Mundo ficciónIniciar sesiónAurora nunca planeó empezar de nuevo, pero el destino la arrancó de todo lo que conocía y la arrojó a Sicilia, donde el vino huele a fuego y los secretos saben a pecado. Allí se cruza con Dante: arrogante, dominante, imposible de ignorar… y peligroso para su corazón. Él jura mantenerla lejos, pero cada mirada lo traiciona. Cada roce, cada palabra, se convierte en un reto entre resistirse o rendirse. Y cuando por fin la toca, el mundo entero arde. Lo que empieza como un juego prohibido se transforma en una guerra de cuerpos y voluntades: él la marca con besos que dejan cicatrices, ella lo desarma con una entrega que no admite regreso. Entre pasión, orgullo y heridas que todavía sangran, Aurora y Dante descubrirán que no hay amor más verdadero que aquel que te rompe… y te reconstruye en la misma noche. Vino Caliente (Vin Brulé) Un romance intenso, sensual y contradictorio. Porque a veces el amor no se pide: se exige, se muerde, se arde.
Leer másPara las que sienten demasiado, para las que lloran fuerte, para las que gritan al hablar, para las que defienden sus gustos y pensamientos.
Para las que se obsesionan con personajes literarios, pero tienen miedo de amar a un hombre.
Este libro es para ustedes, porque no hay nada más valiente que arder en todas las contradicciones del corazón.
—Duque.
VINO CALIENTE (Vin Brulé)
¿Has escuchado la frase:
¿Cuántas veces has querido desaparecer?
Pero… ¿Qué pasa cuando no es lo que deseas, sino lo que la vida te obliga a hacer?
Durante mucho tiempo pensé que no pertenecía. Que siempre estaba fuera de lugar: o muy bullosa o demasiado silenciosa, fría o ardiente, capaz de no sentir nada… o de sentirlo todo.
Pero los secretos pesan. Y a veces guardar silencio es más peligroso que hablar.
Y entre ese fuego… apareció él.
Porque hay errores que se repiten, pero nunca de la misma manera.
Porque cuando todo se derrumbe… será el inicio de todo.
Esta no es una historia de héroes o villanos.
Porque el amor que encontrarás aquí no llega suave.
El resto… tendrás que descubrirlo conmigo...
—¿Sientes que lo has superado? «Volví a preguntar, pero esta vez sí con miedo».—Oh… eso es un poco más complicado.«Entonces no. Porque si no es sí, es no».—¿Complicado en qué sentido? ¿Y eso significa un sí? —Pregunté, intentando no sonar tan dolida como me sentía.—Complicado… más complicado de lo que parece. —Suspiró—. Una parte de mí siempre sentirá culpa. Es que fui mi peor versión con una persona que solo quería lo mejor para mí. Estuve tanto tiempo jodiendo… —se quedó callado unos segundos—. Sé que esto va a sonar muy egocéntrico de mi parte, pero mi mayor miedo fue, y es, que ella no tenga una vida feliz. Que todos esos sueños y planes que me contó, todavía los tenga… o que se haya convertido en la persona miserable que yo fui.—Todavía la amas. «No era una pregunta, porque ya sabía la respuesta».—Sí. Y toda la vida la amaré… —su voz se quebró apenas—. «Listo, ya voy a cortar la puta llamada». —Rió sin humor—. Pero no de forma romántica. No soy el imbécil que utiliza
—Siempre creí que me casaría con ella. Nos conocimos en el colegio. Era hermosa… y también lo era su corazón, o eso pensaba. Cuando describía a mi mujer perfecta, ella se acercaba mucho; era un imbécil completo. —Volvió a llenar su copa.«Ufff… eso dolió. Aunque sé que ya no siente lo mismo».—Pero mientras yo estaba pasando mi peor momento, ella se estaba acostando con mi maldito mejor amigo.—¿Qué? —pregunté, sin poder ocultar la sorpresa.—El hijo de puta con el que nos llamábamos hermanos. Nos conocíamos de toda la vida. Se acostaba con mi mujer mientras yo estaba con mi madre en las terapias. —Sonrió con malicia—. En mi casa. En mi puta cama. Stronzo. —Me miró directamente—. ¿Sabes lo que hice cuando los vi? Les tomé una foto y salí de la casa. Ni siquiera se dieron cuenta de que había entrado.—¿Y luego? —susurré.—Volví a casa y me quedé con mi madre. Solo se lo conté a Renzo. No sentí nada, te lo juro. En ese momento solo pensé: debo volver con mamá.—¿Qué pasó con e
