¿Qué duele más?

Narrado por Fatima Hneidi:

El silencio que queda en la habitación después del escándalo, es más ruidoso que los gritos de Kiara.

La puerta se ha cerrado detras de ella, de la que alguna vez vi como mi dulce hermanita, arrastrada por los guardias, y el pasillo vuelve a su calma artificial. Pero dentro de mí, nada se encuentra en calma. Siento el corazón como un tambor desbocado, la piel erizada, los ojos secos de tanto contener. Se siente como si llevara años conteniendo un sinfín de emociones.

Mariano se ha quedado afuera de la habitación. Lo escucho hablar por teléfono. Su voz es firme, pero hay algo en ella que me hace temblar. No por miedo. Por certeza. Él está enfrentando a mi padre.

Mi padre.

Omar Hneidi.

El hombre que me enseñó que el amor era una debilidad. Que el silencio era virtud. Que la obediencia era salvación. Lo cual, jamás aprendí.

El hombre que me encerró en un sótano por pensar diferente. Que me azotó tantas veces... Me gustaría en algún momento, poder borrar esos recuerdos de mi mente. Alejarlos.

Y ahora viene. Viene a “resolverlo todo”.

Me incorporo lentamente. El cuerpo me duele demasiado, pero no tanto como el alma. La escena con Kiara ha sido verdaderamente algo grotesco. Verla así, fuera de sí, gritando que deseaba mi muerte, escupiendo su odio como si fuera una plegaria… Me deja una herida que no sé si cicatrizará en algún momento.

¿Ella me ama? ¿A su modo? ¿A ese modo retorcido que le enseñaron? ¿a Kiara le enseñaron a amar?

¿Y Mariano?

Él se interpuso. Me defendió. Me habló con ternura. Me dijo que quería quedarse. Que quería escucharme. Que quería ser parte de mí.

Pero ¿puedo creerle?

¿Puedo confiar en alguien que estuvo comprometido con mi hermana, que aceptó un contrato, que se dejó arrastrar por los negocios de nuestros padres?

No sé si esa es la persona con la que quiero construir un futuro. No sé si Mariano sea el hombre que valga la pena por volver a pasar por el infierno que representa mi familia para mí.

Lo amo. Mi corazón late delante de él.

Pero no sé, si ese amor, valga las lágrimas y la ansiedad que siento en mi interior.

Me levanto con dificultad y camino hacia el espejo del baño. Me miro con atención. Tengo el rostro muy pálido, los ojos hundidos, el cabello desordenado. Pero hay algo nuevo en mí. Algo que no estaba antes.

Fuerza.

No la fuerza que se grita. La que se sostiene en silencio. La que se construye después de romperse.

Fuerza para decir que no. Fuerza para decidir por mí misma. Y fuerza para admitir una de las cosas más importantes, la inseguridad.

Me siento insegura de mis propias emociones. De mi propio temperamento. De mi propio corazón.

Toco mi mejilla. Aún siento el calor del desprecio de Kiara. Sus palabras me han atravesado como cuchillos. Pero no han matado. Y no estoy segura de sí estoy agradecida de ello.

"Allah te juzgará"

Las palabras de mi propia hermana...

Quizás así sea. Recibiré un juicio terrible por verme involucrada con el prometido de mi hermana. Por no saber si él vale mi libertad. Pero antes de eso, yo tengo que juzgarme a mí misma. Y decidir si quiero seguir huyendo o si quiero enfrentar lo que viene.

Mariano entra en la habitación. Cierra la puerta con cuidado. Me mira manteniendo esa expresión de pena que sé que es lo común después de hablar con mi padre. Lo entiendo perfectamente, así se siente Omar Hneidi. Como si te succionara absolutamente toda la alegría de tu alma.

No dice nada al principio.

—¿Estás bien? —me pregunta finalmente después de haberme estado mirando por segundos qué parecieron eternos.

—No lo sé. —respondo insegura.

No quiero abrirme con él. No quiero decir que en este momento, me habría gustado estrellarme con mas fuerza. Que estoy triste y rota.

