Llegamos, y lo primero que vi fue la panadería más bonita del mundo. Tenía un logo enorme con la hormiga más hermosa que vas a ver en tu vida, comiéndose un pan: Panificio Formica Colombo. Y el mundo se me vino abajo.
Sentí el peso de todo lo que perdí: mis abuelos, mi madre, mi padre, mi país, mi vida, un futuro en ese lugar, mi identidad, mi pasado, lo que pude haber sido, lo que pude haber vivido, lo que pudo ser mi realidad si mi madre no se hubiera tenido que ir.
No pude evitar empezar a llorar. No porque quisiera, «no es como si alguien deseara llorar delante de un desconocido, pero tampoco tenía elección. No había llorado después de la muerte de mamá, estaba demasiado ocupada empacando mi vida en maletas y en shock con los secretos que me revelaron».
No sé cuánto tiempo pasó, pero al fin paré. Ninguno de los dos dijo nada. Los miré mientras me limpiaba la cara.
—Perdón... yo normalmente no soy así —traté de sonreír.
—No pasa nada. Sé que es un momento difícil —dijo mi tío, Puse la mano en la puerta para entrar, pero él me detuvo.
—Aurora, sabemos que este es un momento difícil en tu vida. No quiero que finjas estar bien cuando no lo estás. Somos tu familia y estamos aquí para ti. Siempre. Yo le prometí a tu madre cuidarte, y esa es una promesa qué pienso cumplir. -Me lancé a abrazarlo. ¿Qué más podía hacer que agradecer por no estar sola?
Entramos a la panadería. Olía delicioso.
—Papà, Dante ti aspetta in ufficio.
—Aurora, te quedas un rato aquí. Tengo una reunión. Carlo, muéstrale lo más rico.
Se fue.
—Me imagino que has comido muchas de las cosas que hay aquí —dijo Carlo.-Negué con la cabeza.
—El abuelo siempre decía que nada sabía como los productos de su tierra.
Así que pasamos media hora probando los mejores postres.
—Los hacemos parecidos a los de tu abuelo —dijo, señalando los postres.
—Más o menos —reí.
—Vamos a hablar, para que puedas descansar.
Lo seguí hasta la parte de atrás de la panadería, donde había una oficina. Entramos. Y antes de que él cerrara la puerta, me tiré a sus brazos. Quizás fue probar su comida lo que me devolvió al pasado.
No sé cuánto tiempo pasó. Solo sé que cuando lo solté y lo miré, él también tenía los ojos llorosos.
—Perdóname por no ir al entierro. -Y volvimos a llorar. Él había perdido a una hermana y yo a mi mamá.
—Yo quería ir, pero fue muy repentino… traté de comprar los vuelos, pero no llegaba...-Negué con la cabeza.
—Sabes que no tienes nada que disculparte. Todo fue muy repentino. Siento que la ansiedad se la comió.-Tomé aire.
—¿Por qué, tío? ¿Por qué tuvo que esperar a que el agua le llegara al cuello para decirme las cosas? ¿Para decirme la verdad?
Nos sentamos uno frente al otro.
—Ella pensó que todo se había acabado con su muerte, hace 13 años. Que ya no tenía sentido contarte esas cosas. ¿Para qué cargar con un pasado? ¿Para qué odiarlo? ¿Para qué sufrir?
Suspiré, con rabia.
—Tienes que contarme tu versión de la historia. Sé qué mamá evitó muchas partes, sé que lo hizo… pero no pregunté. No quería que su estado empeorara. No era el momento para cuestionamientos.
Suspiró y sonrió con tristeza.
—Tu mamá sabía que vendrías, y me dijo que te contara. Y rezó para que no se lo pidieras a tu padre… como pudiste notar, para tu padre es horrible recordar. Y sabes que él daría la vida por ser tu padre de sangre. - Asentí.
—Es mi papá, y nada va a cambiar eso. Y sí, sé que le incomoda y le duele hablar de eso. Por eso preferí callar, no gano nada queriendo saber las cosas si lo daño a él. Por eso acepté sin preguntas lo que mamá dijo. Pero ya no puedo más vivir de mentiras o con verdades a medias.