Elsa ha construido la vida que siempre quiso: un hogar estable y una relación de dos años con Leo, el hombre con el que planea casarse y tener hijos. Ambos están centrados en el futuro, pero en esa obsesión por la estabilidad, han permitido que la intimidad se desvanezca por completo. Elsa se siente perturbada por el constante rechazo de Leo, incapaz de entender por qué, como mujer, su deseo es ignorado. Justo en medio de este vacío emocional reaparece Damián. Hace cinco años, Damián fue la razón por la que Elsa huyó de su ciudad: un encuentro fugaz a través de una aplicación, marcado por el egocentrismo, el mal humor y un interés puramente físico que ella no pudo afrontar. Ahora, el chico de entonces es un hombre que confiesa no haberla olvidado jamás, y que, con solo mirarla, le recuerda lo que significa sentirse deseada. Lo que comienza como una conversación inofensiva se convierte rápidamente en un secreto que quema. Los besos furtivos y los encuentros íntimos a escondidas con Damián la hacen sentir viva de nuevo, llenando el vacío que su hogar dejó. Elsa sabe que este es un amor con fecha de caducidad. No quiere renunciar al futuro prometedor que tiene con Leo, pero tampoco puede dejar ir la pasión clandestina con Damián. Atrapada entre la seguridad de un hogar sin sexo y la euforia prohibida, Elsa debe decidir qué peso tiene realmente la estabilidad, y si vale la pena dinamitar toda su vida por un reencuentro fugaz que podría costarle todo.
Leer másElsa y Leo están en casa, justo en su habitación en la cama, listos para dormir.
- "Elsa contó las luminarias del techo de su habitación, por sexta noche consecutiva. Estaba acostada boca arriba, sintiendo el calor de Leo a menos de veinte centímetros, pero aquella distancia se sentía más grande que el océano que había cruzado en su juventud. - 'Esta noche lo intento,' se dijo, y giró para rozar su espalda. La respuesta fue el mismo murmullo adormilado de las últimas semanas: (Leo) 'Estoy agotado, cariño. Mañana tengo que revisar el presupuesto. ¿Podemos? -' Ella asintió en la oscuridad, pero por dentro el nudo se apretó. El 'podemos' de Leo no era una pregunta, era una orden, y era la razón por la que esa cama, que debía ser su nido, se había convertido en un desierto." -No era la primera vez. Tampoco la décima. Era la conclusión de un mes completo de rechazos. Treinta días de silencio corporal que contrastaban grotescamente con el ruido constante de la planificación que llenaba su casa. El presupuesto, la hipoteca, el plan quinquenal: todo estaba ordenado y hablado. Todo, excepto ellos dos. Leo era un arquitecto de futuros perfectos y sólidos, pero parecía haber olvidado que un hogar necesitaba cimientos de carne y hueso. -Elsa lo amaba. Amaba su seguridad, la forma en que su mano se sentía firme al tomar la suya, y el futuro de hijos con sus ojos que imaginaba. Pero mientras él se hundía en el sueño tranquilo del hombre satisfecho, una pregunta venenosa comenzaba a gotear en su mente, corrosiva y cruel: ¿Ya no me deseas? Se deslizó fuera de las sábanas, buscando refugio en el baño. Se miró en el espejo, encendiendo la pequeña luz nocturna. No se veía mal. La misma silueta, el mismo cabello. Se tocó la clavícula, luego el escote. No entendía. La mente le gritaba que él estaba estresado, abrumado por la responsabilidad de construirles una vida, que era el trabajo, no ella. Pero la verdad más elemental, la que dolía como un corte profundo, era que su hombre no la quería tocar. Era una ironía amarga. Ella, que había huido de la pasión sin amor hace años, ahora mendigaba el deseo en una relación llena de amor. Apagó la luz, regresó a la cama y se colocó en la orilla, buscando desesperadamente que el calor de Leo no la alcanzara. Ya no quería rozarlo. El contacto se había vuelto una amenaza. Cogió el móvil para distraerse de la soledad que sentía a veinte centímetros. Y entonces, en el destello de la pantalla, apareció una notificación de fantasma. Una solicitud de amistad en una red social de un nombre que había borrado de su vida hacía cinco años. Damián. El egocéntrico, el malhumorado, el que solo la quería para una cosa. Elsa sintió un vuelco en el estómago. No era amor, no era añoranza. Era la certeza brutal de que ese hombre, el único que había borrado por ser demasiado peligroso, sí la habría tocado. [Ella se quedó mirando la pantalla, sintiendo el corazón latir en un ritmo que no era el de la calma ni el de la estabilidad, sino el de la prohibición.]La paz no llegó con el fin del chat, sino con la tregua. Elsa había ganado unos días de respiro, y los usó para sumergirse en la burbuja de la estabilidad que Leo construía. El martes, el día de la cita fallida, pasó sin incidentes. Leo la besó antes de salir a trabajar, sin sospechar que su futura esposa había estado a horas de una traición. La calma era un bálsamo y, a la vez, una trampa.Elsa se enfocó en sí misma. Se obligó a seguir el plan de salud que Leo supervisaba con devoción. Recordó la preocupación genuina de él por su bienestar, la forma en que le preparaba smoothies con vitaminas por las mañanas y le recordaba hacer sus ejercicios. Se castigó por haber puesto en riesgo ese cuidado, esa base de amor incondicional, por la euforia fugaz de Damián. Se acercó más a Leo, no con la intención de encender la pasión, sino de reafirmar su amor y su compromiso.Lo observó con nuevos ojos. Leo no era apasionado, pero era leal. Vio la dedicación a su trabajo, la planificación meticulo