Él se acerca a mí, como si estuviera leyendo mis pensamientos, pero mantiene la distancia. Como si supiera que mi cuerpo no está listo para más contacto.

—Mi padre vendrá. —digo en un hilo de voz.

—Lo sé. —responde Mariano y asiente.

—¿Y el tuyo? —le pregunto, sé que su padre a pesar de no tener las practicas excesivas y violentas del mío, es disponedor y voluntarioso con la vida de sus hijos.

—También. Pronto. —arroja Mariano sin expresión.

Nos quedamos en silencio. El aire entre nosotros se torna denso, pero no incómodo. Es como si estuviéramos esperando que el mundo decidiera si nos iba a permitir seguir hablando.

—¿Por qué estás aquí, Mariano? —pregunto nuevamente, no termino de tener conciencia de porqué hace esto.

—Porque quiero estar. —responde sin más.

—¿Y Kiara?, ¿por qué no me dijiste en la oficina que estabas comprometido con mi hermana?, ¿por qué me coqueteaste desde el primer momento?

—Kiara está rota. —dijo, sin odio.

Sin explicar nada de mis otras preguntas.

—¿Y tú? —le pregunto.

—Yo estoy tratando de no romperme. —responde Mariano, pareciendo esquivo.

Me siento en la cama. Con dolor en cada uno de mis huesos. No puedo sentarme bien. Ni caminar sin sentir que mi cuerpo se está destrozando.

Lo miro.

—¿Sabes lo que significa enfrentarse a Omar Hneidi? —le interrogo.

—No del todo. Pero estoy dispuesto a aprender. —contesta al instante.

—Él no habla. Él sentencia. Él no escucha. Él decide. —le advierto. Yo soy el vivo ejemplo de que mi padre no es un hombre convencional.

—Entonces tendré que hablar más fuerte. —responde Mariano con seguridad.

Me río al escucharlo. No por burla. Por sorpresa. Por ternura.

—Eres valiente. —le digo.

No lo pensé. Pero al menos en este momento, a pesar de que sigo creyendo que es un sinvergüenza y mujeriego, y no estar segura de que sus sentimientos son genuinos, sí creo en que todo esto es un acto muy valiente por su parte.

—No. Estoy enamorado. —responde Mariano tomándome por sorpresa.

Mis ojos se llenan de lágrimas. No por tristeza. Y tampoco es alivio. Por miedo.

—No sé si puedo corresponderte. No sé si tengo espacio para el amor. —confieso con honestidad.

Lo amo. Con cada fibra de mi ser.

Pero no sé si puedo amar lo que él representa.

Esa forma de ver todo tan inverosímil.

—No te pido que me ames hoy. Solo que no me cierres la puerta. —añade Mariano con tranquilidad.

—¿Estás dispuesto a enfrentar a mi padre? A romper el contrato. A desafiar a tu familia. A perderlo todo. ¿Estas dispuesto a todo eso, y te mostraste tan ligero cuando me viste en tu jodida oficina? —le pregunto.

—Sí. —responde Mariano sin titubear.

—¿Y si yo decido que no quiero estar contigo? —añado.

—Entonces posiblemente me aleje nuevamente. Pero no sin saber que lo intenté. —arroja Mariano.

Lo abrazo a la distancia que nos separa. No por pasión. Por gratitud. Por respeto. Por todo lo que había callado durante años. Estoy confundida.

En ese momento, el teléfono suena. Era el número de la clínica.

Mariano atiende.

—Sí… Entiendo… ¿Cuándo?... Perfecto. Gracias. —cuelga.

Me mira.

—Tu padre llegará mañana. —asiente.

Siento un escalofrío recorrerme.

—¿Y qué hacemos hasta entonces? —pregunto.

—Nos preparamos. —responde Mariano con una risita.

—¿Para qué? —le pregunto sintiéndome intrigada.

—Para no temerle. —me dice con una media sonrisa, él tiene un hoyuelo en la mejilla que me encanta.

Me siento de nuevo. Respiro hondo.

Mañana, el hombre que me enseñó a callar vendrá a hablar.

Y esta vez, yo no voy a callar.

—Necesito estar sola, Mariano. Por favor.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP