Mundo ficciónIniciar sesiónErika Wilson, una secretaria dedicada y brillante, ve su vida dar un giro inesperado cuando descubre que su novio de años, Damián Baker, le ha sido infiel. La traición la destruye emocionalmente, pero también la impulsa a cortar con un amor que ya no la sostenía. Decidida a empezar de nuevo, Erika se concentra por completo en su trabajo, sin saber que su ruptura será el detonante de un peligroso juego emocional. Alessandro Miller, su jefe, ha observado a Erika desde que llegó a la empresa. Elegante, reservado y calculador, siempre esperó el momento adecuado para acercarse a ella. Con Damián fuera de su vida, Alessandro da su primer paso: gestos amables, apoyo disfrazado de profesionalismo y una seducción sutil que parece inocente, pero responde a un plan cuidadosamente trazado. Su objetivo es conquistar a Erika cueste lo que cueste. Pues, ¿él lo conseguirá?
Leer másLa jornada de trabajo era agotadora, había demasiadas cosas por ordenar, muchos papeles que firmar y tantos proyectos por darles forma para poder comenzar a realizarlos, en el escritorio el cual corresponde a la secretaria del CEO se encontraba Erika Denise Wilson, una chica de veinticinco años de edad la cual desempeñaba su papel como secretaria a la perfección. Erika se encontraba en su escritorio sentada frente al computador mientras terminaba de redactar la respuesta al correo que había llegado aquella mañana fría de septiembre, el asunto era simple, viajar a Ámsterdam para un proyecto de energía limpia que causara el menor impacto en el ambiente.
Le tomó un tiempo, pero finalmente terminó de redactar el correo y envió la respuesta con copia del contrato firmado y adicional una copia a su jefe y a todos los miembros encargados del mismo. Una vez terminado aquello, se recostó contra el respaldar de su silla y suspiró cansada, varios mechones de su cabello suelto llegaron a su rostro por lo que tomó una liga para el cabello y lo ató en una coleta alta dejando pequeños mechones sueltos para darle a su rostro un aspecto más relajado, pero al mismo tiempo profesional.
Erika giró la cabeza hacia el amplio ventanal que se extendía por su costado derecho y no pudo evitar esbozar una pequeña y ligera sonrisa, una sonrisa poco genuina como si dentro de ella una batalla se llevaba a cabo y parecía nunca terminar, sin embargo, no importaba qué tan duro o agotador fuera ese trabajo, dado que, aquella vista tan magnifica, llena de magia y belleza hacía que todo valiera la pena, absolutamente todo valía la pena.
«¿Quién no sentiría motivación con esa espectacular vista?»
El sol escondiéndose en el horizonte, el cielo con tonalidades naranjas y amarillas, las nubes y la hermosa ciudad de Montreal. El frío no era tanto dado que recién estaban dejando el verano para comenzar el otoño. El sonido de una vibración lo sacó de sus pensamientos y se percató de que se trataba de su celular, lo tomó y el identificador de llamada marcó un número desconocido, frunció el entrecejo y justo cuando estaba por responder a la llamada, su jefe, Alessandro Miller le llamó la atención.
⸻ Erika, ven a mi oficina.⸻ recibió la orden de su jefe con tono firme.
Al escuchar la voz de su jefe ella se giró para dirigirse hacia la oficina del mismo, pero antes de llegar, su celular volvió a sonar y esta vez su curiosidad y aquel lado impulsivo de ella hizo que respondiera la llamada y al hacerlo, una voz femenina se escuchó del otro lado de la línea, algo en esa voz hizo que su respiración se detuviera por un instante, le tomó unos segundos procesar lo que la mujer había dicho, y sin pensarlo, sus piernas se movieron casi por instinto. Ignoró completamente la llamada de su jefe, se levantó rápidamente y salió de la oficina con su bolso en mano, casi corriendo.
El sonido de sus pasos resonó en los pasillos mientras avanzaba hacia el ascensor. Pulsó el botón para bajar al estacionamiento, lo que le tomó un par de minutos. Finalmente, al llegar al estacionamiento, pasó varios minutos buscando su auto entre los vehículos. Cuando lo encontró, una sonrisa se asomó en su rostro al ver su Maserati GT2 Stradale azul marino.
Erika salió del estacionamiento subterráneo y comenzó a conducir por las calles de la ciudad. Mientras lo hacía, las mismas palabras seguían retumbando en su mente, como un eco imposible de silenciar: "Tu prometido está conmigo." Esa voz, ese tono, la manera en que había pronunciado esas palabras, todo en ellas provocaba que su sangre hirviera de ira. Sin embargo, lo que más la atormentaba era el dolor que le causaban, un dolor tan profundo que no podía no quería reconocer. No, no podía mostrar debilidad. No podía dudar.
