A treinta mil pies de altitud, las leyes del deseo escapan a la gravedad. Mila, azafata elegante e indómita, conoce perfectamente las reglas del cielo... y cómo eludirlas. Acostumbrada a los juegos de miradas y a los placeres furtivos, pensaba que podría dominar todas las turbulencias. Hasta que fue asignada a una nueva rotación de largo recorrido bajo las órdenes del comandante Nolan Elven, carismático, frío, terriblemente atractivo. Entre ellos, la tensión es inmediata. Una mezcla de provocación, desafío y atracción ardiente. Pero a bordo también está Zoé, otra azafata de encanto felino, antigua amante de Nolan y que no ha dicho su última palabra. A medida que las escalas se suceden, los límites se desvanecen. En los hoteles de escala, los uniformes caen y los juegos prohibidos comienzan. Mila se encuentra atrapada en un triángulo eléctrico, entre el comandante que quiere domar... y la mujer que no puede ignorar. Juegos de poder, celos, cuerpos entrelazados en noches donde todo se consume hasta que se impone una elección. Pero al volar demasiado cerca del fuego, Mila corre el riesgo de quemarse.
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22:17 – Sala de embarque Terminal 3
Mi aliento es corto. Mi corazón golpea demasiado fuerte, demasiado rápido, como si hubiera olvidado el ritmo. Una mano temblorosa se desliza sobre mi uniforme, roza el tejido azul marino que conozco de memoria, pero que esta noche me parece más ajustado, más estrecho. Como si mi piel estuviera demasiado viva para contenerse en él.
Me llamo Mila Rives. Tengo veintisiete años.
Han pasado seis años desde que vuelo, seis años cruzando husos horarios y océanos manteniendo siempre el control. Pero esta noche, todo se me escapa.Soy ese tipo de mujer a la que se respeta sin acercarse demasiado. Los pasajeros me escuchan, los colegas me temen un poco, y hasta ahora, ningún hombre me ha hecho tambalear. No realmente. He aprendido a mantener mis distancias, a responder con la mirada y no con el corazón. A jugar el juego sin quemarme nunca.
Y, sin embargo... esta noche, hay algo en el aire. Una vibración. Una tensión sorda. Una espera que se adhiere a la piel.
Me han asignado a un vuelo de larga distancia hacia Seúl. Hasta aquí, nada nuevo. Pero no es el trayecto lo que hace temblar mis manos. Es él.
El nuevo comandante de a bordo. Nolan Elven.
Su nombre se ha convertido en un murmullo en la boca de todas las azafatas. Un hombre imposible. Demasiado limpio, demasiado perfecto, demasiado... indescifrable. Irradia algo animal y gélido a la vez, como si detrás de su absoluto dominio dormía un depredador.
Nunca habla sin razón. No mira a nadie sin motivo. Comanda sin alzar la voz. Y hace soñar a todas las que cruzan su camino. Incluyéndome a mí.
Estoy allí, erguida en mi uniforme, los tacones perfectamente paralelos, el insignia colgada en mi pecho como un recordatorio del orden. Pero por dentro... es el caos. Una tormenta silenciosa que ruge bajo mi piel.
Entonces él llega.
Entra en el hall con esa apariencia nítida, precisa, casi militar. Cada paso está medido, cada movimiento parece calculado de antemano. No avanza. Domina el espacio. Las conversaciones se apagan a su paso. Las miradas se vuelven, curiosas, admirativas o inquietas.
Lo fijo.
Es aún más impresionante que en las fotos internas. Alto, con la espalda recta, los hombros anchos. El uniforme le queda como una segunda piel. Su camisa blanca destaca la fuerza tranquila de su torso, su corbata está perfectamente ajustada. Pero son sus ojos los que me absorben. Fríos. Duros. De una claridad cortante. Y, sin embargo... llenos de fuego bajo el hielo.
Él me ve.
Lo sé porque mi aliento se corta de golpe. Su mirada se ancla en la mía. Me atraviesa. Me mide. Me escudriña. Un escalofrío recorre lentamente mi columna vertebral. Siento que me arranca los pensamientos sin pronunciar una palabra.
Se acerca.
Lentamente. Demasiado lentamente. Cada paso aprieta el lazo alrededor de mis costillas. Mi vientre se contrae. Me muerdo el interior de la mejilla para no moverme.
Se detiene a un suspiro de mí. Lo suficientemente cerca para que sienta su perfume seco, especiado, viril, casi brutal. Pierdo la noción del espacio. Inclina levemente la cabeza. Siento su mirada descender hasta mis labios. Subir. Sabe exactamente lo que está haciendo.
