Mariana pasó la mejor noche de su vida después de su divorcio y había sido con un total desconocido, ¡pero qué hombre, Dios mío! Se decía ella en su mente, por todo lo que le había hecho en la noche anterior y antes de que aquel tipo se despertara, se fue dejándolo solo en aquella habitación, sin pensar que después se volverían a encontrar en una situación muy diferente de la de ahora.
Leer másMariana estaba en el jardín, observando el cielo estrellado, mientras pensaba que los dos años que había pasado al lado de Jacob no habían sido más que una vil mentira… y una pérdida de su valioso tiempo. Lo único rescatable de ese matrimonio era haber confirmado que sus padres tenían razón: Y en la vida siempre habrá personas que solo buscan su propio beneficio. Si no es dinero, será cualquier otra cosa que les convenga.
Aun así, encontró un pequeño consuelo: al menos con este divorcio no perdió ni un centavo de su dinero, ni una sola de sus propiedades.
Se sentó en una silla para acomodarse mejor entre sus pensamientos, y entonces sacó su teléfono del bolsillo del pantalón. Al revisar sus redes sociales, se dio cuenta de que aún no había eliminado las fotos ni los videos que había compartido durante esos años junto a Jacob.
Luego comenzó a recordar el momento en que lo conoció. Era un día lluvioso. Estaba sola, varada en medio de una carretera desolada. Su auto no arrancaba y la señal del teléfono era prácticamente nula. La lluvia golpeaba con fuerza el parabrisas, y el cielo gris parecía reflejar el ánimo con el que había empezado aquel día.
En ese instante, Jacob pasó por allí, vio su coche detenido en medio del camino y se estacionó justo delante de ella. Segundos después, un hombre se bajó.
Ella lo observó en silencio, sorprendida. Aquel hombre era alto, de cabello negro azabache, ojos verdes intensos, vestido con unos pantalones azules y una camisa negra de manga larga, que llevaba arremangada hasta los codos. Los dos primeros botones estaban desabrochados, lo que le daba un aire desenfadado, seguro… y terriblemente atractivo.
—¡Qué guapo… wao! —murmuró entre dientes, incrédula.
No podía creer que, en medio de la nada, justo cuando más lo necesitaba, se hubiera cruzado con un hombre así.
Cualquier mujer se habría derretido con solo mirarlo.
Pero Mariana no solía dejarse impresionar tan fácilmente. Menos aún por los hombres demasiado guapos. Siempre pensaba que había un “pero” escondido detrás de tanta perfección.
Pero a medida que iba conociendo a Jacob, más se impresionaba con él… y poco a poco, sin darse cuenta, comenzó a enamorarse. Le encantaba su forma tan relajada de ver la vida. Era, en otras palabras, el hombre ideal para ella… o mejor dicho, el hombre con el que siempre había soñado desde que era adolescente.
Recordaba cómo, de joven, veía esos programas en televisión donde la protagonista encontraba al amor de su vida. Para ella, Jacob era ese amor, su príncipe azul.
Más adelante, descubrió que ambos estudiaban en la misma universidad, aunque en diferentes carreras. Él cursaba Administración y estaba tres semestres más adelante que ella. Mariana, por su parte, estudiaba Ingeniería de Sistemas y era una de las mejores de su clase. Le apasionaba programar, y los códigos eran su mundo.
En ese momento también recordó cuando él le escribió su primer mensaje, invitándola a tomar algo, porque quería conocerla mejor. Fue así como se dio cuenta de que ambos iban a la misma universidad.
Jacob le habló sobre el negocio de sus padres, una empresa inmobiliaria que él no deseaba heredar. Le confesó que su verdadero sueño era estudiar Medicina, para poder salvar vidas. Sin embargo, por la presión constante de su familia, tuvo que seguir el camino que ellos decidieron: estudiar Administración para encargarse algún día de la empresa.
Cada vez que se veían, se conocían un poco más… y ella ya estaba completamente enamorada.
Jacob era ese tipo de hombre que la hacía reír todos los días. Siempre tenía una historia diferente que contar, una anécdota nueva, y eso la tenía completamente cautivada. Ella estaba convencida de que él también se había enamorado, tal como ella lo había hecho.
Cuando llegó el día del cumpleaños de Jacob, la llevó a conocer a sus padres y la presentó como su novia. En ese instante, Mariana sintió que podía morir de la emoción. Estaba tan feliz…
Y luego, cuando se alejaron de los señores, él le dijo que no podría recibir mejor regalo de cumpleaños… si aceptara ser su novia.
Ella solo logró asentir con la cabeza, sintiendo que flotaba entre las nubes. No podía creer que un hombre como Jacob —tan bello, inteligente y carismático— se hubiese fijado en ella.
No es que fuera fea, para nada. En realidad, era una mujer muy hermosa. Pero nunca le había gustado arreglarse demasiado. Prefería la sencillez. Se veía a sí misma más bien como una persona sencilla, incluso algo desamparada, como tantas veces le habían dicho sus propios padres.
A pesar de tener un clóset lleno de ropa, siempre elegía vestirse de la forma más simple posible. No quería llamar la atención, ni sentirse observada. Y, además, decía que todos sus compañeros en la universidad eran igual de sencillos… así que no quería ser “la mosca en la leche”.
En su primer año en la universidad, solía vestirse como toda una señorita de alta sociedad. Pero con el tiempo entendió que lo más importante era sentirse cómoda, libre y relajada.
Jacob volvió a preguntarle, y claro, ella no le iba a decir que no, ¿cierto?
En ese instante, lo miró a los ojos y se dio cuenta de que no le había dado una respuesta todavía. Entonces, con una sonrisa tímida, pero llena de emoción por dentro, lo miró de nuevo y le dijo: Por supuesto que sí, quiero.
Él, sonriendo travieso, le preguntó: ¿Sí, quiero qué?
Solo por molestarla un poco.
Ella, con una sonrisa socarrona en sus labios, repitió: Sí, quiero ser tu novia… y hasta más.
Se abrazaron con fuerza, sin poder contener la felicidad. Jacob la soltó al darse cuenta de que la estaba abrazando con demasiada intensidad. Entonces, sin pensarlo, le dio un largo beso. Gracias por aceptarme, le dijo. Te juro que seré el mejor novio del mundo.
Se miraron el uno al otro, sonriendo como dos locos enamorados, y estallaron en carcajadas.
Ese día, hicieron el amor por primera vez. La forma en que él la tocaba la hizo sentir como la mujer más deseada del planeta. Sintió que el tiempo se detenía, que no había un mañana para ver.
Y al despertar, la primera sensación que tuvo fue de tranquilidad. Se puso una camiseta blanca de él, se levantó de la cama y caminó descalza hasta la cocina, donde él estaba preparando el desayuno.
Sofía miró a Mariana con sus ojos llenos de lágrimas y le dijo:—Todo es gracias a ti… y te juro que no me alcanzará la vida para pedirte perdón y agradecerte todo lo que has hecho por mí. Luego le contó los proyectos que tenía para cuando saliera de la cárcel, y que estaba enseñando a leer a algunas internas que no sabían, además de dictar un curso de maquillaje.Después de eso, Mariana regresó a su casa. Ella había pensado que aquellas llamadas misteriosas eran porque su marido no quería que visitara a Sofía, pero al parecer no era así, ya que cada día las llamadas eran más frecuentes.Lo único que la tenía emocionada era que, en una semana, se irían a la casa de vacaciones que su esposo tenía en la Costa Brava, para descansar una semana entera. Estaba muy ilusionada con ese viaje, porque esa casa le había gustado mucho la vez anterior… y también recordó que, en esa casa, fue su matrimonio civil con Felipe.Ya había pasado una semana y estaban en la casa de vacaciones. Al llegar Ma
Sofía se emocionó muchísimo al notar que quien le había respondido la llamada era Mariana. De inmediato le dijo:—Qué bueno que seas tú quien me contesta… Llevo tiempo intentando hablar contigo, pero como no tenía tu número, por eso llamé a Felipe.Ella sabía muy bien que Felipe jamás aceptaría sus disculpas si Mariana no estuviera de acuerdo.Mariana, un poco alarmada, le respondió:—Dime, Sofía… ¿En qué puedo ayudarte?Sofía le explicó que quería que la visitara en prisión, porque tenía que decirle algo muy importante.Mariana se sorprendió al escuchar eso, ya que, para ella, todo aquel asunto había quedado enterrado desde el día en que Sofía se entregó.En un principio, no estuvo de acuerdo con ella, así que le dijo con frialdad.—Dime lo que tengas que decirme por teléfono —. No tengo ni ganas, ni mucho menos tiempo, para ir a visitarte.Sofía le respondió que lo que quería decirle debía ser en persona, y su voz… ya no era la altanera de antes. Si no que sonaba distinta, más suave
