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Capítulo 1:EL CAOS DE VOLVER A EMPEZAR

Aeropuerto de Catania, Sicilia, 11 de la mañana.«¿Qué hago yo aquí, en la otra punta del mundo, con 50 euros, esperando en la fila de migración con un pasaporte que no sé si es legal, con poco conocimiento del italiano, rezando para que no me deporten?»

Seguente —dijo la oficial con cara de "te odio", la misma que seguramente había llamado más veces a la policía— Seguente-Me acerqué a ella.

¿Il tuo nome?... Il tu nome qu... iltu nome... —«Repasé en mi cerebro la semana de curso intensivo que había hecho por internet. Se suponía que había aprendido lo básico para no morir, pero los nervios no ayudaban»—. ¿Nome e passaporto?

—Aurora Colombo —entregué mi pasaporte esperando haberlo dicho bien.

Colombia, mmm —«dijo de forma superdespectiva. Hasta una tonta nerviosa como yo pudo darse cuenta».-Miró al policía de al lado y vino hacia nosotras.

¿Il motivo del viaggio?

«Esa me la sabía, era una de las 50 preguntas que me había aprendido. Exactamente la 7».

Mia madre è morta e mi ha lasciato una casa qui —«obvio, sonaba en mi cabeza mejor que lo pronunciado».-Los dos me miraron sin entender.—Mi dispiace, non parlo italiano.-El policía sonrió. La oficial le entregó mi pasaporte.

—Coja su equipaje, señorita, y venga conmigo.

«Habló en español. Dios, me iban a meter presa, iba a morir en una celda, lo cual era mejor que volver a Colombia, ¿o no?... Mamá, te extraño tanto... como te odio en este momento.» Me llevaron a un cuarto cerrado.

—Vamos a abrir su maleta.-Asentí. La oficial abrió la maleta y sacó todo.

—¿Motivo de su visita?

Traté de sonreír y repetí lo mismo que había dicho en italiano:-Mi madre murió. Ella duró enferma unos meses y... —respiré para contar la historia sin llorar— ella tiene una casa en Vizzini y me pidió que fuera a vivir allí.

—¿Hace cuánto murió su madre?-Lo miré a los ojos. Sabía que me iba a juzgar, así que saqué del bolso el acta de defunción que había guardado y mi DNI.

—Ella murió hace una semana. Me pidió que apenas muriera, me fuera. Así que... aquí estoy.

—¿Su madre era italiana y usted no habla italiano?

—Mi madre estaba peleada con su pasado. Así que no... no me enseñó.-Miró la carta de mi madre, una carta que decía todo a medias, pero donde estaba la dirección de la casa y me pedía que fuera a visitarla.

—Su pasaporte es nuevo. ¿Nunca ha salido de Colombia?

—No, señor.

—¿Viaja sola?

—Sí, señor.

—¿Y su familia?

—No tengo. Soy hija única. Mis abuelos murieron hace 5 y 4 años. Mi madre hace poco. No tengo hijos, ni pareja. Está mi padrastro, pero él está bien con la idea de que me fuera.-Volvió a mirar el pasaporte

«Mi papá —o sea, el padrastro, lo conozco desde los 5, obvio es mi papá— dijo que era legal. Sé que él no me hubiera dejado ir si no fuera seguro.»Volvió a mirar el DNI de mi madre.

—¿Usted y su madre tienen el mismo apellido?-La agente que seguía revisando mis maletas se detuvo y miró los documentos. Me reí.

—Sí, señor. El señor que fue mi donante no quiso ponerme el apellido.-Y como llevaba hasta el mínimo documento de mi vida, saqué mi registro de nacimiento, donde decía y se lo señalé:-Aquí puede ver que dice “sin padre”.

La agente se cansó de mirar mi maleta.-Potete tenere le vostre cose in valigia, non avete nulla.-

Miré al policía porque de esa frase no entendí nada.

—Puede guardar sus cosas en la maleta.-Asentí y empecé a doblar mi ropa. No tenía que ser muy inteligente para saber que mi nacionalidad daba pie a este tipo de sospechas. Así que no me iba a molestar ni a pelear con nadie para que me detuvieran. No era una opción volver a Colombia.

—Señorita, tenemos que pasar al siguiente lugar.-Terminé de guardar todo y los seguí.

Y obvio, era un escáner de rayos X.

—Por favor, párese ahí.-Me escanearon el cuerpo y pude ver los resultados. Obvio, nada.

—¿Alguien la va a recibir?-Asentí con la cabeza.

—Un tío... digo, una persona muy cercana a mis abuelos.

—Deme el nombre de esa persona y un número de teléfono para confirmaciones.-Me dieron una hoja donde lo anoté. El policía miró el papel y me volvió a mirar.-¿Está segura de que esta es la persona y que tiene algún tipo de relación?-Asentí.

—Sabe que si logramos comprobar que miente, irá a la cárcel.-Volví a asentir.

—Espere un momento aquí. Ya volvemos.-Me dejaron con un policía que sonreía cuando miró los números que escribí. Y salieron y así me quedé.«Tres horas. Y juro por Dios que pensé que habían descubierto que el pasaporte era falso. Y resulta que por documentos falsos daba cárcel... o eso decía el internet.

Así no volvería a Colombia.

Y como dijo mi madre: un año en la cárcel es mejor que lo que te puede pasar aquí. A veces siento que mi madre estaba siendo demasiado dramática... pero papá le creía, y él es el hombre más sereno que he conocido. Tenía hambre, sueño, y ya había ido tres veces al baño que tenían en la sala. No le había preguntado nada al policía, que ya se había sentado de tanto esperar.

No tenía nada que decir.»

Al final, volvieron con unos papeles en la mano.

—Señorita, hablamos con el señor. ¿Su abuelo era el señor Lorenzo Colombo Leoni? Asentí. Parecía molesto. «¿Qué? ¿Por qué?»

—No me va a creer, pero lo conocí. Yo... bueno, yo crecí y vivo en Vizzini. La panadería de sus abuelos es grandiosa. Y no sé cómo decir esto, pero... tu tío es mi hermano.«Abrí los ojos. ¿Qué posibilidad hay en el mundo de que esto me pase? En un pueblo pequeño dirían muchas. En este momento, soy la persona más afortunada del planeta.»

—Confirmamos lo que dice, así que podrá irse. Pero necesito que llene estos papeles. Son de rutina, para verificar lo que viene a hacer. La persona de migración la visitará cada tres meses. Somos una ciudad pequeña donde casi no hay delitos ni nada de eso, y nos gusta mantenerla así.-Llené todos los papeles con su ayuda. Era un acta donde me comprometía a decir la verdad y aceptar que me visitaran cada cierto tiempo para demostrar que no estaba haciendo nada ilegal. Me entregaron mis cosas.

—Ya puede irse.-Recogí todo, y el policía que nunca habló me guio a la salida de las oficinas.

Y sin despedirse, se volvió por la puerta y la cerró. «¿Eso quería decir que era libre, no?»

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