La cena.
—Puedes dejar de temblar, Fatima. No haré nada que no quieras. —murmura Hans con una sonrisa traviesa, sacándome de mi duda y ensoñación. Enderezo mi postura y me esfuerzo en buscar una emoción en sus ojos. Parece divertido, y no sé sí eso sea bueno o malo... —Acepto, Mariano. —digo con efusividad, él me observa interesado y sin quererlo, doy un traspiés hacia el frente, cayendo de bruces en la silla que se encuentra justo en frente de su escritorio. —¿Estás bien, Fatima? —me interroga con una sonrisa. Suspiro avergonzada, mi torpeza parece no tener límites... Siempre he sido una chica torpe, pero ahora soy una mujer, abogada de un pequeño conglomerado dedicado a la conservación del Medio Ambiente, debería de tener otro aspecto... Y quizás así fuera, si no tuviera que dejar la mitad de mi salario en las medicinas de mi abuela y en el alquiler del piso donde vivo desde que salí del internado. —Estoy perfecta, ¿me pasas la dirección en un WhatsApp? —le interrogo a Mariano de manera
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