Con cada kilómetro recorrido, luchaba por mantener la serenidad. Serena y tranquila, pensó una y otra vez. Nada ni nadie debía quebrantar esa fachada.
Cuando llegó al bar, se tomó un momento para respirar hondo, intentando recuperar algo de compostura. Estacionó el auto con aparente calma y, al salir, caminó por el estacionamiento con la mirada alta, con una seguridad que no era más que una máscara, una que nadie podría llegar a darse cuenta, nadie excepto ella misma. Al entrar al hotel, dirigió sus pasos hacia el bar. Ahí, en una mesa del rincón, lo vio: Hugo Baker, el mejor amigo de su prometido, y quizás por ahora, una pieza más en este complicado juego al que se veía forzada a participar.
⸻ ¿Erika? ⸻murmura Hugo mientras se pone pálido al verla ahí.⸻ ¿Qué haces aquí?
Las palabras de Hugo, sus gestos, todo en él le gritaba a Erika que estaba en el lugar y en el momento equivocados, como si no perteneciera allí en absoluto. Esa sensación y aquella incomodidad palpable solo alimentaba las sospechas que crecían dentro de ella, sospechas que cada vez se volvían más intensas, como una sombra que se alargaba y la envolvía.
Apretó la mandíbula con fuerza, sintiendo cómo la tensión recorría su cuerpo. Sin dejar que sus pensamientos la traicionaran, levantó una sonrisa fría y cargada de sarcasmo, un gesto tan calculado que, aunque su interior ardiera de incertidumbre, su exterior permaneció implacable. No permitiría que nadie viera el caos que se estaba formando en su mente.
⸻ Tú y yo lo sabemos, ¿Oh no?⸻ cuestionó mientras de un empujón lo apartaba de su frente.
Erika caminó hacia el ascensor con paso firme, aunque en su interior era tormenta de emociones que amenazaba con desbordarse y generar un caos a su alrededor. Pulsó el botón del quinto piso y esperó en silencio mientras el sonido mecánico del ascensor rompía la quietud del pasillo. Cuando las puertas se abrieron, avanzó con determinación hasta detenerse frente a la habitación 612 pero dentro de ella todo gritaba que se detuviera, que no lo hiciera, pero sus movimientos eran automáticos, como si no tuviera control de su cuerpo.
Su mano tembló apenas sujeto el picaporte, pero lo giró suavemente. Una sonrisa amarga apareció en sus labios al notar que la puerta no tenía seguro. No hizo ruido al entrar, como si en el fondo ya supiera lo que estaba a punto de presenciar.
«Entonces si era verdad.»
Cuando despertó, Erika sintió una punzada de confusión. Se encontraba en su propio departamento, pero todo parecía estar envuelto en una niebla espesa que se negaba a disiparse. Al intentar moverse se dio cuenta de que estaba completamente desnuda, lo que la hizo sentirse aún más desorientada, su piel fría y vulnerable contra las sábanas le recordó de inmediato que algo no estaba bien.Su mente era un caos. Había olvidado por completo lo que había sucedido la noche anterior después de haberse emborrachado, lo último que recordaba haberse enjuagado la boca en el baño, pero más allá de eso, todo era una página en blanco. Intentó recordar, pero no podía, como si la resaca se llevara consigo cada detalle de lo que había pasado.A medida que su mirada recorría la habitación, algo en la silla a su lado le llamó la atención. Allí, sobre la tela desordenada, descansaba una camisa blanca, arrugada y con manchas que no conseguía identificar. La observó durante un largo minuto, el corazón latien
Alessandro conducía sin un rumbo fijo, sus dedos tamborileando con impaciencia sobre el volante. La escena en la habitación aún persistía en su mente, la sensación de su piel temblorosa bajo sus labios, la forma en que su respiración se entrecortaba, hasta que pronunció ese maldito nombre.«Damián.»Sintió cómo la ira volvía a recorrer su cuerpo. Su agarre sobre el volante se tensó, los nudillos tornándose blancos.«¿Cuánto más pensaba Erika aferrarse a ese estúpido recuerdo?»Sabía que no sería fácil arrancarlo de su corazón. Después de todo, Damián había sido su primera relación seria, su supuesto "compañero de vida", alguien que le hizo creer que la amaba cuando en realidad no era más que un egoísta que solo la veía como una extensión de su propio ego.Pero ya no.No mientras él estuviera aquí.Alessandro exhaló lentamente, forzándose a calmarse. Todo tenía una solución. Y él era un hombre que conseguía lo que quería. Erika ya estaba dentro de su mundo, trabajando bajo su sombra, d