Mariana, de inmediato, comenzó a buscar noticias sobre Martha y se dio cuenta de que era una de las modelos mejor pagadas de aquel país. Ella la llamó de inmediato, con la esperanza de que aún conservara el mismo número. Después de varios tonos, escuchó la voz de Martha al otro lado de la línea.—Martha, me he dado cuenta de que estás brillando en las pasarelas —dijo Mariana con una sonrisa en la voz—. Te felicito por todo lo que has logrado en este tiempo.Por su parte, Martha, muy emocionada y no podía creer que quien la llamaba era su amiga, aquella a quien tanto había extrañado. Le respondió con calidez:—¡Anna! No sabes lo preocupada que he estado por ti. Y el señor Felipe casi destroza la mansión entera cuando desapareciste.Ambas acordaron verse, pues tenían muchas cosas que contarse. Y así lo hicieron: una hora después ya estaban sentadas en un café, conversando como en los viejos tiempos.Martha le contó todo lo que le había pasado y le dio las gracias por la gran oportunidad
Por su parte, Santiago solo le dijo:—Me parece muy bien que te entregues, ya que esta será una forma de que pagues por todo el daño que has hecho.Luego, Sofía le confesó a su hermano que Mariela no tenía nada que ver con todo eso, que ella solo la había engañado con sus mentiras para que le diera consejos y la ayudara con sus ideas locas.Sofía explicó que solo había aceptado un consejo de su amiga y ese era: hacerse pasar por una persona que tenía cáncer delante de todos. La otra idea que Mariela le había dado no la había seguido, porque llevaría mucho tiempo lograr que Felipe odiara a Mariana, tiempo que ella no tenía en aquel momento.Fue en ese momento cuando Santiago se dio cuenta de que su esposa, en parte, era inocente. Solo había cometido un error y eso era: creerle a su hermana.Y en el fondo, él también se sentía culpable, porque había creído todas las mentiras de Sofía desde que había vuelto a la casa.Después de que Sofía había confesado todo a sus familiares, llamó a Fe
En ese momento, Mariana lo miró, mientras le decía:—No pensé que fueses tan malo.Luego recordó que, desde que había regresado, no había visto a los empleados que estaban cuando ella vivía allí. La única que permanecía era doña Blanca.Felipe le respondió, con absoluta calma:—Como pensé que una de las sirvientas estaba detrás del secuestro, las despedí a todas. Ya que no pude dar con el autor, así que preferí no correr riesgos.Ella frunció el ceño y preguntó:—¿Y te aseguraste de que todas ya estuvieran trabajando en otro lugar, verdad?Felipe, que sinceramente nunca se había preocupado demasiado por los demás, le contestó sin darle mucha importancia:—La verdad, no me he interesado en ese asunto tan pequeño.Luego, como si apenas lo recordara, añadió:—La única de la que sé algo es de una sirvienta llamada Aurora.Mariana de inmediato le preguntó:—¿Y dónde está ella ahora?A lo que él le respondió:—En la cárcel, pagando por lo que te hizo.Mariana, que ya había dejado ese tema a
En ese instante, Sofía, de no ser porque él todavía la sostenía, se habría desplomado al suelo sin contemplación alguna.Se quedó estupefacta, sin poder pronunciar palabra, ya que su padre estaba allí, y además, ya había mandado a llamar a su madre.Cuando doña Josefa llegó, todos se sentaron, y la señora, muy feliz, celebraba la noticia. Para ella, era un alivio que su hija, con treinta y un años, finalmente formara su propia familia.Muy emocionada, preguntó:—Sofí, ¿y para cuándo nos das otro nieto? Tú sabes que Andrés es nuestro nieto, pero casi nunca lo vemos...Martín no la dejó responder y, de inmediato, habló por ella:—Sofía, ya me había propuesto esto. Ya que ella quería formalizar nuestra relación desde hace mucho tiempo, solo que yo no he tenido tiempo, pero ahora sí tengo el tiempo suficiente para casarme con su hija y tener muchos nietos para ustedes.Sofía, que apenas había logrado tranquilizarse un poco, al escuchar aquello, sintió que le iba a dar un infarto ahí mism
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