- ¿Aslin Ventura aceptas al señor Alexander Líbano como tu esposo? - ¡ Acepto !. Decía encantada sin saber que aquellas palabras sellarían mi destino , lo que creí que sería el comienzo de un maravilloso cuento de hadas resultó ser lo contrario un terrible infierno en el que me quemaría poco a poco. Aslin Ventura es una joven hermosa de 21 años , quien desde su infancia ha sido educada para ser la esposa del cruel , frío y calculador Alexander Líbano un magnate multimillonario, Aslin desde siempre ha estado enamorada de Alexander pero que sucederá una vez Aslin se entere que en el corazón de Alexander hay otra mujer quien para su desgracia se trata de su propia hermana , haciendo este descubrimiento de la vida de Aslin un total infierno. ¿Podrá Aslin encontrar un rayo de luz en este mundo implacable?
Leer másVolví a la habitación con el corazón en un puño, intentando no temblar, no derrumbarme otra vez. Cerré la puerta con cuidado y me apoyé contra ella, como si pudiera detener al monstruo que acechaba del otro lado solo con mi espalda. La imagen de Jessica, con mi rostro y mi voz, seguía quemándome la mente como un mal sueño del que no podía despertar.Pero esto no era un sueño.Era mi vida.Mi cárcel.Mis hijos aún jugaban en la sala, ajenos al horror que acababa de ver. No podía dejar que se enteraran. No aún. No de esa manera.Me senté en la cama, respirando con dificultad, mientras mi mente comenzaba a trabajar a toda velocidad. Necesitaba una salida. No podía quedarme allí esperando a que Alexander me reemplazara por esa mujer vacía. No podía permitir que se llevara a mis hijos, que los criara como piezas de su juego enfermo.Tenía que escapar. No mañana. No en una semana. Ahora.Pero… ¿cómo?No tenía teléfono. Alexander se había asegurado de que no tuviera forma de comunicarme con
La luz de la mañana entraba por las cortinas como si no supiera que la noche anterior me había destrozado. Que me había vaciado por dentro.Me obligué a levantarme, a lavarme el rostro hinchado, a peinarme el cabello con manos temblorosas. No por mí. Por ellos.Los encontré en la pequeña sala contigua a mi habitación. Estaban sentados en el suelo, rodeados de cajas abiertas, telas brillantes, zapatos diminutos y accesorios que no deberían tener nada que ver con su niñez. El cuarto parecía sacado de un catálogo de fantasía… pero no era más que otra jugada de Alexander.Cuando me vieron, sus rostros se iluminaron por un segundo. Solo un segundo. Porque entonces, la confusión ensombreció sus ojos.—Mami —dijo Noah , con su vocecita suave, mirándome como si buscara una explicación que yo no tenía—… ¿Es cierto que te vas a casar con ese hombre malo?Sentí que me arrancaban el corazón con esas palabras.—Él vino esta mañana —añadió Isabella, frunciendo el ceño como cuando algo no le gustab
Los días siguientes fueron una pesadilla disfrazada de calma. Alexander no volvió a tocarme, pero su presencia era constante. Se movía por la mansión con esa seguridad enfermiza, como si todo le perteneciera… y yo, incluida.Cada mañana enviaba a alguien a mi habitación: una mujer distinta cada vez. Llegaban con vestidos blancos, delicados, envueltos en papel fino. Con cajas de terciopelo que escondían collares, pendientes, zapatos. Trajes de novia. Como si estuviera celebrando un compromiso real, como si el infierno que yo vivía fuera un cuento de hadas.Yo no los tocaba. No me atrevía a romper nada. No por él. Por ellos.Porque sabía que en alguna parte de esa casa estaban mis hijos. Respirando el mismo aire que Alexander. Y si él notaba mi rebeldía, si percibía una chispa de desafío… ellos serían los que pagarían el precio.Así que no gritaba.No destruía.No mostraba el odio que hervía en mi pecho.Solo fingía.Fingía estar rota, dócil. Fingía resignación. Pero por dentro, tejía c
No supe cuánto tiempo estuve arrodillada en el suelo después de que se llevaron a los niños. Sentía el cuerpo helado, la piel pegajosa por el sudor del miedo y la desesperación. El alma… eso sí sabía cuánto dolía. Como si Alexander la hubiese tomado entre sus manos y la hubiese apretado hasta hacerla añicos.No lloré más. No tenía lágrimas. Solo un vacío hondo que me tragaba desde adentro.Los pasos llegaron después. Suaves. No eran los de él.Una mujer se detuvo frente a mí. Vestía uniforme gris y llevaba las manos cruzadas al frente. No me miraba a los ojos, como si no quisiera reconocer que yo era más que una sombra. Solo habló.—El señor Alexander ha ordenado que la lleve a su habitación.Tragué saliva. La garganta aún ardía. Me puse de pie con dificultad. Cada músculo dolía, pero no por los golpes… sino por la tensión, por el miedo acumulado.—¿Por qué…? —pregunté, aunque ya lo sabía.La mujer no respondió. Solo se giró y comenzó a caminar. La seguí.Subimos las escaleras. Las mi
