Elsa había cedido a la pasión y al romanticismo de su "novia a escondidas." Damián no perdía el tiempo, y sus planes se hicieron audaces, cada uno diseñado para grabarse a fuego en la memoria de Elsa.
El día llegó con un clima que parecía ser cómplice de su amor prohibido: lluvia a gran escala. Se citaron en el casco histórico de la ciudad, un lugar lleno de encanto con sus infraestructuras de antaño, sus plazoletas tranquilas y las luces de Navidad que, a pesar de la lluvia, brillaban con un aire mágico y nostálgico.
Elsa llegó primero, resguardándose bajo el toldo de un café. Al poco tiempo, lo vio. Damián venía en moto, el cabello rubio pegado a la frente, la chaqueta oscura empapada. Se había mojado hasta los huesos solo para verla.
Entró al café, chorreando agua, pero con una sonrisa radiante.
- "¡Estás loco!" exclamó Elsa, riendo al verlo sacudirse como un perro mojado.
- "Loco por ti," respondió él, quitándose el casco. "No podía faltar a nuestro café. ¿Te gusta la atmósfera? E