Mundo ficciónIniciar sesiónFatima Hneidi nunca encajó en el mundo en el que creció. Para ella, era rígido. Proveniente del Medio Oriente, conociendo la vida occidental después de que su familia se mudara a USA. Su vida ha sido una constante batalla: contra las expectativas, contra el amor, contra sí misma. Aguerrida, brillante y con un temple forjado en el dolor, se convirtió en una abogada con talento y calidez. Pero bajo esa coraza, aún vive el recuerdo de su primer amor: Mariano Hans. El chico que la hizo soñar, el que la rompió, el que definió su caída… Fatima lo enterró en el pasado. Lo olvidó al crecer. Lo superó al convertirse en la mujer que es hoy. Pero el destino, cruel y caprichoso, lo pone de nuevo en su camino a través de un acuerdo legal. Él sigue siendo encantador. Él sigue provocando el mismo cortocircuito en su corazón. Solo hay un problema: Mariano Hans es el prometido de su hermana menor, a quien no ve desde hace ocho años. Ahora, Fatima se enfrenta a una tormenta emocional que amenaza con derrumbar todo lo que ha construido. ¿Podrá resistirse a lo que una vez la destruyó? ¿Será capaz de descubrir los secretos que rodean el compromiso de su hermana? ¿Aceptarán sus padres a la mujer que ha decidido ser? En medio de traiciones, recuerdos y decisiones imposibles, Fatima deberá elegir entre el pasado que la marcó y el futuro que aún puede escribir.
Leer másMis pies quieren huir. Quieren correr lejos de esta oficina, de esta ciudad, de este momento. Pero aquí estoy, frente a la puerta que lleva grabado en letras doradas el nombre que juré no volver a pronunciar: “Mariano Hans”. Justamente, él.
Mi corazón golpea con furia. Mis manos sudan. Mi rostro arde. No por el calor, sino por la memoria. Por él. Lo que significa él. Mariano Hans. El hombre que me rompió. El hombre que me definió. Lo que me llevó a convertirme en todo lo que soy, aunque esto sea contradictorio. —¿Usted es la señorita Hneidi? —me interrumpe una mujer de mediana edad, con una ceja arqueada y una expresión que me recuerda a las monjas del internado. —Fatima Hneidi. Abogada ambiental. Tengo una reunión con el CEO. —respondo con firmeza, intentando proyectar la mujer que me prometí ser desde que salí de aquel infierno. La mujer me escanea de pies a cabeza. Mi falda y camisa blanca, que esta mañana parecían una elección segura, ahora me hacen sentir como una niña disfrazada de adulta. —Ah, la abogada de esa empresa de ambientalistas ... —murmura con desdén. —¿Sabe que su compañía está matando más de cien especies acuáticas? ¿Sabe que podría perderlo todo si no llego a una resolución hoy? —le espeto, sin poder contener mi temperamento. —¿Cree que una mujer como usted puede cambiar algo aquí, en un lugar como este? —se burla. —Una mujer como yo puede hacer cualquier cosa. Incluyendo apartarla de mi camino. —le respondo, justo cuando la puerta se abre. Y ahí está él. Tal como lo imaginé. Cabello rubio, ojos azules y profundos, comunes en este país por su color, pero estoy segura de que tienen un no sé qué, jamás visto. Mariano Hans. Me mira con sorpresa, y yo olvido cómo respirar. Había ensayado este momento. Lo había visto en videos, en entrevistas, en sueños. Pero nada se compara con tenerlo frente a mí, después de tantos años. Años en los que creía, haberlo olvidado. El sentimiento. —Buenos... días. —tartamudeo. —Yo me encargaré de la señorita Fatima. —dice Mariano, con esa voz que aún sabe cómo recorrer mi piel. Margareth, la recepcionista, protesta. Él la calla con una sonrisa. Y yo, como una idiota, suspiro. Entramos a su oficina. La puerta se cierra. El pasado se abre para mí. —¿Me recuerda, señor Hans? —pregunto, con más valentía de la que siento fluir por mi debil cuerpo. —Por supuesto, Fatima. Tus ojos siguen siendo los mismos. Asustadizos. Misteriosos. —responde, y se sienta con calma. Mi cuerpo tiembla. Pero mi voz no. —Estoy aquí para discutir la contaminación de su planta. No para recordar viejos tiempos. Él sonríe. Me elogia. Me invita a cenar. Me ofrece un trato. “Una cena a cambio del cierre de la planta.” Mi corazón