Continuación 2.3

—Domenico hablaba pestes de Latinoamérica y siempre decía que nunca viajaría allí. Tu madre nunca le contó su tonta conexión con Colombia, y nos alegramos por ello. El tipo estuvo cinco meses más esperando que tus abuelos volvieran, pero ellos estuvieron casi dos años contigo y tu madre. Después volvían en verano. Siempre armaba un desastre y llamábamos a la policía. Tus padres se aseguraban de siempre estar presentes; no querían que el tipo pudiera seguirlos. Él contrató detectives, y siempre vinieron a nosotros. Unos dejaban el caso cuando les contábamos cómo casi la mata, otros solo seguían unos cuantos meses y renunciaban.

A los diez años dejó de venir, y durante quince años tus abuelos hacían el viaje a un lugar aleatorio del mundo y después a Colombia. El tipo los acosó por cinco años. Trató de demandarlos —tenía dinero—, pero no sé si era la pérdida o esa era su verdadera personalidad: era una persona horrible, prepotente, con los ojos vacíos. Creemos que empezó a beber. Y en tu cumpleaños número 18… murió —lo miré con asombro.

—¿Cómo lo sabes?

—Un abogado vino a ver a tu abuelo. Él nombró a tu madre como su heredera de todo. Tus padres lo rechazaron. No sabíamos si era alguna trampa, pero el abogado nos demostró que era real. Después, con un conocido, encontramos su acta de defunción y hasta dónde está enterrado. Su herencia, obvio, se pierde: nadie quería nada de él. Pero pensamos que es algo karmático que muriera el mismo día, en un accidente de autos. Por si lo preguntas: iba borracho y murió al instante.

—¿Pero por qué mamá, después de eso, no me dejó viajar, conocer su cultura y el lugar donde vivía?

«Era tonto, pero de todo lo que siempre me había dolido era que ella no me mostraba su pasado, que no hablaba de ellos, ni de dónde vivía, ni por qué no volvíamos. Ni siquiera me dejó aprender el idioma. Era como si no quisiera compartir eso. Lo de tener padre no me importaba: viví con mi padre desde los cinco años, no es como si tuviera mucha memoria sin él».

—Ni siquiera los dejaba hablar en italiano delante de mí… y después me mandó a Italia de cabeza. ¿Dime si no es un poco ilógico?

—Tu mamá no confiaba en su muerte —negué con la cabeza—. Ella siempre decía que, aunque le doliera, no podía darte ilusiones para después quitártelas. O que esas ilusiones te llevaran a él. Y créeme, todo el tiempo discutíamos eso. En los últimos años, estaban pensando en volver, hasta que empezaron a llegarle correos. Pero estos no eran amenazas hacia ella: le decían que sabían que tenía una hija, que ella había hecho pasar por muerta —abrió los ojos con sorpresa, y mi tío me pasó una copia de ellos—. Era un correo viejo. Por eso, en redes, tu mamá siempre se oponía a que pusieras tus apellidos y siempre ponías el de tu papá. Ella no tenía redes públicas. Y la cosa empeoró cuando le escribieron que sabían que estaban en Colombia.

Creemos que no sabían la ciudad exacta. No sabemos si esos correos eran amenazas como tal, porque parecían más advertencias. Pero mostraban hasta qué punto alguien tenía conocimiento de ti. Y ahí, todos pensamos que lo mejor era que volvieras aquí. Si ellos piensan que estás en Colombia, ¿qué probabilidad hay de que vuelvas al lugar del que te fuiste? Además, este es un pueblo pequeño, todos nos conocemos con todos. Y aunque es un lugar turístico, tenemos una muy buena red de apoyo. Tu mamá pensaba volver contigo. Si el cáncer no hubiera avanzado tanto, todos estarían aquí.

—¿No saben más de los correos?

—Te los voy a enviar todos. Tu mamá le dejó el correo a tu padre para que los mires y te des cuenta de que no son amenazas. Eran más como advertencias. Pensamos que alguien solo quería ayudar a tu madre. Ya que ella está muerta, no puede haber un proceso legal. Pero, para ser sinceros, nadie confía en nada que venga de Domenico. Yo sé que quizás aún hay muchas dudas abiertas. Pero por ahora no se me ocurre nada más relevante para decirte. Y la verdad, no sé más. No puedo asegurarte que te conté toda la historia. No sé si ella se guardó alguna parte. Pero sí sé que, de mi parte, no hay más secretos. Ve a dormir. Mañana te explico lo demás.

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