Absurdas confesiones.

—Fatima, mi matrimonio con Kiara no es más que un acuerdo entre tu padre y el mío. Un trato comercial disfrazado de tradición. Yo creí que estaba haciendo lo correcto... Hasta que te volví a ver, a ti, tú eres la única mujer que alguna vez me ha tocado el corazón. —dice Mariano, envolviendo mis manos entre las suyas. Su mirada es intensa, y sus palabras me golpean como una ráfaga. Trago en seco. No esperaba esto.

No quería acercarme al amor. Ni porque ese amor, tuviera el rostro del hombre de mis sueños.

Ya no soy una niña de dieciséis años. No puedo permitirme caer en el encanto de frases bien dichas.

—¿Cómo es que nuestros padres decidieron unirlos, Mariano? Somos árabes, y mis padres son extremadamente conservadores. Me excluyeron por una tontería adolescente, y ahora negocian tu matrimonio con mi hermana. ¿Cómo se explica eso?, ¿por qué Kiara, a pesar de ser muy menor que tú, te la ponen en bandeja de plata? —le cuestiono, acelerada, con la voz cargada de incredulidad.

—Las cosas han cambiado, Fatima. Tu padre ha construido una reputación comercial sólida, una posición económica envidiable. Pero ese ascenso tiene un precio. Kiara es parte de ese precio. Mi padre necesita esa alianza para salvar su empresa, que ha estado en declive. Y yo... soy el instrumento que debe ejecutar ese plan. —responde Mariano, con un tono suave, casi resignado. Busca en mi rostro una reacción, pero lo único que encuentra es el sudor frío que me cubre las palmas. Estoy atónita al escuchar sus palabras, al ser consciente de que todo esto ha estado pasando mientras yo... Técnicamente, existo.

—¿Estás diciendo que mis padres ofrecieron a Kiara como parte de un trato comercial? ¿Para obtener dinero y prestigio? —pregunto, boquiabierta, sin poder creerlo.

¿Cómo es que han caído en semejante bajeza? Mis padres siempre mostraron ser autoritarios y extremistas... Pero Kiara siempre fue la luz de los ojos de mi padre. ¿Se la ha ofrecido a un norteamericano?

—Sí, Fatima. Sé que te preguntas por qué mi padre aceptaría algo así. —dice Mariano, anticipando mi juicio.

—Exactamente. Si tu padre tiene dinero, ¿por qué no invierte por su cuenta? ¿Por qué involucrar a Kiara como si fuera una mercancía?

Mariano ríe. Su risa tiene algo hipnótico, casi celestial. Por un segundo, estoy a punto de sonreír con él... Hasta que recuerdo a Kiara. Y el dolor vuelve a martillar en mi ser. Un recuerdo constante de que soy prisionera de mis emociones.

—Mi padre heredó su fortuna, pero nunca supo cómo multiplicarla. Simplemente, se dedicó a despilfarrar, y así enseñó a todos sus hijos. Incluyendome. Nunca hemos sabido lo que es trabajar por mantenernos. Y mis hermanas, mucho menos. Tu padre, en cambio, tiene una mente brillante para los negocios. Y como mi abuelo también era árabe, mi padre vio en esta unión una señal, una forma de honrar sus raíces. Cree que casarme con una mujer árabe tradicional es su redención. Incluso quiere que me convierta al islam. —explica Mariano, con una sonrisa triste.

Escuchar a Mariano explicar que su padre es árabe y que por ello consideraron una buena opción como partidazo para mi hermana... Sí supieran cuantas veces mi padre se burló de la mala pronunciación de palabras básicas que decía el padre de Mariano en árabe, intentando congeniar con mi familia.

Mariano me mira. A la espera de que abra la boca, que diga algo.

—Todo esto suena absurdo. No puedo creer que mi padre ofreciera a Kiara como parte de un trato. Y tú... ¿hablas de esta unión como si fuera perfecta? ¿Dónde queda lo que dijiste sobre luchar por mí? —le reprocho, tratando de no sonar tan afectada como realmente lo estoy.

Amo a Mariano Hans. Lo amo como el primer día. Él me enseñó a amarme cuando yo no sabía cómo. Me ayudó a romper el cascarón de mi timidez, a enfrentar los miedos que me habían paralizado.

—Desde que volviste, nada de esto me parece cómodo. Kiara no es la mujer que quiero. Tú lo eres. —dice Mariano, y su voz tiene una fuerza que me sacude. Mi cuerpo reacciona, traicionado por la intensidad de su presencia.

—Esperé años a que me buscaras, Mariano. Y tú estabas ahí, esperando que Kiara cumpliera la mayoría de edad para casarte con ella. ¿Qué clase de destino cruel es este? —le digo, sintiendo que mi garganta se rasga con cada palabra que logro sacar de mi boca.

