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Capítulo 4. Grietas Invisibles

La mañana en la sede central de Astra Vitae Holdings se sentía más fría de lo habitual. Alina entró con la mirada fija y determinada, pero en lo más profundo de su pecho… se agitaba una tormenta que no podía controlar.

La noche anterior, el rostro de Zack aún la perseguía. Su mirada. La forma en que pronunciaba su nombre como una oración suspendida. Todo eso ya debería estar muerto. Pero no lo estaba. Sin embargo, Alina seguiría engañándose a sí misma con el odio del pasado.

—Alina, el Director General te está buscando en la sala de reuniones principal —dijo su secretaria mientras le entregaba una tablet con la agenda del día.

Alina asintió, intentando calmar los latidos de su corazón. Caminaba con paso rápido, sus tacones resonaban por el pasillo de la oficina. Pero cada paso le pesaba… como si cargara con las sombras del pasado.

Dentro de la sala de reuniones, el señor Aaron estaba sentado solo al final de la larga mesa cubierta de cristal negro. Su traje impecable, la corbata de color burdeos—el color favorito de Alina, que alguna vez mencionó sin querer en una conversación trivial. Aaron siempre recordaba los pequeños detalles sobre ella.

—Buenos días, Alina —la saludó con suavidad. No era un saludo común entre jefe y subordinada, ni entre padre e hija, sino el saludo tierno dirigido a su amante.

—Buenos días, señor —respondió Alina con una leve inclinación de cabeza.

Aaron le indicó que tomara asiento. Su mirada no era la de siempre—había algo allí. Una tensión sutil. Pero no dejaba entrever nada.

—Hay un nuevo proyecto que quiero confiarte —dijo, entregándole una carpeta roja con el sello de confidencialidad.

Alina la abrió con cautela. Sus ojos recorrieron cada línea. Una gran expansión en el sector energético, con una nueva oficina en Boston.

—Es un proyecto importante —murmuró Alina.

Aaron esbozó una pequeña sonrisa.

—Y tú eres la única persona en quien confío para liderarlo.

Alina se quedó inmóvil. Sabía lo que eso significaba. Pero también sabía... que podría ser una prueba.

—¿Por qué yo? ¿Y no André o Darius? —preguntó Alina.

—Porque necesito a alguien que piense rápido y... sepa guardar los secretos de la empresa.

Había una presión sutil en esas palabras. Alina tragó saliva.

—Este proyecto involucrará a grandes figuras. Incluyendo a un socio extranjero que acabamos de reincorporar.

Aaron se levantó, caminando lentamente hacia la gran ventana.

—Su nombre es Zack Gldwin Edbert.

El corazón de Alina casi se detuvo al escuchar ese nombre. Su cuerpo se paralizó de golpe.

—¿Zack? —repitió, intentando sonar neutral.

Aaron no se volvió.

—Hizo prácticas con nosotros hace tiempo. Luego desapareció del radar. Ahora ha vuelto con conexiones internacionales —explicó el señor Aaron, ocultando deliberadamente que Zack era el hijo del director general.

Alina intentó disimular su sorpresa. Entonces… ¿esto no era una coincidencia?

—¿Trabajará directamente conmigo? —preguntó Alina, un poco nerviosa.

Finalmente, Aaron se giró.

—Sí, si tú estás de acuerdo —afirmó mientras observaba el bello rostro de Alina.

Alina bajó la cabeza, como si reflexionara. Aunque su mente era un torbellino. ¿Por qué el destino siempre la volvía a cruzar con Zack? Ella solo quería olvidarlo, al hombre que una vez la abandonó sin piedad.

—De acuerdo. Yo... acepto el desafío —respondió al fin, forzándose, por miedo a que el señor Aaron sospechara.

Aaron regresó a la mesa, se acercó a ella, y con el dedo levantó su delicado mentón hasta hacerla alzar la mirada. Su voz fría y su mirada penetrante le advirtieron:

—Muy bien. Pero recuerda, cariño... ¡no te atrevas a hacer ninguna tontería!

Alina vio un lado oscuro en aquel hombre mayor.

—No, señor... —balbuceó.

.

Sasha casi derrama su bebida cuando Alina le contó todo en la despensa de la oficina. En un momento de calma, solo estaban ellas dos.

—¿¡Zack!? ¿¡El mismo de antes—al que amabas con locura!? ¿¡Ese que desapareció como un fantasma!? —susurró escandalizada.

—¡Ssshh! —Alina le tapó la boca con una mano mientras asentía con lentitud.

—¿Estás loca? Si el señor Aaron se entera, podrías—

—¿Ser despedida? —la interrumpió Alina.

—¡¡Ser asesinada, Alina!! —soltó Sasha.

Parpadeó, luego rió con nerviosismo.

—Lo digo en serio, Lin. Sabes que el señor Aaron no es solo un millonario. Tiene poder. Puede hacer desaparecer a alguien sin dejar rastro.

Alina miró fijamente la pared vacía tras Sasha. Lo sabía. Y eso era lo más aterrador.

Ese hombre mayor era amable... solo cuando ella obedecía. Si no, el castigo sería mucho más cruel de lo que Alina podía imaginar.

.

Dos días después, se celebró la primera reunión con el equipo de Boston. Alina estaba de pie frente a una gran pantalla, presentando la estrategia de expansión. Su voz era firme y segura, hasta que la puerta de la sala se abrió.

Unos pasos masculinos se escucharon.

Alina dejó de hablar. Sus ojos se fijaron en la figura que acababa de entrar.

Zack.

Él sonrió ligeramente, llevaba una corbata oscura. Su rostro se veía más maduro. Más varonil. Pero su mirada... seguía igual. Cálida y profunda.

—Disculpen el retraso —dijo a los presentes, y se sentó.

Sus miradas se cruzaron por unos segundos. Nadie lo notó. Nadie sospechó. Pero fue suficiente para desestabilizar la concentración de Alina.

Algo había cambiado. Su corazón comenzó a latir con fuerza, aunque trató de mantenerse serena. Para que la reunión siguiera sin contratiempos.

.

Esa noche, Alina estaba sentada en su coche, observando el edificio desde lejos. Su corazón estaba revuelto. No solo por el reencuentro con Zack, sino porque el señor Aaron le había confiado completamente esta misión.

¿Lo habría hecho a propósito? Alina no podía evitar sospecharlo.

Sin embargo, estaba casi segura de que el señor Aaron no sabía nada de su antiguo romance con Zack.

Pero también sabía algo con certeza: si algún día él descubría lo que hubo entre ellos, no existiría la palabra “perdón”.

Ese hombre... podría apuñalarla y hacerla desaparecer en un segundo. Alina debía estar alerta, tener preparadas respuestas si alguna vez el señor Aaron hacía una pregunta sospechosa sobre Zack y ella.

Su teléfono vibró, sacándola de su ensoñación. Era un mensaje de Zack:

“¿Podemos hablar a solas? Te lo prometo, solo hablar.”

Alina miró la pantalla por largo rato. Su expresión era de duda e incertidumbre. Luego, sus dedos escribieron una respuesta:

“Mañana. Pero no vengas a la oficina. Nos vemos fuera.”

Sus manos temblaban mientras dejaba el móvil en su lugar.

El pasado acababa de tocar a su puerta. Y ella no sabía si debía abrirla... o prenderle fuego.

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