Elsa había pateado la decisión del martes, pero el universo no le dio tregua. El miércoles por la mañana, justo cuando estaba a punto de enviar un mensaje a Damián para cancelar la cita definitivamente, él se adelantó.- Damián: Necesito contarte algo. Es gracioso, pero va a probar mi punto.Elsa sintió un nudo en el estómago. No era gracioso si venía de Damián.Él le contó la historia: su ex-amiga con derechos, Camila, con la que había estado saliendo antes de que Elsa reapareciera. La misma que hace un mes antes de la reaparición de Elsa, le había estado revisando el celular mientras el dormía, teniendo como resultado el descubrimiento de su renovado interés por Elsa, el reclamo sobre su amor y la táctica desesperada del falso embarazo para retenerlo, pues si Camila lo había intentado todo para llamar su atención y medirse ante ese sentimiento que decía tener al pasado o la fogosa relación del momento que tenía con ella. Finalmente, le explicó que, al intentar ver un video recient
El lunes amaneció, el día antes del martes de la verdad. Leo y Elsa tenían planeado pasar el día en casa de los padres de él, celebrando un cumpleaños familiar. Fue una inmersión forzosa en la estabilidad que estaba a punto de destruir.Desde el momento en que pusieron un pie en la casa, Elsa sintió la calidez de la aprobación. La madre de Leo la abrazó con cariño, y el padre la sentó a su lado para hablarle de cómo están las cosas, tratándola ya como una hija. Vio a Leo interactuar con sus sobrinos, su rostro suavizado por una ternura que rara vez mostraba en casa. Era la imagen de la paternidad responsable que ella tanto anhelaba.Esa tarde, de vuelta en su apartamento, continuó la inmersión. Pasaron la noche haciendo cosas de hogar: pidieron pizza, doblaron ropa, vieron una serie juntos. Hubo mimos y cariños tiernos: Leo le acarició el cabello en el sofá, le besó la mejilla y la tomó de la mano sin la intención de ir más allá. Eran gestos de amor sólido y tranquilo, el pegamento q
Elsa miró la dirección del hotel que Damián le había enviado, sintiendo que le quemaba la palma de la mano. Faltaban tres días para el martes. El futuro que había pautado con Leo, y la pasión prohibida con Damián, chocaban en su mente, creando un mar de confusiones del que no podía escapar.Leo acababa de salir de la ducha. Entró en el dormitorio envuelto en una toalla, y su primera acción no fue encender la televisión o buscar su móvil, sino detenerse junto al armario para mirarla.- "Oye," le dijo con voz suave, la clase de voz que usaba cuando ella debía cuidarse. "¿Te sientes bien, por favor no rompas con tu dieta? Recuerda lo que dijo el médico. No importa lo que esté pasando a tu alrededor, tu salud es lo primero."Luego, sin que ella lo esperara, se acercó y la abrazó. No fue un abrazo pasional, sino uno protector, el abrazo de un hombre que se preocupa por su bienestar. Leo no solo la apoyaba en la construcción de su vida, sino que era el guardián de su salud. Él se encargaba
El pacto que habían sellado en el café no trajo paz, solo una ansiedad administrada. Elsa había intentado, con un esfuerzo casi cómico, reavivar la llama con Leo. Había comprado lencería nueva (la misma que Damián había imaginado en el coche), había encendido velas en el salón y había tomado la iniciativa en la cama. La respuesta de Leo fue siempre la misma: un beso rápido en la frente, un murmullo sobre un borrador de presupuesto, y la espalda girada hacia ella.Leo no notaba la ausencia de sexo porque estaba demasiado ocupado construyendo el futuro. Pero Elsa notaba la presencia del sexo.Después del tercer encuentro, donde hubo caricias y el sexo oral, Damián había presionado. Volvieron a verse dos veces más, encuentros fugaces de diez minutos después del trabajo, solo para besarse. Elsa se aferraba a esos besos, pero se separaba bruscamente, con el corazón martilleando por el miedo a ser descubierta."Me estás volviendo loco," le dijo Damián en el último encuentro, con la voz ás
El sabor de la culpa era amargo en la boca de Elsa, pero se disolvía ante la electricidad del recuerdo. Condujo a casa a una velocidad inestable. Una vez en su apartamento, se duchó con un celo febril, intentando borrar el olor de ese encuentro, a intemperie y, sobre todo, a Damián. Cuando Leo llegó del trabajo, ella estaba sentada en su cama, fingiendo leer un informe, su fachada pulcra de nuevo en su lugar.Leo le habló de su día. Ella asintió. Él no notó nada. Y esa ceguera fue el permiso silencioso que Elsa necesitaba.A la mañana siguiente, Elsa supo que necesitaba establecer límites. No podía simplemente caer en la pasión sin un marco que protegiera su vida con Leo. Tomó su móvil antes de que Leo despertara.-Elsa: Necesitamos hablar sobre lo que acaba de pasar. Esto no puede ser un impulso. Tiene que haber reglas y límites. - La respuesta de Damián llegó al instante, cargada con su habitual arrogancia.Damián: ¿Reglas? Pensé que huir de tu vida aburrida era suficiente regla.
Último capítulo