—Tus padres me dijeron que te habías casado con un árabe de Dubai. Que eras feliz, que tenías más dinero que ellos, que no querías volver. Dijeron que estabas corrompida, que el beso que nos dimos fue tu perdición. Y que decidiste casarte, con la condición de que fuera un hombre con muchísimo dinero porque te asqueaba la casa en donde vivías con ellos. Llegaron a decirme, que me besaste ese día, porque querías embarazarte de mí para mejorar tu posición económica sin importar nada. —dice Mariano, y me invade una mezcla de rabia y tristeza. ¿Por qué inventaron eso?

Busqué a mis padres. En redes, en nuestra antigua casa. Nada. Silencio absoluto. Decidí seguir adelante, sola. Me formé en el internado, trabajé sin descanso, convencida de que algo bueno me esperaba. Que el dolor tenía que valer la pena. Y me gustaría creer que así ha sido. O eso creí, hasta ahora.

—Estuve internada todos estos años. Me reconstruí. Dejé atrás los golpes, los gritos, el sótano. Me convertí en alguien nueva. Mi vida está lejos de ser lo que dices, sigo viviendo y siendo una mujer modesta. Pero tú estás comprometido con Kiara, Mariano. Mi hermana. —le digo, conteniendo las lágrimas que me abrasan.

—Fatima, si pudieras verte como yo te veo... Eres brillante, fuerte, hermosa. Ellos te borraron, te exiliaron. Dicen que estás en Arabia Saudita, que permitiste que tu esposo tomara otra esposa. Pero nada de eso importa. Podemos reconstruir lo que nos rompieron. Puedo hablar con tu padre, pedir tu mano, convertirme al islam si es necesario. Haré lo que sea por ti. —dice Mariano, con una urgencia que me asfixia. Suelto sus manos. Esto no está bien.

Mariano definitivamente no conoce a mis padres. Especialmente, de lo que sería capaz mi padre si él le dice las cosas tan fresco como me lo está proponiendo a mí en este instante.

Todo lo que alguna vez soñé, lo que pedí en mis noches más oscuras, acaba de ser pronunciado en un momento de vulnerabilidad. Pero no puedo confiar en eso.

He luchado por mi lugar en el mundo. Y aún así, el miedo persiste. Los fantasmas no se han ido.

Fatma Maroom y Omar Hneidi. Mis padres.

Creí que era normal que me golpearan por quitarme el pañuelo.

Creí que era normal que me dieran las sobras por no ayunar.

Creí que era normal que me revisaran como mercancía.

Creí que era normal que me dejaran cicatrices por besar a un chico.

Creí que era normal... hasta que entendí que no lo era.

Yo no me sentía musulmana. Me sentía libre. Y Mariano me mostró ese mundo. Me dio alas. Pero luego, en pleno vuelo, me soltó.

—Vete, por favor. —le digo, firme. Las lágrimas caen, ardientes, humillantes.

—¿Qué pasa, Fatima? —pregunta él, secando mi mejilla con ternura.

—Necesito que no compliques más mi vida. Esta clínica quiero verla como mi refugio. Mi salida. No hay espacio para multimillonarios, empresas corruptas, padres abusivos... Ni para el prometido de mi hermana. A pesar de que sea una mujer a favor de la libertad, no quiere decir que no tenga unos principios. —le digo, segura.

—Fatima, eres única para mí. Sé que fallé, pero déjame quedarme. —insiste Mariano, con una fragilidad que nunca le había visto.

Pero no puedo. No después de todo.

Él siguió adelante. Se comprometió con Kiara.

¿Dónde estuvo el amor en todo eso?

¿Dónde quedó el respeto por lo que prometimos?

Merezco paz. Merezco respeto.

Y eso no incluye ser la amante de mi futuro cuñado.

Mariano Hans despierta en mí un deseo que roza lo divino...

Pero también puede destruir todo lo que he construido: Mi libertad.

Justo cuando Mariano se dispone a responder, la puerta entreabierta de la clínica se abre por completo. Kiara está allí. Su rostro está pálido, sus ojos húmedos. Nos ha escuchado.

—¿Así que esto es lo que pasa cuando no estoy? —dice con voz temblorosa. Su mirada va de Mariano a mí, como si intentara descifrar cuánto tiempo llevamos traicionándola.

—Kiara... —susurra Mariano, pero ella lo interrumpe.

—No digas nada. No quiero explicaciones. Solo quiero saber si alguna vez fui más que una pieza en el tablero de ustedes. —dice, con una dignidad que me rompe el alma.

Me gustaría pensar, que es una despiada arpía tal como me lo parecía en la casa de Mariano... Pero en este momento, veo algo más.. Veo humanidad, ¿y dolor?

¿Kiara realmente ama a Mariano?

¿Estamos enamoradas del mismo hombre?

El silencio que sigue es insoportable. El conflicto ya no es solo entre Mariano y yo. Ahora Kiara está en medio. Y lo que venga después... Puede cambiarlo todo.

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