquisitivo. Sin esperar a ser invitado, entró con pasos pesados que hicieron crujir el suelo.—Señor… —la voz de Alina casi se quebró. Intentó sonreír, aunque el temblor de sus labi
Zack caminaba de un lado a otro dentro de su habitación del apartamento. Sus pasos tambaleantes parecían no encontrar un lugar firme donde apoyarse. El pecho le ardía, atrapado entre la ira y la preocupación. Estaba decepcionado por la actitud de Alina, pero al mismo tiempo, el temor por su seguridad era más fuerte que cualquier otra cosa.¿Qué iba a pasarle? ¿Y si ese hombre mayor, el señor Aaron, realmente llegaba a hacerle daño a Alina? Cuando Zack supo que ella estaba completamente ebria, aquel sentimiento arrasó con toda la rabia que había sentido antes. ¿Decepción? Sí. Pero más allá de eso, la preocupación le calaba hondo, oprimiéndole el pecho.Zack no podía quedarse quieto. Intentó llamarla una vez, dos veces, hasta cuatro, pero no hubo respuesta. Con cada segundo que pasaba, la ansiedad crecía. Sabía que, si existía algo capaz de destruirlo más que cualquier otra cosa, era perder a Alina.Con una profunda inspiración, Zack tomó su chaqueta negra y las llaves del coche. Sabía
Tras la partida de Zack del apartamento, el silencio solo duró unos minutos antes de que el timbre sonara repetidamente, rompiendo la calma.Alina se apresuró hacia la puerta, con el corazón latiéndole con fuerza. Sabía perfectamente quién estaba al otro lado… y no quería provocar aún más su ira. En cuanto abrió, allí estaba el señor Aaron, con el rostro adusto, la mandíbula apretada y la mirada tan afilada que parecía querer despellejarla.Sin pronunciar palabra, Aaron entró. Sus pasos se mantuvieron a la par de los de Alina, pero la tensión que desprendía hacía que el aire se volviera sofocante.—¿De dónde vienes? —preguntó con frialdad, clavando sus ojos en los de Alina.—Yo…—¡Sé que vienes del club! —la interrumpió, al tiempo que le agarraba de pronto el cabello, obligándola a levantar el rostro—. ¡Responde, Alina!—Y-yo… —gimió Alina, encogiéndose de dolor. Sus ojos se enrojecieron; su expresión dejaba claro que no podía ocultar la verdad.—¡Cómo te atreves a apagar deliberadame
Antes de que Alina pudiera cerrar la puerta, Moson de pronto empujó su cuerpo hacia el interior del coche y se sentó en el asiento justo al lado de la chica. La respiración de Alina seguía agitada, sus ojos vidriosos, y el resto del alcohol hacía que su cabeza girara.—Moson… ¿qué quieres? —preguntó Alina con voz ronca, casi en un susurro.—Yo… solo… —Moson intentó buscar las palabras, pero la mirada que le dirigía decía otra cosa.—Baja de mi coche. Me voy a ir —dijo Alina, con la mano temblando sobre el volante.Moson no hizo caso. Al contrario, inclinó el cuerpo, observando de cerca aquel rostro pálido pero cautivador. Desde hacía rato, su mente estaba llena de un único deseo: besar esos labios. Este encuentro, para él, era demasiado especial.—Moson, no hagas tonterías… —Alina intentó apartarse, pero Moson le sujetó el rostro entre sus manos.—Solo un momento, Alina… —su voz fue suave, pero con un matiz de imposición.—¡No quiero! ¡Estás loco! ¡Sal de mi coche! —Alina le empujó el
Último capítulo