Mundo ficciónIniciar sesiónEl día de su boda, Emily Carter lo perdió todo; su dignidad, su fe en el amor… y su vida. Una traición brutal la hizo huir en medio de una tormenta, y todos creyeron que había muerto. Seis años después, renace como Elena Davis, una mujer completamente distinta, delgada, brillante y con el poder suficiente para destruir al hombre que la hizo pedazos. Byron Wallace, su ex prometido, no sospecha que la nueva socia que acaba de salvar su empresa… es la misma mujer a la que creyó muerta. Pero cuando su venganza la enfrenta a Byron Wallace, descubre que el odio no apaga las llamas del amor… Solo las hace arder más fuerte. Porque a veces, el amor que creías muerto… solo estaba esperando la oportunidad de vengarse.
Leer másEl murmullo en la sala se apagó de golpe cuando Byron cruzó la puerta. Si notó las miradas fijas y el silencio tenso que provocó su entrada, no lo demostró. Solo tenía ojos para el féretro cerrado al fondo, avanzando en esa dirección como si no fuera capaz de ver nada más, a nadie más…— ¿Por qué está cerrado? — preguntó observando el ataúd, pero nadie respondía. — He dicho — repitió alzando un poco más la voz — ¿por qué está cerrado?— Hijo, por favor — susurró Renata acercándose a él y tomándolo del brazo — No hagas un espectáculo.— ¿Qué quieres que haga? ¿Que me quede mirando una caja y me crea sin más que ahí dentro está ella? — Byron se soltó bruscamente — Ni siquiera me dejan verla... ni despedirme.— El cuerpo… no estaba en condiciones. Fue arrastrada más de veinticuatro horas por el río, Byron. No querrías recordarla así.— ¡Entonces ni siquiera sabes si es ella! — los ojos de Byron se abrieron de par en par mientras daba un paso atrás — ¡Ni siquiera pueden asegurarme que e
Byron parpadeó con dificultad, quería abrir los ojos del todo pero una luz blanca amenazaba con querer quemarle la retina.Aquella no era su habitación. Todo olía a químico, a farmacia… a desinfectante. Le dolía el cuerpo entero, como si cada hueso estuviera hecho trizas. Intentó moverse y siseó por el pinchazo que notó en el brazo.¿Dónde diablos estaba?— ¡Hijo! ¡Por fin!Renata Walker estaba sentada junto a la cama. A pesar de lo mucho que cuidaba su imagen, parecía que varios años se le habían echado encima de golpe. Se levantó en cuanto lo vio reaccionar.— Llevas tres días inconsciente, Byron. Los médicos dijeron que tragaste medio río, barro y agua podrida… — Se interrumpió, presionando los labios, conteniéndose para no echarse a llorar. — Pero ya no importa. Estás vivo, y conmigo. Me moriría si algo te sucediera. Eres mi hijo, lo único que me importa.Él quiso hablar, pero su garganta ardía como si hubiera bebido ácido. Apenas logró emitir un gruñido ronco mientras asentía.—
Los días anteriores había llovido como si el cielo se estuviera desgarrando, un diluvio incesante que parecía un presagio de la desgracia a punto de desatarse en sus vidas. A pesar de todo, la ceremonia se había planeado para el jardín, manteniendo hasta el último momento la esperanza de no tener que trasladarla al salón.Aquella mañana, el cielo amaneció despejado; un sol casi cegador iluminaba cada rincón. Pero la luz se apagó en el instante en que Sabrina apareció, y con ella, las nubes se arremolinaron como si se alinearan con la tensión que flotaba sobre la mansión.Justo cuando Julian empotró a Byron contra la pared de piedra, un fuerte trueno rasgó el cielo con un potente rugido que pareció ratificar el estallido de violencia. Un instante después, las primeras gotas de lluvia, grandes y pesadas, comenzaron a caer sobre ellos con la misma rabia con la que Julian sujetaba a Byron.— ¡Tú! — escupió Julian, apretando el agarre hasta que las venas del cuello de Byron se tensaron — ¿
El murmullo de los invitados crecía a cada minuto que la novia no aparecía. Byron sentía cómo la impaciencia lo devoraba desde dentro. Había mirado su reloj una docena de veces, pero Emily seguía sin llegar. El calor sofocante del jardín de la mansión le pesaba en los hombros, la tela del traje le raspaba la piel y resistía la tentación de aflojarse la corbata frente a todos. Tenía que mostrarse impecable: era el novio. Pero lo único que sentía era un temor extraño, un presentimiento que no sabía de dónde venía.Caminaba de un lado a otro, tratando de sofocar la ansiedad, cuando la pequeña puerta secundaria del jardín se abrió. Sabrina apareció, vestida como si la ocasión le perteneciera, con esa sonrisa arrogante que tantas veces lo había seducido en el pasado. Esa misma sonrisa, malvada y venenosa, que alguna vez lo atrajo, ahora le revolvía el estómago.Sabrina era hermosa, sí, pero de una belleza helada, cortante. Nada que ver con Emily. La verdadera hermosura estaba en su prometi
Emily Carter sentía el corsé blanco tan apretado que parecía aplastarla, obligándola a respirar en tercios. Podía notar la rigidez del hueso sintético enterrándose justo debajo de sus costillas. Marcaba partes de su cuerpo que durante años solo había intentado ocultar.Su asesora de imagen insistía en que ese vestido era perfecto, pero a Emily le costaba creerlo. Toda su vida había escuchado que era demasiado gorda para este mundo, que nadie podría amarla y la gente solo la trataba bien por su dinero.Y, sin embargo, ahí estaba, a punto de casarse con el hombre de sus sueños.— ¿En qué piensas, Em?Julian Carter, vestido con un impecable traje oscuro, se apoyó en el marco de la puerta sin dejar de observar a su hermana pequeña convertida en una mujer y con ese hermoso vestido de novia que la hacía ver angelical ante sus ojos.— En que no sé si esto es real — susurró ella sin apartar la vista del espejo — Supongo que las novias deberían sentirse deslumbrantes. Yo solo me siento... ap
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