Cala Bennett una hermosa joven enfrentará la prueba más difícil de su vida, y lo hará poco a poco, sin darse cuenta, se enredará en una de las mafias más importantes y sangrientas del país. Cuando ella cree que lo peor ha pasado, se verá envuelta en un trato, que la hará odiar al líder de la mafia, pues para perdonar la vida de Antonio su prometido, deberá aceptar casarse con él a cambio de la vida del hombre que ama. Blake Tattaglia el líder de aquella mafia, se encargará de mostrarle lo difícil qué es la vida cuando uno se debe cuidar hasta de su propia sombra, este protagonista, jugará con tus sentimientos y con los de Cala, llevándola al borde de la locura. Y todo comenzará el día de la boda de ella, una boda qué Cala recordará toda su vida.
Leer másNadie se detiene a pensar en el momento exacto en que la noche devora al sol. Lo vivimos cada día como un acto común, sin reparar en el equilibrio que oculta: no hay oscuridad sin luz, ni calma sin tormenta. Y a veces, el amor más puro… nace del odio más profundo.
El atardecer era perfecto, rojos y amarillo mezclados intensamente, el viento corría, moviendo las hojas de los cerezos, la humedad se repiraba, todo estaba listo, la boda mas esperada por la familia Toscano estaba a punto de hacerse realidad, un bello jardín cubierto de camelias blancas con con pistilos de un intenso amarillo, eran el lugar que durante semanas Cala Bennett había preparado, para al fin pertenecer a la familia de Antonio, el apuesto hombre que estaba más que ansioso por desposar a la mujer que terminaba de alistarse en la suite del del hotel. —¿Puedo pasar? —dijo Antonio, al golpear la puerta un par de veces, vestido de smoking, con los mejores zapatos de corte italiano, hechos a su medida, esperaba de pie detrás de la puerta, decidido a entrar. —No puedes verme antes de la boda —dijo Cala, mientras se acercaba a la puerta, ella era capaz de sentir la presencia de Anotnio, una sonrisa dibujada en su rostro solo era significaba la emoción qué sentía al ser la protagonista de aquella tarde. Divertida jugando con un par de mechones de su peinado alto, intentaba descubrir qué es lo que Antonio pretendía. —Amor, tú sabes que no creo en supersticiones, y necesito hablar contigo, hay algo que no puede esperar —con un tono serio uno que nunca antes había utilizado, fue escuchado por Cala, de inmediato supo, que algo pasaba, tomó la manija y abrió la puerta. —En verdad luces muy hermosa —acaricio su mejilla —, Cala, debemos hablar, y debe ser antes de la boda —explicó con cierta imponencia, Cala echó un vistazo en el pasillo, como si quisiera cerciorarse de no ser vista. —Pasa siéntate qué ocurre —dijo ella, con algo de mesura. —Cala, yo te amo —explicó, desabotonó su saco y se sentó al filo del sofá de color marrón —, no se como decir esto, traté varios días, busqué los escenarios perfectos para hacerlo, pero no fui capaz y ahora estás a punto de convertirte en mi esposa, en cuestión de minutos ya no serás Cala Bennett, serás Toscano, y perdón… todo fue ocurriendo, mi familia me lo advirtió, pero yo no vi la realidad, yo creí que solo serias una hermosa mujer que estaría de paso, te quedaste y yo —dando vueltas a la explicación Antonio no estaba listo, por mas que buscaba la forma, y el momento de explicarle lo que tenía para decirle. La mirada brillante de Cala, destellando incertidumbre a través del hermoso color verde se sus ojos, ponía a Antonio y cualquiera que la observaba en ese momento, en una situación de regocijo. No quería verla llorar, no quería verla sufrir, ni siquiera quería que ella en verdad supiera lo que él estaba a punto de explicar o que intentaba hacerlo, sin tener éxito. —Antonio, ¿está todo bien?, me estás asustando —dijo ella, se sentó frente a él, llevó los dedos de sus manos a sus sienes. Y espero cualquier