Su tono me atraviesa la piel como una hoja caliente.
– Azafata Mila, ¿verdad?
Asiento con la cabeza. Incapaz de hablar. Mi garganta está seca, mis labios entreabiertos, mi cuerpo tenso. Todo en mí está alerta, eléctrico, ardiente.
– Vamos a tener un buen vuelo, juntos.
Y se da la vuelta. Tranquilo. Preciso. Como si no hubiera acabado de hacer explotar algo dentro de mí.
Se aleja. Lo miro desaparecer en el pasillo del personal, y me doy cuenta de que he estado conteniendo la respiración demasiado tiempo. Mis manos tiemblan. Mi vientre es una bola de fuego.
Casi no me ha tocado. No un gesto inapropiado. Nada explícito.
Y, sin embargo...
Mi piel ya lo reclama. Mi mente se enciende. Imagino sus manos en mis caderas, su voz en mi oído, sus órdenes frías que se mezclan con el calor de mis riñones. La cabina bloqueada. La tensión que explota en lo prohibido.
Esta noche, las reglas van a cambiar.
Esta noche, no se tratará de uniformes ni de jerarquías.
Esta noche, voy a volar más alto, más lejos, más intensamente que nunca.
Y él...
Él que me llevará allí. Mila23:02 – A bordo, Boeing 777, vuelo 438 – Destino Seúl
El silencio en la cabina es casi perfecto, aún virgen del tumulto de los pasajeros. Adoro este momento. Justo antes del embarque. Cuando el avión aún es una carcasa dormida, un cuerpo frío listo para calentarse. Cuando todo parece posible.
Deslizo lentamente mis dedos sobre las filas de asientos, verificando cada detalle con una minuciosidad casi mecánica. Los compartimentos de equipaje están vacíos. Los chalecos salvavidas en su lugar. El agua, las fichas de seguridad, los cinturones cruzados sobre los cojines firmes. Todo está en orden.
Pero yo... no lo estoy.
Desde que él subió a bordo, no puedo pensar. Nolan Elven atravesó la pista como un general ingresando a una zona de guerra. Lo vi pasar por la puerta, saludar brevemente a la tripulación, y luego desaparecer en la cabina. Ninguna palabra. Ninguna mirada hacia mí. Solo esa presencia densa. Ese peso bajo la piel.
Y, sin embargo, lo siento.
Sé que me observa. Incluso detrás de la puerta cerrada, incluso en este silencio tenso, siento su mirada en mi espalda.Me doy la vuelta, de repente. Y lo veo.
Está allí, de pie cerca de la cabina, su mirada anclada en mí. Los brazos cruzados. La expresión impasible. Pero sus ojos, ellos dicen otra cosa. Me detalla. Lentamente. Desde mis tacones hasta mi cuello. Me roza sin tocarme, y eso es aún peor. Me siento ardiente, expuesta, vulnerable en este estrecho pasillo donde no hay escapatoria.
Sostengo su mirada. Me niego a bajar los ojos. No soy una pequeña cosa dócil. No soy ese tipo de mujer. Pero frente a él, mi cuerpo traiciona. Mi respiración se acorta. Mi pecho se eleva demasiado rápido. Aprieto los dientes.
Él no dice nada.
Se limita a un simple gesto de cabeza.
Y entra en la cabina.
Mila 6:58 – Hotel de tránsito Tokio La luz de la mañana es gris y pesada. Como yo. No he cerrado los ojos. El vuelo terminó en un silencio denso. Profesional. Irreprochable. Nolan no ha cruzado mi mirada ni una sola vez. Pero lo he sentido. Lo he sentido detrás de mí durante el desembarque. Lo he sentido cuando rozó mi hombro en el pasillo de salida. Lo he sentido sobre todo… cuando me ignoró intencionalmente en la lanzadera. Y ahora, estoy aquí. En esta habitación impersonal, piso 12, olor a desinfectante y la fatiga pegada a la piel. Me he desplomado sobre la cama sin quitarme los tacones. Mis piernas aún están tensas. El estómago anudado. El sexo dolorido por lo que no ha terminado. Me ha dejado ahí arriba. Incompleta. Explosiva. Y lo odio por eso. Pero lo deseo aún más. Cierro los ojos. Veo su rostro a la luz de la cabina. Su mandíbula tensa. Su mirada al borde de la ruptura. Él había cedido. Por un instante. Por un latido.
