—Aurora, te presento a Dante. Él es uno de los copropietarios del viñedo De Santis.
Nos estrechamos las manos.
«¿Dante? Como el libro... mmm, ¿será un nombre común aquí?»
Lo poco que se vio de su mano, debajo de la camisa, parecía tener tatuajes. Me apretó fuerte.
Lo miré a los ojos y nos soltamos.
—Él es el que busca asistente —dijo mi tío.
En su cara se notó que le había metido la idea.
—Un gusto, Aurora.
«Si digo que mi nombre sonaba delicioso en esa boca, ¿sonaré muy atrevida?»
—Lo mismo —respondí, sentándome.
—Mira, Aurora... —«¿Por qué sigue diciendo mi nombre así? Para...»— necesito una asistente, y tu tío me dijo que podrías ayudarme.
Sé que no hablas italiano, pero eso es justo lo que necesito.
Tendrías un mes de prueba. Trabajarías de lunes a viernes, y tal vez algún sábado de urgencia.
El sueldo sería el mismo de mi asistente anterior, que era muy bueno. ¿Te parece?
Miré a mi tío, que asintió.
—No soy un mal jefe, si no eres una mala empleada —agregó con total serieda