—Entonces, si entendí bien, ¿quieres que no me toque desde ahora hasta que tengamos nuestro momento sexual? —me interrumpió.—Nuestro momento de amor.—Ok. —Sonreí—. Entonces me pides no hacer nada para conectar mejor… Pues... —puse mis manos en la cabeza para pensar—. No prometo, pero voy a tratar.—¿Cuándo fue la última vez que te diste placer, Aurora?—Oye, está bien tener secretos entre los dos.—No, y menos ese tipo de secretos… Además, estoy seguro de que esa última vez fue pensando en mí —dijo con una sonrisa confiada mientras tomaba su copa de vino. De pronto, sospechosamente, se lo regó encima—. M****a, estoy hecho un desastre hoy.Se quitó la camisa, y ese momento, en mi cabeza, pasó en cámara lenta. Ver a Dante sin camisa siempre será un milagro de la vida.«Un pensamiento tonto se cruzó por mi mente: imaginé un domingo en la tarde, mientras él ve televisión y yo pinto sus tatuajes con marcadores».Volviendo a la realidad, lo vi volver a sentarse sin camisa.—
Al día siguiente, Dante empezó a hablarme desde temprano. Parecía de mejor ánimo, más liviano, incluso feliz. Sentí que estaba preparado para preguntas más personales.Mientras trabajaba, abrí un documento en Word para organizar las preguntas.«Estaba emocionada y nerviosa a la vez, imaginando cómo sería ese “examen” que tanto nos habíamos prometido hacer».Pero no alcancé a escribir mucho: el padre de Dante entró a la oficina.—Señor Salvatore, ¿qué hace aquí? —pregunté, levantándome de inmediato—. A¿Necesita algo? ¿Puedo ayudarlo en algo?Se veía terrible. Devastado. Sentí que algo muy malo había pasado.—Tengo que estar en una reunión en dos horas, ya que no están ninguno de mis hijos.—¿Pero Renzo no está en su oficina? —pregunté. Solo había hablado con Emilia esa mañana.—Tenía que viajar esta semana por un negocio. Solo retrasó su vuelo por mí —dijo con molestia contenida—. Vine porque Emilia mencionó que tú tenías los papeles del contrato con los griegos. Tambié
Recibí un mensaje de Dante a las once de la noche: subiría al avión.Mi parte chismosa quería llamarlo, saber qué había hablado con su padre, si había sido maduro o si se había comportado como un adolescente resentido.Cuando llegué, mi tío también acababa de regresar del hospital. Había estado acompañando al padre de Dante. Se veía serio, agotado, sin ánimo de conversación, así que decidí callar.Más tarde, mientras veía televisión sin escuchar realmente lo que pasaba en la pantalla, empezaron a venirme todas las preguntas que quería hacerle. Tomé papel y lápiz, y empecé a escribir. Pero en vista de la situación, lo mejor sería ir con cuidado.Primero tenía que tantear el terreno con Dante, saber si estaba con ánimos para “esto”.Así que mi primera pregunta sería simple:¿Estás bien? ¿Quieres hablar? ¿O prefieres pensar en otra cosa? Si es así, te tengo preguntas.Decidí esperar. No necesitaba acosarlo con mis interrogatorios el primer día… ¿o sí?Primera seman
Dante habló un rato con Renzo y luego nos fuimos a su casa. Tenía que estar en Nueva York a más tardar al anochecer del día siguiente.Vivía en un edificio familiar de cinco pisos. El primer piso era para visitas y reuniones. El segundo, de Renzo. El tercero, de Dante. El cuarto, del padre. Y el quinto, una terraza cerrada que usaban como refugio.—Normalmente, todos vivimos aquí —me explicó—. Papá tiene una casa grande, pero cuando mamá murió vino a quedarse acá. Después de un tiempo decidió volver allá… o eso dice. En realidad vive en el apartamento de su novia.Escuché su molestia y, por primera vez, la entendí.—¿Ella nunca ha estado en la casa de tu madre?—Sí, ha estado, pero nunca ha dormido allí. Dicen que ella es muy respetuosa con las cosas de mamá, que cuando va, solo se queda en la sala esperando.—¿Dicen? Déjame adivinar… ¿Alguna vez has tenido una conversación medianamente civilizada con ella? ¿O te niegas porque temes que, si te cae bien, sienta
Último capítulo