Desperté al día siguiente.
No sé qué pasó, solo que dormir más de doce horas seguidas, el cansancio y llorar hicieron su efecto.
Estoy en la parte de arriba de la panadería.
Por lo que dijo Mattia, esta era la casa de los abuelos y, por derecho, mi nueva casa. Era hermosa: tres habitaciones, cocina abierta, todas con balcón compartido, y en la parte de atrás un patio lleno de flores y plantas, con una vista preciosa de la ciudad.
Eran las once de la mañana.
La cocina estaba llena de productos frescos y ricos, aunque tenía que acostumbrarme a esta gastronomía. Me arreglé y bajé a la panadería: tenía que hablar con el tío sobre temas del futuro.
Tenía que saber cuál era mi plan y cuánto tiempo tendría que vivir aquí, para saber qué tan permanentes deberían ser mis ideas.
El apartamento tenía una entrada directa a la panadería.
Fui hasta la oficina y pude escuchar que hablaban en… ¿español?
¿Estaría hablando con mi padre? La curiosidad ganó, y me acerqué a la puerta para escuchar.
—No pu