cosa, "seguro terminará conmigo, está boda no se realizará". —Sabes necesito un trago —Antonio se puso de pie, sirvió whisky en un vaso, y dejó la botella sobre una pequeña y alta mesa redonda, donde también descansaba el ramo de flores que Cala usaría en la marcha nupcial. —Cala, mi apellido no es por suerte, esta lujosa boda, es solo el reflejo —¿El reflejo de que? —preguntó ella enseguida, levantó la mirada y notó el brillo en los ojos color miel de Antonio. Sus labios temblaban con cada palabra el whisky parecía no surtir el efecto que él deseaba, tranquilizarse. —Mi familia, mi padre, mi difunto padre era un hombre poderoso, uno que… lo que quiero decir es que esta familia está maldita, y tú debes, tienes el derecho de saberlo. Cometí errores, muchos y… —tenía dificultad para ser honesto, sus muecas delataban la dificultad qué tenía para hablar, no era capaz de terminar las frases. —Antonio, basta —ella se puso de pie, tomó las mejillas de Antonio, y besó su frente colocándose de puntillas. —Cala —dijo Antonio con una voz dulce mirándola a los ojos. —Antonio estamos a punto de casarnos, por favor, lo que sea que tengas que decirme, no lo quiero escuchar, no ahora, debes irte, esperame en el altar —ella sonrió, parecía que aquella habitación se iluminaba con el blanco de su sonrisa, a través de la ventana, los últimos destellos del sol, atravesaban su tersa piel blanca, haciéndola brillar —Te amo, siempre te voy a amar —dijo él, besó los labios de ella y el sabor del whisky se impregnó en la boca de Cala. Salió de la habitación dejó el vaso sobre la mesa, Cala sirvió un poco más de whisky y lo bebió, le aterrorizaba la actitud de Antonio, pero no estaba dispuesta a escucharlo, ella no era ingenua, tenía la sensación de lo que Antonio quería decirle, y sentía que si lo hacía, todo cambiaría para ambos.—No podrás sacarme del país, no tengo mis papeles —dijo ella y se sintió estúpida de inmediato, pensó en que un hombre como Blake, podía arreglar cualquier cosa con solo dar una orden, y no estaba equivocada. —Lamento tanto que solo conozcas a idiotas incompetente, por tus documentos no debes preocuparte, yo me haré cargo —soltó Blake, sonrió y salió de la habitación. Cala, golpeó la puerta con las pocas fuerzas qué le quedaban, gritó al punto de dañar sus cuerdas vocales y después de algunos minutos, caminó hasta la bolsa, la abrió y encontró ropa, “jeans” y un par de blusas, un chamarra de piel, y unas botas negras, todo parecía ser de su talla. Con el cabello alborotado, los ojos manchados por el maquillaje y las manos heridas, supo que al menos por esa noche no tenía opciones, las órdenes de Blake eran claras, fue hasta la ducha, se quitó el vestido blanco, y también la lencería, abrió la llave y el agua comenzó a correr y entre lágrimas, y dolor físico, Cala lavó su cuerpo. S
Una cama rústica y vieja, con sábanas limpias y un cajón pequeño a lado de la cama, eran todo lo que había, una ventana considerablemente amplia, pero cubierta de barrotes por la parte externa y una puerta más al fondo, donde se encontraba el baño. Cala era una mujer, de gustos exclusivos, sus padres le habían dado la mejor vida posible, y aunque llevaban dos años muertos, siempre se preocuparon por el bienestar de su única hija, ella era una millonaria heredera, jamás se había preocupado, por dónde dormir o que comer a media noche, en ese momento al ver el lugar donde pasaría la noche le causaba algo más que solo temor, sentía un enorme desprecio por Blake. —Mi nombre es Cala Bennett —dijo ella, al girar el rostro, el joven la miró y ladeo una mueca de agradecimiento. —Yo me llamo Lorenzo Tattaglia —dijo él con un ápice de bondad en sus ojos azules.—Es un apellido, muy especial —dijo Cala, intentado comunicarse con el único hombre que esa noche no había sido un estúpido con ella.
