Querer y poder

Narrado por Mariano Hans:

(Minutos antes de la llegada de Kiara)

Fatima me miraba con esa mezcla de fragilidad y fuerza que siempre me ha desconcertado. Estábamos hablando en voz baja, como si el mundo se hubiera detenido afuera de esa habitación. Su cuerpo aún mostraba las secuelas del accidente, pero su mente estaba despierta, clara, firme.

Le dije que era ella. De eso no tenía duda apenas la vi en mi oficina. No me importaba nada más.

Yo... Yo solo necesitaba hablar con Omar Hneidi, solucionar las cosas. Llegar a un acuerdo donde él entienda que no amo a Kiara. Él es un hombre de negocios, él iba a entenderlo. Y mi padre también.

—No entiendo por qué estás aquí, Mariano. —me dice Fatima, con los ojos clavados en los míos. No deja de mirarme con inquietud.

—Porque no podía no estar. —le respondo con una media sonrisa.

Ella baja la mirada. Tiene vergüenza.

Si tan solo ella supiera que es la mujer que menos debería de sentir vergüenza en el mundo entero...

—No quiero que te compliques la vida por mí. —arroja Fatima, en su voz, hay un poco de miedo.

—Ya está complicada. —digo, y sonrío con tristeza.

Fatima suspira.

—No somos los mismos. Tú tienes una vida, un compromiso. Yo… Solo tengo este cuerpo roto y una historia que nadie quiere escuchar. Creo que incluso perderé mi trabajo, no estoy en un buen momento de mi vida.

—Yo siempre querré escucharla. Quiero quedarme. Déjame ser parte de ti. Déjame demostrarte. —digo, sin pensarlo. Pero sintiéndolo en cada espacio de mi alma.

Fatima sonríe, y me mira con intensidad.

Distraído en la profundidad de sus hermosos ojos esmeralda, escucho venir hacía nosotros unos pasos.

Firmes. Determinados.

No eran los de un médico. Ni los de una enfermera. No tienen ese tipo de carácter.

Me giro hacia la puerta. Me pongo nervioso...

He pedido que no se revele a nadie mi permanencia en el lugar. Mientras Fatima se encuentre en este sitio, quiero que esté en paz. Que no tenga miedo de absolutamente nada. Quiero que se sienta segura, que no asocie mi presencia con desgracias.

La dueña de los pasos asustados, es Kiara. Finalmente, puedo ver su apariencia. Tomándome por sorpresa en un momento que para mí, estaba siendo íntima.

Vestida de negro, con el hiyab perfectamente ajustado, los ojos encendidos. No como una mujer que viene a visitar. Como una mujer que viene a reclamar lo que cree suyo.

Me pongo de pie de inmediato. No sé desde cuando ella ha estado en la puerta del lugar.

—Kiara… —digo, sorprendido.

No esperaba verla aquí. No después de lo que había pasado. No después de lo que había visto.

Creí que iba a recibir una llamada de su padre, o una del mío. Tan solo han pasado dos días.

—Así que es cierto. —dice Kiara con un tono mordaz, sin saludar.

—Estás aquí. Con ella. En su habitación. Hablando como si fueran amantes. Como si yo no existiera. —arroja Kiara con veneno.

—Fatima está herida. No tiene a nadie más. —respondo, manteniendo la voz baja.

La verdad no estoy aquí solo porque Fatima no tiene a nadie más. Si estuvieran mil personas a su alrededor, igual yo querría estar con ella.

—¿Y tú eres su salvador ahora? ¿Su protector? ¿Su consuelo? —escupe las palabras como si le dolieran.

—Kiara, por favor. No hagas esto aquí. Tenemos que hablar, no tienes derecho a hacer esto. Por favor, calmate. —le pido, con calma.

—¿Dónde quieres que lo haga? ¿En nuestra boda? ¿Cuando esté embarazada de tus hijos y tú sigas pensando en ella? —me acusa Kiara, su voz tiembla, pero no por tristeza. Por rabia. Por algo más profundo. Por una herida que no sé cómo interpretar.

Kiara jamás se había mostrado de este modo. Ella siempre ha estado consciente de la naturaleza de nuestra relación. Incluso, he tenido varias aventuras en el curso de nuestro compromiso. Jamás he estado involucrado sentimentalmente con ella.

—No vine aquí a elegir entre ustedes. Vine porque Fatima necesitaba ayuda. —digo, sin levantar la voz.

No tengo nada que elegir. Mi corazón le pertenece a Fatima.

—¡No me mientas! ¡La vi! ¡Los vi! ¡Vi cómo la mirabas! ¡Vi cómo le hablabas! ¡Vi cómo le ofrecías lo que nunca me has ofrecido a mí! —grita Kiara con molestia, y golpea la pared con la palma abierta mostrando que se encuentra histérica.

