Mundo ficciónIniciar sesiónEl día de su boda, Emily Carter lo perdió todo; su dignidad, su fe en el amor… y su vida. Una traición brutal la hizo huir en medio de una tormenta, y todos creyeron que había muerto. Seis años después, renace como Elena Davis, una mujer completamente distinta, delgada, brillante y con el poder suficiente para destruir al hombre que la hizo pedazos. Byron Wallace, su ex prometido, no sospecha que la nueva socia que acaba de salvar su empresa… es la misma mujer a la que creyó muerta. Pero cuando su venganza la enfrenta a Byron Wallace, descubre que el odio no apaga las llamas del amor… Solo las hace arder más fuerte. Porque a veces, el amor que creías muerto… solo estaba esperando la oportunidad de vengarse.
Leer másEmily estaba detrás del pequeño escenario, revisando por enésima vez las diapositivas de la presentación de NovaMind. Su mano temblaba levemente al ajustar los últimos detalles del proyector. No podía dejar de pensar en la mirada de Byron el día anterior. Para poder ejecutar su venganza, necesitaba ser capaz de anularse de no sentir nada.— Respira, Elena — Su hermano estaba apoyado contra la pared con los brazos cruzados, con esa mirada que parecía capaz de escudriñar hasta el hielo de su corazón.— No sé si puedo… — susurró Elena— ¿Y si lo arruino todo?— Vas a arruinarlo si piensas en otra cosa que no sea tu objetivo. — Julian dio un paso adelante, poniéndose frente a ella. — Recuerda por qué estás aquí. — Se inclinó un poco en un gesto protector. — Tu objetivo es deslumbrarlos a todos. Que quieran tu proyecto. Que dependan de ti. Emily cerró los ojos y asintió, intentando interiorizar esas palabras. — ¿Y si alguien me descubre?— Si te reconocen, no dejes que eso te saque del ca
Byron no pudo evitarlo. Se inclinó un centímetro hacia delante.— Gracias… — dijo, con una voz que no pretendía ser suave y, sin embargo, lo era. — Gracias de verdad, pequeño.Liam sonrió, orgulloso de su hazaña, y Byron sintió un calor inesperado, familiar, en el estómago por aquella sincera sonrisa.Y entonces tras una sacudida eléctrica que finalmente recorrió toda su espalda, ella giró.No fue un giro dramático. Fue un movimiento mínimo, casi involuntario. Un par de centímetros. Suficientes.Sus ojos, su voz, su cabello, que, aunque recogido en un moño pulcro, mostraba la intensidad del rojo en cada mechón.Byron sintió cómo el aire denso de la feria se detenía en sus pulmones. La misma forma en que la chica de la fiesta había guardado un secreto en el gesto. La misma manera de esconderse sin querer.— ¿Sí? — preguntó ella, intentando sonar anodina.Byron tragó con un sonido demasiado audible. Se llevó la mano al cuello otra vez, como si pudiera aflojar un nudo que no estaba ahí,
La plaza de exposiciones bullía desde primera hora. Puestos blancos alineados como pequeñas casitas, cables escondidos bajo moquetas de colores, pantallas encendidas. Había jóvenes ajustando carteles y probando micrófonos.Emily llegó con su carrito plegable, la acreditación colgándole del cuello. Su cabello rojo estaba recogido en un moño elegante. A su lado caminaba Liam, balanceando una bolsa con un ramo de girasoles demasiado grande para su mano.— ¿Estás segura de que no quieres que te ayude con eso? — preguntó ella en tono divertido.— ¡Puedo! ¡Yo los llevo! — respondió Liam, apretando más fuerte el papel del ramo. — Tú me dejaste elegirlos, así que es mi trabajo.Emily sonrió.Los girasoles resplandecían entre los colores sobrios de la feria, como un pequeño sol atrapado en papel kraft. No sabía muy bien por qué los había comprado… o sí. El cuerpo recuerda cosas que la mente intenta enterrar. Al fin y al cabo, su empresa era parte de su venganza, y los girasoles le recordaban a
Renata caminaba al lado de su hijo con su habitual porte de reina: elegante, altiva, inalcanzable. Sostenía el bolso con la muñeca rígida y avanzaba como si el suelo no mereciera tocar sus tacones.— No entiendo por qué tenemos que ir caminando, Byron — protestó, esquivando una baldosa mojada con una mueca de desprecio dibujada en el rostro. — Tienes un chófer, tres coches y un compromiso con una mujer que sí sabe presentarse en sociedad. ¿Y tú? Caminando como un alma en pena por la ciudad. Y lo peor, haciéndome andar a mí también. Estos tacones no son baratos… ni están pensados para esto.Byron esbozó una media sonrisa.— Quizás porque necesito aire, madre. Meterme en un coche ahora sería como estar en un ataúd con ruedas.Renata entrecerró los ojos, evaluándolo como solo ella sabía hacer.— ¿Tiene que ver con la chica pelirroja? — preguntó directamente.Byron se detuvo. El ruido del tráfico se volvió un zumbido distante, como si la ciudad entera contuviera el aliento. Renata siempre
Byron seguía mirando hacia la carretera, el punto exacto donde hacía unos minutos se había perdido la limusina negra de Julian. Su mente era una maraña enredada con cabos sueltos por todas partes.Julian, el recuerdo persistente de su hermana a quien, a pesar de llevar siete años muerta, no había dejado de amar, y esa mujer misteriosa, pelirroja, que le hizo recordar recordar lo que era sentirse vivo otra vez.— ¿Puedo saber qué demonios fue eso? — la voz de Sabrina lo sacó de su trance.Ella apareció detrás de él con una copa en la mano, los labios tensos en una sonrisa forzada que apenas lograba disimular su enfado.— No lo sé — Byron ni siquiera se volvió para mirarla, su voz era seca y desinteresada, era a quien menos quería ver en ese momento.— ¿No lo sabes? — repitió ella, riendo pero sin ganas de reír realmente. — Te desapareces, reapareces en mitad del salón bailando con una desconocida y después desapareces otra vez. ¿Qué pretendías, Byron? Esta noche era importante para n
— Tú… — susurró Byron incréduloJulian sonrió, esa sonrisa cargada de superioridad que ponía de los nervios a Byron. Estaba perfectamente quieto, bloqueando el paso.— Acepté tu invitación, sí — empezó a explicar Julian ganando unos segundos preciosos para que su hermana pudiera escapar. — Me dejé ver en tu fiesta, hablé con tu madre… y también con algunos de tus accionistas. Y ahora me voy. Ni siquiera te vi. ¿Dónde estabas metido, Byron? Qué descortés por tu parte.Byron frunció el ceño y avanzó un paso. En ese instante no tenía paciencia para aguantar las provocaciones de Julian, su único interés era encontrar a esa mujer y saber al menos quien era o como se llamaba.— ¡Muévete! — ordenó — Necesito encontrar a alguien, no tengo tiempo para esto.— Vaya, vaya… no has cambiado nada — Julian arqueó una ceja, fingiendo una indignación que no sentía en absoluto. — Creía que seguías soltero porque no podías olvidar a mi hermana… porque algo dentro de ti sí se arrepentía de lo que suce
Último capítulo