Han pasado tres meses desde aquella noche.
Alina ya no era la chica que bajaba la cabeza por miedo, la que lloraba en silencio en la esquina de una cama angosta con una manta prestada. Ya no era tratada diferente por su madre adoptiva, en comparación con su hermana menor, Alisa. Su vida cambió rápido… demasiado rápido, incluso para asimilarlo. Vivía en un apartamento lujoso, con un armario lleno de vestidos de diseñador y una cuenta bancaria con cifras que casi no podía creer. Pero eso no era lo que realmente la hacía quedarse. El señor Aaron le había dado algo mucho más raro: una oportunidad. —Esta universidad no es un juego, Alina —dijo el hombre de mediana edad una mañana, mientras desayunaban en el balcón de la villa. Alina, vestida con una blusa blanca y una falda negra, asintió con determinación. —Lo sé. Y no voy a jugar. —Esbozó una pequeña sonrisa. Aaron la miró fijamente. —Inteligente. Pero el mundo no solo necesita inteligencia. Tienes que aprender a resistir y a luchar. Alina sostuvo su taza de té con fuerza. —Voy a luchar. Por mi futuro. Y también para hacer feliz a papá. Aaron asintió lentamente. Nadie sabía lo que pensaba en ese momento, ni siquiera Alina. Pero lo que sí era evidente, era que el hombre veía un potencial en esa joven a la que estaba financiando. No solo era hermosa. Era inteligente, aprendía rápido y tenía coraje. . Los días en aquella prestigiosa universidad no fueron fáciles. Alina siempre estaba en el centro de atención, no por su origen, sino por su brillantez. Destacaba en la clase de estrategia empresarial, e incluso corrigió a un profesor durante una acalorada discusión. Desde entonces, todos empezaron a mirarla. —Seguro es hija de algún funcionario —susurraban algunos estudiantes. —¡Mira su reloj… es de edición limitada! —añadió otro. Alina respondió con una leve sonrisa y luego bajó la mirada hacia sus apuntes. No tenía que explicar nada a nadie. Porque su secreto debía permanecer bien guardado y en orden. En la universidad, solo tenía una amiga cercana: Sasha, una chica alegre, honesta y leal. Estudiaban juntas con frecuencia, y Sasha nunca preguntaba sobre el pasado de Alina. Tal vez porque sabía que había heridas que no debían abrirse. Ambas se concentraban únicamente en aprender cada materia. . Una noche, Alina se miró al espejo en su habitación. Esa chica… ¿quién era ahora? Un vestido de terciopelo rojo envolvía su cuerpo. Su cabello estaba recogido con elegancia. Tacones altos y un collar de diamantes adornaban su cuello. Pero sus ojos… aún guardaban heridas sin sanar. El sonido del móvil la sobresaltó un poco. En la pantalla aparecía el contacto “Señor Aaron”. Alina contestó de inmediato. —Mañana iremos al evento de gala. Lleva a Sasha también. Quiero verlas brillar —dijo la voz grave al otro lado. Alina frunció el ceño. —Pensé que… solo era tu sombra. —Eres mucho más que eso, Alina. El mundo sabrá quién eres realmente. Y se sorprenderán de mi amada —la sonrisa del señor Aaron se percibía desde el otro lado de la línea. La llamada se cortó. Mientras tanto, las mejillas de Alina se sonrojaron intensamente. Aquel hombre mayor sabía muy bien cómo seducirla. Alina volvió a mirar su reflejo. —¿Se sorprenderán, eh? —murmuró. Está bien, se aseguraría… de que el mundo se sorprendiera, no por quién pagaba sus gastos, sino por quién era ella en realidad. Alina tenía derecho a sentirse orgullosa, porque no solo era gracias al señor Aaron, también había trabajado muy duro para llegar a ese punto. . Seis meses después, Alina se graduó con honores, cum laude. Por supuesto, eso hizo que el señor Aaron se sintiera aún más orgulloso de ella. Darle una oportunidad a Alina no había sido en vano. Aaron cumplió su promesa. Impulsó a Alina y a Sasha para ingresar a una de las mejores empresas de su propiedad, como candidatas estratégicas. Y no solo eso, en secreto Aaron añadió una recomendación directa al consejo directivo. Y el milagro ocurrió. En poco tiempo, Alina ocupó un cargo importante en el departamento de análisis de mercado. —Haces que muchas personas te envidien, ¿sabes? —susurró Sasha un día durante el almuerzo. Alina sonrió levemente. —Es porque no conocen mi lucha. Detrás de aquel logro, el señor Aaron la observaba en silencio. No era solo un protector… era alguien que, poco a poco, se estaba atando con sentimientos más profundos. La admiración se transformó en obsesión. Con el tiempo, los sentimientos se convirtieron en un amor cada vez más fuerte. Y en su interior, crecía el deseo de darle más. Una noche, después de una larga reunión, Aaron llamó a Alina a su oficina. —A partir de mañana, esta empresa no será solo mía. Alina frunció el ceño. —¿Cómo dice? Aaron colocó una carpeta sobre el escritorio. Alina la miró, desconcertada. —La mayoría de las acciones de esta filial… ahora están a tu nombre. Alina se sorprendió. —¿Por qué hace esto? Yo solo— —Tú no eres “solo”. Eres extraordinaria, Alina. El mundo necesita personas como tú en la cima. Y yo quiero que estés allí. A mi lado. Alina se quedó inmóvil. El ambiente se volvió silencioso. El señor Aaron se levantó, colocándose frente a ella. Su mirada era intensa, profunda, y por primera vez… no era la de un protector. —Quédate conmigo, Alina. No solo como socia… sino como alguien de quien pueda sentirme orgulloso en cada aspecto de mi vida. Alina se quedó sin palabras. No sabía qué decir. Lo único que sabía… era que una nueva puerta del destino se había abierto. Y detrás de ella, quizás esperaba la gloria… o la ruina. Poco a poco, el hombre acercó su rostro y olfateó la mejilla de Alina, cubierta con un maquillaje tenue. Los labios de Aaron comenzaron a besar suavemente el cuello largo de la joven. Alina se quedó como una estatua. Solo sentía cada caricia de las manos atrevidas del señor Aaron, cada vez más audaces. Por un lado, se sentía orgullosa de su vida actual y de su carrera cada vez más brillante. Pero la realidad la golpeó de pronto con fuerza: no era más que la amante del señor Aaron.