El aire en la habitación se volvía cada vez más pesado, cargado de deseo y algo más profundo, más oscuro. Alessandro la tenía atrapada bajo su cuerpo, su aliento rozando su piel caliente mientras sus labios recorrían un camino de fuego desde su cuello hasta la línea de su clavícula.Erika tembló cuando sintió el roce húmedo de su lengua lamiendo el rastro de lágrimas que aún quedaba en la comisura de sus ojos. Él no se detuvo, besándola allí con un esmero casi reverente antes de descender lentamente, degustándola centímetro a centímetro.—Eres tan hermosa… —murmuró contra su piel, su voz densa y cargada de deseo.Su boca descendió hasta sus pechos, atrapando un pezón entre sus labios, succionando con fuerza suficiente para arrancarle un jadeo entrecortado. Su otra mano bajó con un propósito claro, recorriendo el contorno de su cintura antes de deslizarse entre sus muslos. Erika arqueó la espalda, dejando escapar un gemido ahogado cuando sus dedos rozaron su piel más sensible.—A-Aless
Ella lo mira con los ojos muy abiertos, como si su cerebro intentara procesar lo que acaba de ocurrir. Entonces, lentamente, la vergüenza comienza a teñir su expresión.La voz de Erika baja un poco, como si temiera que Alessandro estuviera allí solo para presionarla con el trabajo.—Si vienes a apresurarme con el proyecto, que sepas que hoy es sábado —murmura con cansancio, evitando su mirada—. Puedes venir en dos días.Dicho esto, guarda silencio. Toma nuevamente la botella con dedos temblorosos y se queda allí, sentada, con la expresión de alguien que sabe que ha hecho algo malo, pero no tiene la fuerza para corregirlo.Este fin de semana había decidido darse dos días. Solo dos. Dos días para procesar su ruptura, para llorar lo que debía llorar y beber lo que jamás había bebido. Dos días para rendirse a su tristeza antes de obligarse a seguir adelante como si nada hubiera pasado.Alessandro la observa en silencio. La imagen que tiene frente a él le resulta extraña, incómoda. Erika s
Minutos después de que Erika se alejara del lugar, el sonido de un motor interrumpe el silencio del estacionamiento. Alessandro llega en su coche, justo a tiempo para escuchar los últimos fragmentos de la conversación entre Erika y Damián. Su rostro permanece impasible al principio, pero su atención se agudiza cuando oye las palabras de Erika, tan claras y definitivas.Desde la distancia, Alessandro observa cómo Erika da el paso final, despojándose de todo lo que había sido. La calma con la que lo hacía lo desconcierta, aunque también le transmite una sensación de alivio.«Finalmente lo terminó»⸻ piensa Alessandro.Como si una carga pesada acabara de caer de sus hombros. La ruptura de Erika con Damián era algo que, en su fuero interno, había esperado que sucediera, aunque no lo había expresado en voz alta.Pero mientras escucha la despedida definitiva entre ellos, una parte de él, aunque incapaz de reconocerlo por completo, no puede evitar sentir celos.«¿Es que acaso no le dolió?»⸻ s
Damián reacciona ante la pregunta, sus ojos se abren con sorpresa, como si la pregunta fuera un golpe directo que lo desarmara. Sus labios se abren, pero no sabe cómo responder, no sabe que mentira planificar o que excusa sacar. Hay algo en la forma en que ella lo mira, la calma con la que plantea sus dudas, que lo descoloca, lo hace sentir acorralado y odiaba sentirse de esa manera.Erika, por su parte, no espera una respuesta inmediata. Ya tiene en mente las piezas del rompecabezas que él le ha mostrado durante tanto tiempo, y la imagen que tiene de él empieza a desmoronarse poco a poco.—Ayer revisé su perfil en redes sociales. Es muy detallado. Tiene documentada toda su relación contigo… Hasta ayer, todavía estaba actualizándolo.El golpe cae, y por un momento, Damián siente que el suelo tiembla bajo sus pies. Intenta decir algo, pero sus palabras se ahogan en la garganta, como si el aire hubiera dejado de existir de repente. La tensión se hace palpable en el aire entre ellos, un
Último capítulo