El cielo de la tarde se tornó anaranjado cuando Alina salió del edificio de su empresa. Los tacones de sus zapatos golpeaban el mármol del vestíbulo con un ritmo firme: los pasos de una mujer que sabe hacia dónde va su vida.
Todas las miradas se giraron al verla pasar. Desde el personal común hasta los gerentes sénior, todos sabían quién era Alina Sierra: la joven subdirectora, inteligente, aguda y que nunca dudaba en tomar grandes decisiones.
Sasha la esperaba en el vestíbulo con una sonrisa radiante.
—¿Vas a ir a la gala la próxima semana?
—Tengo que hacerlo —respondió Alina, ajustándose las gafas de sol—. Es la gala benéfica más importante del año. Y Aaron me pidió que asistiera.
Sasha suspiró, luego enganchó su brazo al de Alina.
—Todo el mundo habla de ti, ¿lo sabías? La mujer joven más influyente menor de treinta. En serio, eres como...
—¿...el ambicioso proyecto de un hombre mayor? —interrumpió Alina, con tono plano.
Sasha se sobresaltó, pero Alina soltó una risita suave.
—Es broma. Aunque sí... a veces yo también lo pienso.
El rostro de Alina se nubló por unos segundos, pero luego volvió a sonreír. Sasha se arrepintió de haber dicho algo de más.
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La gala era deslumbrante. Caballeros de traje negro y mujeres con vestidos brillantes llenaban el salón de baile, transformado en un palacio de cristal. La música clásica flotaba desde el escenario. Las copas de champán se alzaban por doquier.
Alina entró con elegancia, envuelta en un vestido dorado, el cabello recogido a la perfección, un collar de esmeraldas adornando su cuello. No tardaron en acercarse los inversores, dueños de medios y jóvenes empresarios para saludarla.
Pero ella no sabía que alguien la observaba desde lejos.
Un hombre se mantenía inmóvil junto a la pared, contemplando la silueta de Alina como si el tiempo se hubiera detenido.
Zack Gldwin Edbert.
Tres años. Sí, ya habían pasado tres años desde que desapareció sin dejar rastro. Y ahora... estaba allí, en el mismo lugar, mirando a la mujer que había dejado atrás. No fue por voluntad propia, sino por obligación.
Ese rostro... seguía siendo el mismo. Pero la mirada de Alina ahora era fría y firme. Ya no suplicaba, ya no esperaba. Zack veía una nueva versión de Alina.
Inspiró hondo y, con cierta duda, caminó hacia la hermosa mujer.
—Alina.
La voz de Zack retumbó en los oídos de Alina como un golpe seco. Giró lentamente, y cuando sus ojos se encontraron con los de Zack, el mundo pareció detenerse.
En su mente, los recuerdos de hace tres años comenzaron a reproducirse, aquel último encuentro que tuvieron.
Alina sacudió los pensamientos de su mente. Mientras Zack se acercaba, ella no dijo nada.
—Has cambiado —dijo Zack en voz baja.
—¿Y tú no? —respondió Alina, con tono afilado.
—Lo siento... me fui sin explicación. Pero quiero...
—No —Alina levantó una mano, dando una leve palmada en el hombro de Zack—. No empieces con un “lo siento”. El mundo está lleno de hombres que regresan trayendo esa palabra.
Zack bajó la mirada.
—Te estuve buscando —intentó explicar.
—¡Demasiado tarde! —Alina sonrió con sarcasmo.
Zack la miró con arrepentimiento.
—No sabes... tenía mis razones.
—Y yo, mis heridas. Estamos a mano —replicó ella con expresión altiva.
A su alrededor, la gala seguía animada, pero para ellos, el tiempo se había congelado.
Zack dio un paso más.
—Alina, si supieras lo que ocurrió hace tres años... pero siento que no hay tiempo suficiente para contarlo...
—Tienes razón, Zack. Yo tampoco tengo tiempo para escuchar tus mentiras.
—Alina, no he podido olvidarte. Quiero arreglarlo todo —Zack intentó tomar su mano, pero ella rápidamente la escondió detrás de su espalda.
Alina soltó una carcajada seca.
—¿Crees que mi vida se arruinó sin ti?
—No —respondió Zack de inmediato—. Justo porque veo que tu vida va tan bien, siento que... debería estar a tu lado otra vez.
Alina entrecerró los ojos.
—No me des un discurso dramático. Ya no eres el protagonista de mi historia, Zack.
Zack la miró fijamente.
—¿Tienes a alguien más?
Alina guardó silencio. En su mente apareció la imagen del señor Aaron: el hombre que la moldeó, que le dio fuerza... y también caos.
—Yo.
Su respuesta sorprendió a Zack.
—Ahora, soy la protagonista de mi propia vida —continuó Alina—. Y tú... solo eres un capítulo que ya leí. Pero no quiero volver a leer.
Zack rió con amargura.
—Lo sé, cometí un error fatal y merezco tu enojo.
—Ya superé esa fase. Ahora simplemente no te necesito —concluyó, con firmeza.
Alina se dio la vuelta. Pero antes de alejarse, Zack dijo en voz baja:
—Me quedaré aquí. Hasta que me perdones. Te lo demostraré... ya no soy el mismo Zack de antes.
Los pasos de Alina se detuvieron un instante. Pero no se giró. Se quedó quieta, sintiendo el nudo en el pecho tras escuchar aquellas palabras.
Luego siguió caminando, dejando a Zack solo, permitiendo que la herida se abriera otra vez, solo para asegurarse... de que no volvería a quebrarse por ella.
Mientras tanto, desde el piso superior, el señor Aaron observaba todo desde detrás del cristal. Su mirada era afilada, la mandíbula apretada al ver a ese joven hablando con Alina de una forma que no le gustaba.
Sin embargo, Aaron no reconoció a Zack, su propio hijo. Solo podía ver su espalda desde aquella distancia.
El señor Aaron asumió que aquel joven simplemente tenía interés en Alina.
—¡No permitiré que ningún hombre me la quite! —gruñó Aaron entre dientes.
Sabía que, a los ojos de los hombres, Alina era muy atractiva, y no dudaba que muchos millonarios jóvenes intentarían acercarse a ella.
Presionó un botón en su teléfono para llamar a alguien.
—¡Averigua quién es ese tipo, ahora mismo!
Luego se puso de pie, contemplando su reflejo en el ventanal. Los celos y la rabia eran evidentes en su rostro, marcado por algunas arrugas.