Mundo de ficçãoIniciar sessão«Él la destrozó hace diez años. Ahora ha comprado su vientre» °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°° Catrina creyó que el amor de Connor Ronchester era real, hasta que una noche él rompió su corazón. —¿Una empleada? ¿Eso es todo lo que fui para ti? Esa noche, con el alma hecha pedazos, se marchó no solo de la mansión Ronchester, sino de la ciudad que la acogió. Una década después, hundida en la desesperación, acepta ser madre subrogada para salvar a su padre. El donante anónimo: Connor Ronchester. ¿Coincidencia? Para nada. Connor planeó cada uno de sus movimientos, todo para atrapar entre sus redes a aquella mujer que rechazó cruelmente, pero ahora la quiere devuelta. Porque para Connor, Catrina nunca dejó de ser suya… y esta vez no piensa soltarla. ¿Podrá Catrina desafiar al hombre que la rompió, cuando ahora controla hasta su propio cuerpo?
Ler maisLa bofetada me tomó desprevenida.
Lo primero que sentí fue mi mejilla arder y mi rostro siendo girado a un lado. No pude procesar lo ocurrido.
Hace un segundo estábamos celebrando el cumpleaños de Edmundo Ronchester; el padre de mi novio y mi empleador. Y ahora… Estaba siendo abofeteada por Cecilia; la medio hermana de mi novio.
—¡Eres una vil ladrona! —Me gritó a la cara.
No entendía lo que estaba sucediendo.
—¿De qué hablas? —hablé en voz baja, pensando que esto era irreal—. ¡Robaste el reloj de mi padre, el más valioso!
Sus palabras me robaron el aire.
¿Yo? ¿Robar?
Nunca había robado en toda mi vida. Desde que llegué ilegalmente a este país siendo adolescente, lo único que he hecho es trabajar honradamente, inclusive para esta familia.
—¡Nunca le robaría a nadie, mucho menos a mi empleador! —grité, dando un paso al frente.
No iba a permitir que esta mujer me intimidara. Mucho menos cuando me estaba mintiendo a la cara, difamando mi nombre. He limpiado esta mansión durante tres años, de arriba abajo. He tendido sus camas, les he servido comida, lavado la ropa, limpiado sus baños. ¡Todo! Y jamás he sido acusada de algo semejante. Y de repente, Connor revela al público nuestra relación y sale a decir estas barbaridades. Es más que notoria su intención.
Sabía que me odiaba. Siempre me trató como si fuera alguien inferior a ella por ser indocumentada y trabajar como sirvienta. Era de la clase de niñas mimadas que creen merecer todo sin hacer nada. Pero a pesar de lo mala sangre que era conmigo… jamás imaginé que llegaría tan lejos.
Me lanzó un reloj de oro al pecho tan rápido que no pude evitar que terminara cayendo al suelo, a mis pies.
—Lo encontré en la habitación de servicio, la que te dimos cuando llegaste a trabajar a esta mansión como nuestra sirvienta y de la cual no has salido —Una sonrisa presuntuosa acompañó sus palabras.
Los murmullos de los presentes no tardaron en hacerse escuchar, todos juzgándome, señalándome. Creían en mi culpabilidad solo porque Cecilia así lo decía. Nadie estaba de mi lado. Porque para ellos, yo no era más que una simple oportunista que sedujo al heredero de la fortuna Ronchester.
Miré a todos lados, en busca de los ojos verdes de Connor, pero no lo veía en la multitud. En su lugar, me encontré con los de Edmundo, mi empleador. El hombre que me dio la oportunidad de trabajar en esta mansión desde que era una adolescente. De él dependía mi sustento.
—Yo no lo hice, señor. Me está incriminado —hablé con la voz temblorosa, acercándome al hombre de cabello cano—. Por favor, créame.
El hombre me barrió con la mirada, como si evaluará una jugada de ajedrez.
Las comisuras de sus labios se levantaron, como si la situación le hiciera gracia.
¿Qué le causaba tanta diversión?
