Mundo de ficçãoIniciar sessão—Tu mamá tenía veinte cuando conoció a Domenico Dinamo. Sus padres eran de Italia y él quería conectar con sus raíces.
Sus padres se habían conocido en un tour de aquí, y él estaba recorriendo sus pasos hasta que conoció a tu madre.—Quisiera decirte que todos nos dimos cuenta de lo loco que estaba, pero no… era el tipo más encantador que podrías conocer —se quedó en silencio un momento—.
—Espera, creo que necesitas verlo.Buscó dentro de un escritorio en la esquina de la oficina y sacó un álbum de fotos.
—El abuelo las guardó para ti. Todos sabíamos que merecías respuestas.
Puso el álbum en el escritorio, empezó a abrirlo y sacó la primera foto: era mamá, muy parecida a mí de pequeña, y el señor… un hombre alto, fornido, lleno de tatuajes.
El estúpido era hermoso.—Todos nos alegramos cuando crecías y te parecías más a ella, aunque tus ojos verdes son una combinación de los dos.
Él tenía veinticinco años, acababa de estudiar medicina y, al final del viaje, volvería a Estados Unidos; ya tenía una plaza en un hospital. Pero se enamoró de tu madre.—Tu madre acompañaba a una de sus amigas, que era la guía turística. Y si le hubieras podido preguntar, diría que fue amor a primera vista.
Me pasó fotos donde aparecía más gente —continuó—.
—Eran jóvenes y bellos, parecía que tenían los mismos pensamientos.
Tu mamá amaba Vizzini, estudió modas, así que quería abrir su propio taller. Amaba hacer vestidos, y me alegra saber que, contra todo pronóstico, hizo lo que la hizo feliz.—En fin… lo que pensamos que solo iba a ser un enamoramiento de verano, no lo fue.
Ella llegaba feliz todas las noches. ¿Puedes creer que el tipo no la quiso besar hasta el último día, cuando le prometió volver? Dijo que era más que sexual y que se lo iba a demostrar, así que pasaban tiempo conociéndose.El último día, después de dos meses, la besó, le dio su anillo y prometió volver.
Se fue. Hablaban por teléfono, y tu mamá pensó que así se iba a terminar.Empezó a estudiar y, antes de los seis meses, él volvió, diciéndole que había tomado una decisión: que quería estar con ella, que había dejado todo, y que iba a pedir trabajo aquí.
El tipo nos tenía engañados a todos.—Su personalidad era atrapante. Nunca gritaba, siempre la trataba con amor, siempre apoyándola.
Tenía una muy buena posición económica, la impulsaba en sus proyectos, le repetía que debía ser una mujer independiente, que no podía dejar que ningún hombre la gobernara —dijo con molestia—.—Siempre estaba del lado de tus abuelos en las discusiones, le decía a tu madre que debía pasar tiempo con ellos.
En el trabajo era el mejor médico; no tenía ataques de ira ni problemas de temperamento. Tenía buenos amigos, su relación con su familia era buena, no bebía, ni fumaba, y menos consumía alucinógenos.Hasta… hasta que tu madre quedó embarazada de ti.
Y el tipo enloqueció, pero no de a poco: fue como un choque de Fórmula 1.—Todos nos alegramos.
No era lo ideal que fuera tan rápido; solo hacía seis meses que habían empezado su relación seria, pero todo se veía tan bien que éramos felices porque iban a tener una familia.Como él era médico, le propuso a tu madre irse a vivir juntos.
Nos pareció lo correcto. Hasta dejó su trabajo. Dijo que así como tu madre iba a ser cien por ciento madre por un tiempo, él quería hacer lo mismo como padre.Me pasó más fotos donde se veían juntos.
El tipo era perfecto. Demasiado perfecto para nuestro bien.Pero empezó a cambiar.
Cosas que nunca le molestaron empezaron a serlo todo. Se volvió un ser controlador.Tu mamá no podía salir de la casa sin avisarle, no podía pasar más de dos horas por fuera.
El tiempo que pasaba con tus abuelos le parecía demasiado, aun cuando ellos iban a visitarla a su casa. Sus amigos le molestaban. Todo lo que no fuera estar con ella todo el tiempo era inconcebible. Si entraba mucho tiempo al baño, se molestaba. Si quería tiempo sola, se molestaba.Y eso que no habían pasado ni dos meses desde que se enteraron del embarazo.
Tu madre lo supo cuando tenía menos de un mes de gestación, así que ni siquiera tenía panza.Hasta que un día tu madre se molestó y pelearon.
Fue el primer momento de locura total: la ahorcó tanto que casi se desmaya, solo porque tu madre quería ir a ver a sus padres.Me quedé mirando una foto donde él la cargaba.
Mi madre era una mujer de no más de 1.60, menos de 60 kilos, frente a un tipo de 1.80, fuerte. El tipo tenía un cuerpo atlético, sus manos eran grandes.«¿Qué puedes sentir si a tus veintiún años el amor de tu vida te trata de ahorcar por querer ver a tus papás?
Sentí tanto odio, tanto desprecio, tantas ganas de verlo solo para pegarle un puño. Y entendí por qué mamá no había contado toda la historia, y por qué había decidido que era mejor no hacerlo: porque destruir mis recuerdos de un padre fantástico y llenarlos con los de un tipo que casi la mata era demasiado.»—Después de que se calmaron —lo que significó que tu madre casi perdió el conocimiento y él se asustó—, el tipo no mostró remordimiento, ni culpa, ni arrepentimiento.
La culpó por no ser la mujer que él esperaba. Le dijo que ella era suya y también el bebé, que no hiciera cosas que lo molestaran.Y tu madre entendió: “vamos a enloquecernos”.
Tu madre pudo ser de todo, menos sumisa. Se enloquecieron. Se enloquecieron los dos.Pero lastimosamente, ella sabía que la única forma de salir de esa casa era saliendo para el hospital.
Ella no contó mucho de esa parte, solo lo orgullosa que se sentía cada vez que no se dejó.Él trató de retenerla de todas las formas, pero no la golpeaba.
Era un canalla, pero no un imbécil. Había gritos, peleas, la encerraba, y los forcejeos. Además, su forma preferida de pararla: ahorcarla cuando ya sentía que no podía más.Así duraron una semana, hasta que los dos llegaron a su límite.
Ella lo amenazó con apuñalarlo. Le dijo que saldría ese día, no le importaba si viva o muerta.Y en el forcejeo por quitarle el cuchillo, ella cayó al piso y se pegó en la cabeza.
—¿Crees en las casualidades? —me preguntó.