Nolan4h26 – Cabina de descanso – Vuelo 438 Cielo de SiberiaEstoy de pie, inmóvil, con la espalda contra la pared metálica de la cabina, los brazos cruzados, la mirada fija en la puerta.Ella está ahí.Detrás.Acostada, tal vez.O simplemente despierta en la oscuridad, tensa como una cuerda.Mila Rives.Su nombre golpea dentro de mi pecho como un recordatorio constante, un latido regular. Este nombre me obsesiona. Se infiltra en mí. Me sigue en cada pasillo, en cada espacio cerrado, en cada zona de sombra.Me había prometido no volver a hacerlo.No con una miembro de la tripulación.No con una mujer que me mira como si quisiera hacerme caer.Y, sin embargo, aquí estoy.Como un idiota.Mis manos tiemblan. No de miedo. De control. De deseo. He tenido mujeres. Demasiadas. Cuerpos ofrecidos, miradas dóciles. Pero Mila no tiene nada de eso. Ella me desafía. Me mira como si ya me estuviera esperando.Y en esa maldita cabina, estuve a punto de ceder.Sentí el calor de su piel, la tensión en
MilaSus dedos se demoran en mi cadera. Solo un instante. Luego se aleja un paso.— Regresa atrás. Necesito un ojo en la cabina de pilotaje. La tripulación no se coordina bien, y no quiero que perdamos el rumbo esta noche.Lo dice como si hablara de navegación.Pero su voz...Es más áspera.Menos controlada.Me enderezo. Nuestros miradas se cruzan. Largas. Silenciosas. Quiero decirle algo. No sé qué. ¿Que estoy ardiendo? ¿Que siento que está a punto de fallar? ¿Que estoy lista para caer, si es él quien me atrapa?Pero me mantengo erguida.— Recibido, comandante.Giro lentamente y me alejo. Mis pasos resuenan en el pasillo como un golpe de tambor. Siento su mirada sobre mí hasta el último segundo.Y lo que he leído en sus ojos, lo que he sentido en sus brazos...No era control.Era un desliz.Un soplo de deseo.Una falla.Y yo, Mila Rives,estoy lista para hundirme en ello.3:12 – Cabina de pilotaje – Vuelo 438 – Altitud de cruceroGolpeo dos veces la puerta blindada.– Soy Mila.Un cl
MilaMe quedo plantada ahí, estúpida, con la impresión de que acaba de rozar mi piel sin mover un solo dedo. Parpadeo, luego sacudo la cabeza. Necesito concentrarme. La tripulación se activa. Zoé entra a su vez, con esa sonrisa empalagosa que solo reserva para situaciones donde siente una presa que compartir.– Es aún más frío de lo que decían, susurra, burlona. Pero atractivo... ¿No te parece?Me encojo de hombros.– Quizás. No lo conozco aún.Mentira.Ya lo conozco demasiado.Ella se ríe suavemente, como si ya olfateara algo. Zoé es astuta. Bella. Tóxica. Tiene la mirada de una gata hambrienta y las garras listas. Siente cuando otra mujer arde por un hombre. Y nunca retrocede.– Espero que no tenga preferencias. Sería una pena que no probara todo lo que podemos ofrecerle.Me lanza una mirada de reojo, provocadora, y luego desaparece hacia la parte trasera de la cabina.Me quedo allí, sola, con la respiración entrecortada. Mi uniforme me parece demasiado ajustado. Mi piel me pica. Ne
Mila22:17 – Sala de embarque Terminal 3Mi aliento es corto. Mi corazón golpea demasiado fuerte, demasiado rápido, como si hubiera olvidado el ritmo. Una mano temblorosa se desliza sobre mi uniforme, roza el tejido azul marino que conozco de memoria, pero que esta noche me parece más ajustado, más estrecho. Como si mi piel estuviera demasiado viva para contenerse en él.Me llamo Mila Rives. Tengo veintisiete años.Han pasado seis años desde que vuelo, seis años cruzando husos horarios y océanos manteniendo siempre el control.Pero esta noche, todo se me escapa.Soy ese tipo de mujer a la que se respeta sin acercarse demasiado. Los pasajeros me escuchan, los colegas me temen un poco, y hasta ahora, ningún hombre me ha hecho tambalear. No realmente. He aprendido a mantener mis distancias, a responder con la mirada y no con el corazón. A jugar el juego sin quemarme nunca.Y, sin embargo... esta noche, hay algo en el aire. Una vibración. Una tensión sorda. Una espera que se adhiere a la
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