Ese momento era el más honesto que había tenido durante toda la noche, era el fin de la boda y no suponía que eso no hubiera ocurrido horas atrás, pero ese instante exacto, al ver su vestido manchado por la sangre de sus manos, su pies puestos sobre un camino empedrado, la falta de luz, y un hombre de semblante oscuro esperando que ella diera un par de pasos para cerrar la puerta, todo al mismo tiempo, le mostró la realidad, una que ya conocía, pero que en ahora tomaba sentido y que durante horas se había aferrado a aceptar. Tragó saliva y con ello también sus esperanzas, respiró profundo y caminó rodeando la camioneta, con los varios metros de tela aun entre sus manos una luz atrajo su mirada, otro hombre iluminaba el pazo con una lámpara delante de ella, Blake caminaba firme, y ella podía ver el ancho de su espalda y su gran altura, pero solo la silueta, no tenía una imagen clara o perfecta del hombre que daba pasos largos y firmes. —Muévete —dijo el hombre que alumbraba, ella baj
El camino estaba lleno de tropiezos, después de un largo tiempo de cruzar por calles que en cada esquina se alumbraban con lámparas, este se había poblado de árboles, unos tan altos y tan espesos, que limitaban el paso de la luz de la luna, el río se escuchaba a pesar del ruido de los motores el cauce era tan elevado qué su estruendo sobrepasaba los cristales de las camionetas blindadas, Cala trataba de mantenerse inmovil, era capaz de observar fuera de la camioneta, pero no tenía sentido para ella, había perdido la noción del espacio donde se encontraba, miraba con el rabillo del ojo a Blake, este miraba al frente mientras con una de sus manos tocaba su propio hombro con fastidio. La lluvia comenzó a caer, era el mes de mayo y en ese lugar el temporal era impredecible. —Blake, el avión no podrá volar debemos refugiarnos —indicó Santiago, este era el hombre que le había indicado qué tenían que salir de prisa de la boda, Cala escuchó, abrió los ojos sorprendida de sus palabras, pues
—¿Cual es tu nombre? —dijo el hombre frente a ella. Cala no dijo ni una palabra, su cuerpo temblaba con desesperación intentaba abrir los ojos pero el temor era más grande, jamás había imaginado lo que vivía en ese momento, y solo pensaba, en que ocurriera lo peor. —Dije, ¿cual es tu nombre? —preguntó de nuevo el hombre de voz inquietante y rasposa. —-¿No escuchas? —dijo el tipo que la sostenía, encajó aún más el arma en su mejilla, Cala abrió los ojos, sus lágrimas corrían y en ese instante, el hombre frente a ella, levantó la mano, y con un simple ademán el violento hombre retiró el arma de la mejilla de Cala. —Cala —dijo al ver que el hombre frente a ella, le había concedido algo de piedad. —Suéltala —ordenó el hombre que había preguntado, y en un segundo Cala parecía estar libre. —Me disculpo, por arruinar tu boda —dijo él, pero Antonio necesita una lección —la voz grave e intensa del hombre, recorrió la piel de Cala, como una corriente eléctrica, diminuta pero lo suficiente
Pasaron algunos minutos; después de retocar su maquillaje, alisar su vestido con ambas manos, Cala, salió de la suite, bajo las escaleras, no había nadie cerca, todos esperaban por ella, de pie cerca del altar. La marcha nupcial comenzó, con el ramo de flores de bellos colores, azules y naranjas, Cala camino por el pasillo qué se formaba entre los invitados, este estaba lleno de pétalos, que no opacaban la belleza Cala, con tan solo veinticuatro años de edad, ella estaba lista, un vestido amplio de dos piezas, sin velo, una cola larga de satin con perlas cosidas a mano, en el vestido, Cala daba pasos firmes, un peinado alto, solo estilizaba más su alargado cuello, se notaban sus clavículas, ella era realmente esbelta, y estética, sus ojos enormes de un verde agua, impactaron a todo el qué la miraba por algunos segundos. —Eres preciosa —dijo Antonio al tomarla de las manos. —Y tú estás guapísimo —replicó ella, Antonio era un hombre alto y elegante, su piel blanca y sus labios r
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