Fatima se incorpora lentamente. Su cuerpo debe de dolerle. Ella no está bien, esto no le hace bien.

—¿Kiara? —pregunta, con voz débil.

Sé que va a intentar interceder.

—¡Tú deberías estar muerta! —le grita Kiara, avanzando hacia la cama.

Me interpongo al instante. No puedo permitir que le hagan más daño, Fatima ha sufrido demasiado, y no sé lo merece.

—Kiara, basta. —le ordeno, con firmeza.

—¡Suéltame! ¡No me toques! ¡No después de tocarla a ella! —forcejea Kiara y me mira con intensidad.

—No estoy tocando a nadie. Estoy cuidando a alguien que está sola. Y con la que tengo una historia en común y sentimientos que esclarecer. —le respondo.

Quiero estar con Fatima y no tengo dudas de ello. Sin embargo, ella debe esclarecer si eso es realmente lo que ella también quiere. Sí también está dispuesta a pelear por nuestro "para siempre".

—¡Sola porque lo eligió! ¡Sola porque se burló de nuestra familia, de nuestra fe, de mí! —Kiara grita, y sus lágrimas empiezan a caer. No son lágrimas suaves o forzadas. Son violentas.

—¿Sabes lo que es esperar a alguien durante años? ¿Rezar por él? ¿Imaginar su rostro cada noche? ¿Soñar con sus hijos? —me dice Kiara, con la voz rota.

—Kiara… —intento decir algo, pero sé que no hay palabras que puedan calmarla.

Nunca había visto esta faceta de Kiara. Actúa como si tuviera sentimientos por mí. Como si me amara.

—¡Y ahora la traes aquí! ¡La escondes! ¡La proteges! ¡La amas! —grita, y su cuerpo tiembla.

Dos enfermeros entran al lugar. Luego, seguridad.

—Señorita, debe abandonar el hospital. —dice uno de los guardias.

—¡No me voy a ir! ¡Esta mujer destruyó mi vida! ¡Mi familia! ¡Mi fe! —grita Kiara, mientras es sujetada por los brazos.

En mi estado natural, intentaría consolarla. Ofrecerle ayuda. Sin embargo, es momento de tomar una decisión. Y yo la tomé.

—Fatima no destruyó nada. —digo en voz alta.

—, tú estás destruyéndote sola. No deberías portarte así. Sabes que nuestro compromiso es una farsa, Kiara.

Kiara me mira con enfado.

—Te arrepentirás. Ambos lo harán. Mi padre vendrá. Y cuando lo haga, no habrá lugar en este país donde puedan esconderse. Porque nuestra boda es un hecho, Mariano. Hay un contrato que lo dictamina, no puedes jugar a que no lo sabes. No puedes jugar a que vas a ser feliz con mi zorra hermana. —dice Kiara, mientras es arrastrada por los pasillos.

Kiara se suelta de los guardias por un instante.

Corre hacia la cama.

Intento apartarla.

Se inclina sobre Fatima.

—¡Allah te juzgará! ¡Y yo estaré ahí para verlo! —escupe a Fatima con desprecio y asco, y los guardias la toman de nuevo.

El escándalo fue inmediato.

Pacientes asomándose. Enfermeras murmurando.

Fatima me mira, sin decir nada.

Yo solo soy capaz de cerrar los ojos por un momento.

No por cansancio. Por vergüenza.

Esto es mi jodida culpa.

Minutos después, mientras me siento de nuevo afuera de la habitación de Fatima, escucho mi teléfono vibrar.

No se trataba de Kiara.

No. Era su padre.

—¿Qué has hecho? —la voz de Omar Hneidi es cortante.

—Intenté evitarlo. —respondo con serenidad.

—No era el momento. Has actuado como un niño. Como un débil. —añade Omar, puedo saber que está burlándose de mí.

—Ella está herida. ¿Qué esperaba que hiciera?, usted y yo debemos hablar. Kiara ha hecho un escandalo. Acepté ser su esposo, pero no que ella se sintiera con derechos. No la amo. —arrojo.

—Silencio. No puedo ir ahora. Pero lo haré. Y cuando llegue, esto se resolverá como debe ser. No sé quien en este siglo cree en el amor. Eres un verdadero bruto, y tu padre tiene que saber que vas por ahí arruinandolo. —dice con tono burlón, antes de cortar.

Guardo el teléfono.

Voy a la habitación de Fatima. Miro a la hermosa Fatima. Ella me observa, pero no con juicio. Con algo más, parece ser comprensión.

Y por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy exactamente donde debo estar.

Aunque el mundo estuviera a punto de arder.

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