—¿Qué ha pasado? —Sonó una voz grave. Al voltear, me encontré con los ojos verdes de Connor, endurecidos. Su gesto era severo, mirando a su padre, para después verme a mí.
—Connor… —susurré, aliviada de verlo. Lo necesitaba. Necesitaba su ayuda—. Por favor, habla con tu hermana. Me está difamando…
Sus ojos verdes bosques recorrieron mi rostro, pero aquella mirada tan desconocida me hizo estremecer. Una mala sensación me invadió sin razón. ¿Por qué me miraba así? Como si yo fuera una desconocida, una simple y humilde sirvienta.
Necesitaba que me ayudara. Estaba a punto de perder mi empleo. Y no solo eso… su familia… No podía dejar que pensarán eso de mí. Yo era su novia.
—¡Deja de fingir ser inocente! ¡Llamaré a la policía! —anunció Cecilia, cruzándose de brazos—. Aunque no creo que te lleven por ser una ladrona, sino por ser una ilegal. ¡Una inmigrante! —gritó a todo pulmón, para que todos la escucharán.
Agrandé los ojos ante sus palabras.
No pasó ni un segundo para que todos los presentes soltaran exclamaciones.
Por supuesto que esta información no era de conocimiento público. Solo sabían que era una extranjera tercermundista, no que entré en este país de forma ilegal. Porque si esta información caía en malas manos… Podrían deportarme, regresarme al país del cual salí con mi padre, huyendo de los carteles y la pobreza.
Un temblor recorrió mi cuerpo.
Los murmullos se hicieron cada vez más fuerte, al punto de ser insoportables.
—¡La queremos fuera de esta mansión! —añadió—. En nuestro hogar no aceptamos delincuentes.
¿Me querían echar a la calle como si fuera un perro?
—¡Yo no soy ninguna delincuente! ¡No dejaré que me trates como tal! —grité, lista para abalanzarme contra ella.
Si iban a llamar a la policía, sería por agredir a esa arpía.
Pero no pude avanzar. El agarre en mi muñeca me lo impidió.
—¡Ya es suficiente! —La voz de Connor sonó fría y llena de desprecio.
Su voz me paralizó. En especial, porque esa mirada letal no iba dirigida a Cecilia, sino a mí. ¿Cómo podía mirarme de esa forma?
No necesitó decir nada más, me sacó de la mansión. Forcejeé, pero no me soltó hasta que estuvimos en el gran portón de la familia Ronchester.
—¿Por qué me sacas? ¿Por qué dejas que esas personas me maltraten? —Sin poder resistirlo más, grité, sintiendo la indignación en el fondo de la garganta—. ¡Tú sabes que yo no robé ese maldito reloj! ¡Jamás sería capaz!
Pero Connor solo me miró con el rostro inexpresivo.
—Bueno, no me interesa cuál sea la verdad, Catrina. Hoy has avergonzado a mi familia. Lo mejor será que te vayas de esta mansión.
Estallé, sin poder contenerme.
—¡¿Cómo puedes decir eso?! Tú sabes qué tipo de persona soy, tiene que haber algún malentendido.
Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a caer sin control, pero a Connor parecía no importarle en absoluto. Solo frunció el ceño con impaciencia, sacó su billetera y extrajo un fajo de billetes, entregándomelo en las manos.
—No quiero volver a verte. No vuelvas a poner un pie en esta propiedad.
Vi el fajo de billetes verdes en mi mano temblorosa y por un segundo, no pude comprender lo que era.
—¿Qué significa esto? —La voz me falló.
—Es una compensación por el trabajo que has hecho en esta mansión —habló con firmeza.
Levanté mi vista de los billetes, enfrentándome a su mirada endurecida.
—¿Una empleada? ¿Eso es todo lo que fui para ti? —chillé.
—¿Qué pasa? ¿Te parece poco? —Connor arqueó una ceja, sin ocultar su desprecio, como si yo fuera una cazafortunas superficial.
Sacó su chequera, escribió una cifra rápidamente y me lo extendió.
—¿Así es suficiente? Puedo transferirte la cantidad que desees con tal de que no vuelvas a pisar esta propiedad.
A quien estaba escuchando en estos momentos no era al hombre del que me enamoré. Todos los momentos que vivimos juntos, los sueños que le compartí, las noches donde me tomaba una y otra vez, susurrándome al oído lo mucho que me amaba. ¿Fue una mentira?
Mientras yo estaba enamorada, para él… no valía más que un poco de dinero.
Sintiendo como la vergüenza y la rabia se mezclaban dentro de mí, le arrojé el dinero, los billetes esparciéndose a sus pies.
—¡No necesito tu asqueroso dinero ni el de tu familia! —hablé con los dientes apretados—. No dejaré que me trates como una prostituta. ¡Ni siquiera entregándome toda la fortuna Ronchester podrías pagar mi precio! ¡Y mucho menos necesito que me pagues para que me vaya de esta mansión, me iré por mi propia cuenta! —Me tragué los sollozos, tratando de controlarme, de respirar. Pero era tan difícil cuando sentía que habían quebrado algo dentro de mí—. Y te prometo, Connor Ronchester, que no volveremos a cruzarnos en esta vida. Jamás volverás a saber de mí.
—No lo ves ahora, pero sacarte de aquí es la única forma de protegerte… aunque me odies por ello —susurró, y por un segundo, vi como su fachada de hombre inquebrantable se desmoronaba.
Pero no me importó. No cuando estaba rompiendo mi corazón.
Lo observé por última vez, a ese hombre pelirrojo de ojos verdes que había destrozado mi corazón.
Di media vuelta, caminando por la desolada carretera, sin mirar atrás. Porque esta misma noche, me marcharía de esta ciudad para siempre.
«En esta vida y en la siguiente, espero jamás volver a encontrarte, Connor Ronchester. Porque si vuelvo a verte, haré que te arrepientas»
Sentí que el mundo se movió bajo mis pies. No… Era imposible. Yo… Yo no podía llevar en mi vientre al hijo del hombre que más odio. ¿Cuáles eran las probabilidades de qué esto ocurriera? Entre todas las personas, justo él. —Estás mintiendo —Era más un intento de convencerme a mí misma que a él. Pero las palabras me sabían amargas al darme cuenta de las grietas de la historia. Si estaba mintiendo, ¿cómo sabía sobre los resultados de sangre que estaba esperando? ¿Cómo sabía que estaba intentando quedar embarazada a través de la inseminación? Si lo que decía era verdad, significaba… Que estaba embarazada. Yo tendría un bebé… Por alguna razón, la noticia me hizo feliz, pero quise atribuírselo a los pagos mensuales que recibiré. Porque no podía sentir nada más por este bebé. Bebé que crecería en mi vientre durante nueve meses para después ser arrancado de entre mis brazos… Por este ser que me desprecia. —Es la verdad. Yo soy el donador 220. Yo te contraté como madre subr
Me sentía tan vacía al regresar al pequeño apartamento que rentaba, ahora que ya no tenía empleo era como si hubiera fallado en la vida, y creo que si era el caso. Mi objetivo principal era mantener mi empleo y fracasé. Mi sustento… Solo me estaba defendiendo, pero eso no le importaba a nadie. No podía montar una denuncia policial, ni siquiera una queja a la cadena hotelera, ya que no era ciudadana. Si le contaba a algún ente judicial, en lugar de la víctima me convertirán en la criminal, deportándome lejos de este país que he considerado mi hogar por más de trece años, a pesar de que el a mí no. Los ojos se me llenaron de lágrimas, sintiendo la impotencia oprimirme el pecho. Me dejé caer en la cama, esperando que el sentimiento desapareciera, pero no lo hacía. Las horas pasaban y mi estómago comenzó a gruñir. Fui a la cocina y al abrir la nevera, la encontré vacía. Lo había olvidado por completo. Se suponía que al salir del trabajo iba a ir al supermercado. Y fue cuando la realid
Nunca me gustaron las agujas ni la sangre en sí, pero era lo que tenía que hacer como madre subrogada, ahora que mi vientre no me pertenecía. Intentaba no pensar en ello mientras caminaba al trabajo, con un algodón presionando la piel de mi brazo recién agujereado. Aunque a veces se me hacía imposible, pero trataba de convencerme a mí misma de que era lo mejor, ya que sin ese dinero, mi padre habría sido echado del hospital y él necesitaba cuidados las veinticuatro horas del día. Ese era el único hospital que trataba a los ilegales. O al menos, el único que conocíamos. Además, tenía miedo de que revelarán nuestro estatus migratorio y termináramos siendo deportados a nuestro país donde la pobreza y la delincuencia era el pan de cada día. Inclusive, este estilo de vida que llevaba ahora era un lujo si lo comparamos a sobrevivir en aquel país. Había decidido tomar el camino arriesgado y seguir asistiendo al trabajo, con la esperanza de que mi encuentro con Connor fuese el ultimo. Tal
Me quedé paralizada, sintiendo que mis pulmones ya no recibían oxígeno. Entre todas las probabilidades que existían en este mundo, ¿por qué me tocaba la peor mano? Los recuerdos de hace diez años me golpearon, la forma en la que me trató, como me echó de la mansión de su padre como si fuera una vil delincuente, frente a todos sus familiares que ya de por si me odiaban por ser una “extranjera tercermundista”, como dejó que su media hermana me tratara. Él sabía que yo era inocente, que no había hecho nada malo, pero no me defendió. Nos amábamos… No, yo lo amaba, tanto que le entregué mi primera vez, creyendo que era tan especial para mí como para él, pero solo jugó conmigo. Connor era el único que había logrado que mi corazón latiera rápidamente cada vez que lo veía, pero después de lo que me hizo, ese sentimiento murió. Jamás olvidaré como me entregó ese puñado de billetes, como si no fuera más que una prostituta. —¿No piensas presionar el botón? —repitió. Sus ojos verdes se en
•Diez años después••—Señora Castillo, ¿me está escuchando? —La voz de la doctora me sacó de mis pensamientos. Por alguna razón, mi mente estaba perdida en el pasado, en el horrible suceso que me obligó a dejar la ciudad que me había acogido desde que había llegado a este país. Mi padre y yo tuvimos que hacer las maletas esa misma noche, huyendo como ratones por miedo a que esas personas que se creían tan superiores a nosotros llamarán a migración, para terminar de hundirme por un crimen que no cometí. Hemos decidido ocultarnos en esta pequeña ciudad desde entonces, era algo rústica y atrasada a comparación del resto del país, pero era segura. Lejos del control de los Ronchester, lejos de Connor. —Una disculpa, doctora —balbuceé. La mujer de tercera edad sonrió gentilmente. —Tranquila, es normal. Para ser tu primera vez como madre subrogada, lo estás manejando muy bien. Sus palabras buscaban llenarme de aliento, pero era inútil. No estaba alquilando mi vientre en busca de
La bofetada me tomó desprevenida. Lo primero que sentí fue mi mejilla arder y mi rostro siendo girado a un lado. No pude procesar lo ocurrido. Hace un segundo estábamos celebrando el cumpleaños de Edmundo Ronchester; el padre de mi novio y mi empleador. Y ahora… Estaba siendo abofeteada por Cecilia; la medio hermana de mi novio. —¡Eres una vil ladrona! —Me gritó a la cara. No entendía lo que estaba sucediendo. —¿De qué hablas? —hablé en voz baja, pensando que esto era irreal—. ¡Robaste el reloj de mi padre, el más valioso! Sus palabras me robaron el aire. ¿Yo? ¿Robar? Nunca había robado en toda mi vida. Desde que llegué ilegalmente a este país siendo adolescente, lo único que he hecho es trabajar honradamente, inclusive para esta familia. —¡Nunca le robaría a nadie, mucho menos a mi empleador! —grité, dando un paso al frente. No iba a permitir que esta mujer me intimidara. Mucho menos cuando me estaba mintiendo a la cara, difamando mi nombre. He limpiado esta mansión





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