Empecé a caminar hacia una cafetería.-«Estaba muerta del hambre, llevaba casi cinco horas aquí. Quería irme a morir a una cama, un rato. Iba a llamar a mi tío cuando...»
—¿Señorita Colombo?—Miré hacia atrás. Venía hacia mí el policía.«No, no, Dios, ya no más. Suéltame hoy, por favor.» Me detuve. ¿Para qué correr? ¿A dónde llegaría? A medio metro, antes de que la policía me cayera encima.
—Señorita Colombo... este... yo terminé mi turno. Mi hermano está por llegar y me pidió que me quedara con usted. ¿Te apetece comer algo?
—¿Cómo sé que es verdad lo que dice?—Sonrió.
—¿Qué soy el hermano de mi hermano? -Asentí. «No había vivido en Colombia en vano como para creerle las palabras a un hombre solo porque sí.»Sacó su celular, buscó algo y me mostró una foto de ellos.—Suficiente —negué.
Eso solo me asegura que lo conoce.-Volvió a sonreír y escribió algo en su celular.
—Dame un minuto.- Esperamos el minuto y mi celular sonó. Era un mensaje de mi tío diciendo que sí, que era su hermano, que por favor lo esperara con él.
—La verdad es que tengo mucha hambre.-Él sonrió y asintió.
—Mi hermano te lo confirmó.-Reí.
—SIP.
Fuimos a un restaurante cercano de pastas. Como hija de una italiana,
Mientras traían los platos, hablé:
—Entonces, ¿conociste a mis abuelos?
—Se podría decir que somos familia. Por cierto, mi nombre es Carlo. Yo… lamento lo de tu madre. Y lo de tus abuelos. Ellos significaron mucho para nosotros. Y bueno, tu mamá era la mejor amiga de mi hermano.-Asentí. No sabía qué más decir ni qué tanto podía confiar en él.
—A Mattia le afectó mucho la muerte de tu madre. Su esposo lo llamó y le dijo que vendrías. Él dijo que tenía que estar pendiente cuando llegaras. Lo chistoso es que vi tu nombre y no se me ocurrió. Va a estar molesto cuando se entere cuánto tiempo te hice esperar. Y pido perdón por eso. Pero la agente que me acompañaba es un poquito molesta y preferí no darle razones para investigar y que te dejara.
—Gracias.
—Me confundí porque pensé que tu vuelo llegaría mucho más tarde. Mattia dijo que llegabas a las tres.
—Sí, pude conseguir un vuelo antes. No pensé que causara ningún problema.-Terminamos de comer mientras él me daba información que no significaba nada, pero que tenía que guardar.
—Ahora entiendo por qué no hablas italiano.
—¿Por?
—Sé que tu madre se fue de aquí de malas maneras. Así que es entendible.-Asentí sin el menor entendimiento de lo que decía. «Si mi madre no hubiera sido tan callada con el pasado... si no hubiera esperado a estarse muriendo para hablar con la verdad... ahora no me sentiría tan perdida.
—La verdad, nos sorprendió mucho cuando tu madre dijo que ibas a volver. Pensamos que nunca más veríamos a un Colombo por estas tierras. Pero... Mai dire mai.-Reí. «El abuelo, en las pocas ocasiones que hablaba en italiano, decía esa frase. Siempre me dio risa».
—Te daré un consejo: tienes que aprender a hablar italiano rápido. No es tan diferente al español, pero te va a ayudar. En estas ciudades no son muy amigos de los que hablan otro idioma, como pudiste notar. Por lo menos, con el español es más entendible-«Pero la verdad es que no. Solo esperaba quedarme unos dos meses, mientras resolvía lo que quería mi madre para mí, mientras se me pasaban los nervios, y veía si volver a Colombia era un plan factible.»
Estábamos acabando la comida cuando llegó mi tío. Se veía un poco molesto.
«Antes de volver al caos que era mi vida —y parece que mi futuro—, tenía que confiar en que todo saliera bien. Era lo único que podía hacer. Confiar. Porque nada me había preparado para nada de lo que estaba viviendo.»
El camino era hermoso, todo verde.
—Aquí todo es diferente, aunque un poco parecido. Te puedo decir que hay lugares en Colombia igual de hermosos, pero es como si el sol fuera diferente en cada lugar. ¿Cuánto nos demoramos en llegar?
—Sí, el camino es un poco largo. Perdón. Son unos cuarenta minutos.«Me reí. En definitiva, sí. Era igual… y diferente.»
—De donde vengo, cuarenta minutos es un tiempo corto para llegar a un destino.-Los dos rieron.
—Eso es lo que me gusta de aquí —respondió Carlo—. Por mi trabajo, a veces tengo que ir a ciudades grandes. Es caótico, siempre con estrés. Por ese amo vivir aquí. La tranquilidad que se siente está subestimada.
«Siempre me sentí un poco rara por la vida de la gente en la ciudad, donde todos iban deprisa y demasiado ocupados.
—Te va a gustar.
Y esperé, de corazón, que fuera verdad.
Y al final, en esa horrible charla, lo confirmé: Ella amaba el lugar donde vivía. Y si hubiera podido, no se habría ido jamás. Pero el destino la engañó. Y ella tuvo que pagar… con su lugar favorito.