POV : Aslin VenturaNo sabía cuánto tiempo había pasado. En la oscuridad, los minutos se diluían hasta parecer horas, días. Mis labios estaban resecos, la garganta me ardía. El estómago me dolía con punzadas agudas, pero más que el hambre o la sed, me dolía el alma.El silencio era un cuchillo. No había pasos, ni voces, ni siquiera el sonido de una gotera que pudiera recordarme que el mundo seguía allá afuera. Solo el eco de mi respiración, temblorosa y débil, y los latidos de mi corazón, que a veces parecían tan fuertes que pensaba que alguien más debía escucharlos.Carttal…¿Dónde estás?¿Sabes lo que nos ha hecho?¿Sientes mi miedo?Me abracé las rodillas, tiritando. Intenté mantenerme despierta, porque sabía que si me dormía, el frío me consumiría más rápido. Pero era tan difícil… tan fácil rendirse cuando ya no quedaba nada.Un ruido sordo me sacó de mi letargo. Un leve crujido, apenas un roce… pero en esa oscuridad silenciosa, sonó como un trueno. Mi cuerpo reaccionó antes que m
—Tenemos que irnos de Centralia —dije de golpe, con la decisión clavada en el pecho como un hierro ardiente—. Debo volver a Londres… tengo que salvar a mi familia. Quién sabe qué cosas tan horribles les está haciendo ese malnacido en este momento.Me giré hacia la puerta, pero la voz de Ethan me detuvo en seco.—¡Espera, Carttal! —exclamó con tono grave—. Eso sería un suicidio. Apolo debe tener el aeropuerto rodeado ya. Seguro se enteró de tu escape.Me quedé inmóvil unos segundos. Cerré los puños. Sentí el temblor en mis músculos, no de miedo, sino de rabia contenida. El corazón me latía con fuerza, golpeándome el pecho como si quisiera abrirse paso por sí solo.—No me importa —dije entre dientes, mirándolo con fuego en los ojos—. No puedo quedarme aquí sentado mientras Aslin y los niños están en manos de ese monstruo. No hay nada más importante que ellos. Nada.Ethan intentó decir algo más, pero no lo escuché. Me giré y fui directo al baño. Cerré la puerta tras de mí con un golpe se
La noche había caído como un manto pesado, espeso. En el sótano, la oscuridad era casi total, apenas rota por la tenue luz de una bombilla parpadeante colgada en lo alto, como si también ella estuviera muriendo lentamente.El cansancio me arrastraba, me aplastaba el pecho. Mis párpados caían por momentos, y aunque luchaba por mantenerme alerta, mi cuerpo empezaba a rendirse. Estaba débil, roto, pero no vencido. Mi mente aún resistía.Y fue entonces cuando lo escuché.Un crujido leve. Apenas perceptible. Pero lo suficiente para que mis sentidos se encendieran. El corazón me dio un salto. No era el sonido de los guardias habituales. Era más… contenido, más ligero. Pasos calculados, como si alguien tratara de no ser oído.Abrí los ojos de golpe. Alcancé a distinguir una silueta acercándose entre sombras. Instintivamente tensé los músculos, preparándome para luchar, aunque fuera inútil con las cadenas.—¡Aléjate! —gruñí con voz ronca—. ¡No des un paso más!Pero el hombre alzó una mano ráp
POV: Carttal AzacelEl frío del suelo se me metía en los huesos. Cada minuto que pasaba ahí, encadenado como un animal, era un recordatorio de que había fallado. Tenía las muñecas llenas de heridas abiertas por el roce del metal, y los tobillos marcados por las gruesas cadenas que me impedían moverme más allá de un par de pasos. Estaba débil. La sed me secaba la garganta como papel, y el hambre me retorcía el estómago con una furia silenciosa. No sabía cuánto tiempo había pasado. Días, tal vez. O más. Ya ni siquiera podía fiarme de mis propios sentidos.A mi alrededor, el silencio se quebraba solo por los suspiros apagados de mis guardaespaldas. Ellos también estaban malheridos. No hablábamos. No hacía falta. Nos bastaba con mirarnos para entender que todos pensábamos en lo mismo: Aslin… los niños.Me dejé caer otra vez contra la pared, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. En mi pecho, la culpa me golpeaba como un martillo. Debí protegerlos. Debí anticiparme. Debí llegar ant
POV : Aslin VenturaMe aferré a mis hijos con todas mis fuerzas, como si al abrazarlos pudiera protegerlos de la pesadilla que nos rodeaba. Sus cuerpecitos temblaban contra el mío, los sollozos se habían convertido en pequeños lamentos que me rompían el alma. Quería mentirles, envolverlos con palabras dulces que aliviaran su dolor aunque fuera por un instante.—Todo va a estar bien —les susurré, con la voz ahogada por las lágrimas—. Papá va a encontrarnos, lo sé. No importa lo lejos que estemos, él vendrá por nosotros. Les prometo que no va a dejarnos aquí.Isabella se abrazó a mí con más fuerza, como si mis palabras fueran un salvavidas. Liam escondió su rostro en mi pecho. Noah, el más pequeño, solo gimoteó bajito, sus ojos grandes y húmedos mirándome como si yo fuera lo único que aún podía sostener su mundo.Entonces, un golpecito seco en la puerta nos sobresaltó a los cuatro.Me tensé al instante.La puerta se abrió con lentitud, y al otro lado apareció un hombre anciano, delgado,