2. ¡Emily, vuelve aquí!
El murmullo de los invitados crecía a cada minuto que la novia no aparecía. Byron sentía cómo la impaciencia lo devoraba desde dentro. Había mirado su reloj una docena de veces, pero Emily seguía sin llegar. El calor sofocante del jardín de la mansión le pesaba en los hombros, la tela del traje le raspaba la piel y resistía la tentación de aflojarse la corbata frente a todos. Tenía que mostrarse impecable: era el novio. Pero lo único que sentía era un temor extraño, un presentimiento que no sabía de dónde venía.Caminaba de un lado a otro, tratando de sofocar la ansiedad, cuando la pequeña puerta secundaria del jardín se abrió. Sabrina apareció, vestida como si la ocasión le perteneciera, con esa sonrisa arrogante que tantas veces lo había seducido en el pasado. Esa misma sonrisa, malvada y venenosa, que alguna vez lo atrajo, ahora le revolvía el estómago.Sabrina era hermosa, sí, pero de una belleza helada, cortante. Nada que ver con Emily. La verdadera hermosura estaba en su prometi
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