se acelera. Mi mente calcula. ¿Una cena con el hombre que me destruyó podría salvar mi carrera? ¿Mi reputación? ¿Mi futuro? No sé si sea correcto decir que fue él que me destruyó. ¿Fue él, o fueron las creencias fundamentalistas de mis papás? ¿Qué podría perder? ¿Es lo justo para mí? “Hace ocho años” : Llegamos a Estados Unidos cuando yo tenía catorce. Mis padres, mi hermana menor y yo. Dejamos Siria atrás: sus montañas, sus costumbres, sus silencios. Yo nunca me sentí parte de ese lugar. Ni de sus reglas. Ni de su moral excesiva, cuando esto era conveniente. Cuando se trataba de las mujeres, era invaluable. O al menos, así siempre fue para mí. También estuvimos en Armenia, ya que mi madre es Armenia... Y es otro lugar, que jamás sentí mio. Un constante : “Fatima, no puedes sonreír a ningún hombre en la calle”. “Fatima, no puedes ir sola por el pan”. “Fatima, no puedes estudiar una carrera universitaria que es para hombres”. “Fatima, debes saber cocinar, si no, ¿qué tendrás para ofrecer a tu futuro esposo?”. “Fatima, debes rezar con más consideración y humildad”. Nada en mí estaba bien allá. Nada. California nos recibió con una casa pequeña y un futuro incierto. La familia Hans le dio trabajo a mis padres en su viñedo. Eran ricos, poderosos, y curiosamente, los únicos que no nos juzgaron por nuestra nacionalidad ni por el pasado que arrastraba mi padre. Yo quería aprender. Saber. Escapar. Pero mi ambición fue castigada. Los golpes se volvieron rutina. El desprecio, costumbre. Y entonces apareció él. El hombre de mis sueños ocultos. Mariano Hans. Dieciocho años. Sonrisa arrogante. Mirada que lo sabía todo. Me enamoré como solo se enamora una adolescente: sin medida, sin lógica, como una estúpida. Una tarde, mi madre nos encontró besándonos. A punto de ir más allá. Él se fue con una sonrisa. Yo fui enviada a un internado. Sin explicaciones. Sin despedidas llenas de amor o añoranza. Recibí la paliza más ardiente que he tenido que soportar. Y no solo a nivel físico, esta situación, dejó arduos sentimientos en mí que no he sabido como identificar o solucionar dentro de mí. Estudié derecho ambiental a distancia. Me gradué sin ver a mis padres. Sin saber si estaban vivos, si me odiaban, si me recordaban. Me borraron. Me castigaron por un beso. Por un deseo. Por una traición que, para ellos, fue imperdonable. Mi pequeña hermana, el cabello suave de mi madre, los mínimos gestos de cariño de mi padre… Los almuerzos familiares, la unión en el Ramadán. Todo quedó atrás. Después de tanto que quise, tener un vistazo de la vida occidental, realista. El destino me sorprendió empujandome al mundo que tanto deseaba conocer, obligándome a vivir en él. Descubriendo el contraste de lo que conocía, de lo cercano que solía ser lo que creía invasivo y personal. ... “Hoy” : —Fatima… Estás realmente hermosa. Han pasado tantos años en los que no supe nada de ti. Me sorprende mucho que estés aquí. —arroja Mariano, sacándome de mi ensimismamiento voluntario. —Mmm… —murmuro débilmente, sin pensar. —¿Es todo lo que tienes que decir, Fatima? Él ha dicho que estoyNarrado por Fátima Hneidi:Por más que me esfuerzo, no lo consigo.No puedo pensar en otra cosa. No importa cuánto intente distraerme, cuánto me esfuerce en fingir que estoy enfocada en buscar trabajo, en adaptarme a esta ciudad que no me pertenece. Todo regresa al mismo punto: Omar. Mi padre. El hombre que me robó la infancia, la dignidad, la paz. El hombre que ahora está a unas estaciones de metro de distancia, esperando verme. Esperando que yo lo perdone. Esperando que firme unos papeles. Esperando que me trague su maldito teatro de supuesta redención. Pero no sabe lo que le espera. Mi papá no sabe que sí tenemos algo en común. He ensayado cada palabra. Cada frase. Cada confesión. No porque quiera compartirle mi verdad, sino porque sé que cada una será como una daga. Porque sé que su corazón, ese órgano débil que tanto ha protegido en años, no resistirá la verdad. No resistirá mi voz. No resistirá verme de pie, fuerte, libre. Estoy en calma. Una calma que me asusta. No tiemblo.
Narrado por Fatima Hneidi: 《Días después...》El sonido del teléfono me despierta. No es la alarma. No es Zayd, él ha tenido suerte y ha encontrado un trabajo. No es nadie que yo tenga guardado. Es un número desconocido. Me quedo mirando la pantalla unos segundos, con esa sensación de que algo está por romperse. No debería contestar. No quiero. Pero lo hago, estoy hartandome de esconderme de los problemas. —¿Fatima? —dice una voz que me paraliza.No necesito que se identifique. No necesito que diga más. Reconozco esa voz, ha estado en demasiadas de mis jodidas pesadillas. Es Omar. Mi padre. El hombre que me ha hecho la vida un infierno.—¿Qué quieres? —digo, con la voz seca, sin emoción.—Estoy en Damasco. Estoy paralítico. Me acaban de dar de alta. Estoy arrepentido. Quiero verte. Quiero pedirte perdón. —dice, como si esas palabras fueran fáciles de pronunciar.¿Mi padre cree que nuevamente puede engañarme?Se que hay algo detrás de su supuesto arrepentimiento. Siempre hay algo. Pi
Narrado por Mariano Hans: Lo que ese hombre me ha dicho, no me sorprende. No me duele. No me quiebra. Para mí es irrelevante.Amet Faddoul me ha dicho que ama a Kiara. Lo ha dicho sin rodeos, sin vergüenza, sin temor. Y yo… yo ya lo sabía. Ibrahim me lo había contado antes de morir. Me lo dijo con esa voz grave que usaba cuando quería que algo se me quedara grabado en la conciencia. “Tu esposa se ha acostado con Amet. Lo vi. Lo sé. No lo dudes.”Él se encargó de que revisaran los mensajes que Kiara había enviado, él quería conocer a su nieta. Se esforzó en hacerlo. Incluso, tenía planes de que en el futuro fueran cercanos. Un futuro que no llegó, porque apagaron su vida sin más. Una vez más Omar se salió con la suya, aunque Ibrahim le ha dejado un recuerdo de por vida de su desgracia. Lo ha dejado paralítico. Desde que estuve seguro de que Kiara no me era totalmente fiel, que no era la niñita que parecía estar obsesionada por mi atención, el panorama cambió mucho para mí. Dejé de p
Narrado por Kiara Hneidi: Soy adulta. Y tengo que respetar a quien quiero ser. Y para acercarme a esto, tengo que dar este paso. Estoy frente a él. A mi padre. El hombre que me enseñó a obedecer, a callar, a no cuestionar. El hombre que ahora está postrado en una camilla, con la mirada más dura que nunca, como si su parálisis no le hubiera quitado ni una pizca de autoridad. Pero esta vez, no me tiembla la voz. Esperé a que amaneciera para hacerlo. Lo reflexioné durante toda la noche. No puedo permitirme que sigan decidiendo por mí, y yo jamás había estado tan decidida de que quería algo. Supongo que el amor es capaz de darte fuerzas para tomar decisiones. —Papá… —le digo, con firmeza. —, te amo muchísimo. Te amo profundamente. Pero necesito volver a Estados Unidos. Hay situaciones que requieren de mi presencia... He estado ausente por mucho tiempo y la verdad es que me tiene preocupada la situación de mi madre... —digo en voz baja, pero con temple. Él me observa. No dice nada. So
Narrado por Fatima Hneidi: La adaptación a un nuevo continente, a una nueva vida, no ha sido difícil. Aunque mi corazón se siga intentando recuperar de las heridas profundas que padece, mi ánimo sigue haciendo todo lo posible por mejorar. Por mantenerse en pie de lucha, fuerte y determinado. Consistente en las cosas que quiere. Explorador y dinámico. Londres me recibe con un cielo gris, pero por primera vez en semanas, no me pesa ser expectante de un cielo gris. El aire es frío, pero no lo siento nada hostil. Camino junto a Zena por los pasillos del mercado, y aunque mi cuerpo aún se siente débil, hay algo en la rutina que me reconforta. El olor a pan recién horneado, las frutas alineadas en cajas de madera, el murmullo de conversaciones ajenas… Todo eso me recuerda que estoy viva. Que estoy libre, ya no soy parte de esa casa demoníaca, y es algo digno de agradecerle a Dios. Zayd se ha encargado de todo. De protegerme, de hablar con las autoridades, de dejar claro que no soy una mu
Narrado por Amet Faddoul: Estoy confundido. Y a la vez estoy demasiado harto, no hay otro modo en que pueda describir mis emociones ahora mismo. Harto de fingir. Harto de las malditas suposiciones. Y harto de experimentar tener sentimientos por una mujer. Omar vuelve a repetirlo. Lo dice como si fuera una ley escrita en piedra, como si su palabra bastara para que el mundo se acomode a sus jodidos deseos. “Fatima debe casarse contigo, Amet. Te lo prometí.” Lo dice sin mirarme, como si yo fuera un objeto, una pieza más en su tablero donde solo le importa tener poder. No me sorprende. Pero esta vez, me incomoda.No tiene sentido.No quiero casarme con su hija Fatima. No siento nada por ella. No me hace vibrar. Solo es una buena mujer, que ha tenido mucha mala suerte. Fatima… No. Gonul. Así la conocí. Así se presentó ante mí, con ese nombre que parecía sacado de una comun novela turca. Me gustó desde el principio. No por su belleza, que es evidente, sino por su forma de mirar. Como
Último capítulo