Cuenta la historia de Isabelle Martínez, una joven atrapada en las oscuras lealtades de su familia mafiosa. Mientras las tensiones entre familias rivales crecen, Isabelle deberá enfrentarse a traiciones y decisiones que podrían liberarla o destruirla, todo en un mundo donde el poder lo es todo.
Leer másLa lluvia golpeaba las ventanas con furia, como si la misma ciudad llorara por las almas perdidas en sus calles. En el interior de la mansión Martínez, el silencio reinaba, pesado y denso, sólo interrumpido por el sonido de los tacones de Isabelle resonando sobre el suelo de mármol. La joven caminaba con paso firme, aunque su mente estaba lejos de la imagen de la mujer que su familia quería que fuera.
A sus 20 años, Isabelle había sido criada para ser la perfecta heredera, una princesa en un reino de sombras. Su padre, Don Carlos Martínez, el líder de una de las familias más poderosas de la mafia, le había enseñado que la lealtad no se compra, se impone, y que las debilidades sólo sirven para que los enemigos encuentren su camino hacia tu cuello. La educación que recibió no era la de cualquier chica de su edad.
A su alrededor, las vidas se medían en billetes y balas, y la confianza se ganaba a punta de amenazas y manipulaciones. A Isabelle no le faltaba nada: lujo, ropa, autos... pero todo eso era el precio de su libertad, una libertad que nunca tuvo.
Esa noche, en la sala principal, su padre la esperaba. Un hombre de presencia imponente, con ojos que sabían leer a las personas como un libro abierto, pero cuyo corazón ya no latía por la familia, sino por el poder.
—Es hora de que te prepares —dijo su padre Carlos sin apartar la vista de los papeles sobre la mesa, su tono grave y autoritario.
—He tomado decisiones importantes por el futuro de la familia tu compromiso con Alexander Russo está cerca.
Isabelle sintió un nudo en el estómago. No había amor en esas palabras, ni siquiera una pizca de afecto, sólo estrategia, o tal vez poder. Su vida, como siempre, sería decidida por el capricho de su padre.
Sin embargo, algo en su interior empezó a despertar, una chispa que nunca había sentido antes. Los ecos de la violencia, el odio y la mentira que escuchaba en cada conversación comenzaban a pesar más de lo que podía soportar. Isabelle se preguntó si había una salida, si alguna vez podría escapar de esa jaula dorada.
Mientras pensaba en ello, la voz de su padre la interrumpió nuevamente.
—Las alianzas están cambiando, Isabelle —continuó Carlos, ahora con un tono más serio.
—Las familias que antes estaban divididas están ahora acercándose, como un mal presagio.
—El poder ya no se mide en territorio, sino en influencias y ahí, la familia Romano juega un papel crucial.
El apellido "Romano" hizo que el aire en la habitación se volviera más pesado, como si una sombra invisible se extendiera desde las palabras de su padre. Isabelle sabía lo suficiente sobre los Romanos rivales. Imponentes.
Capaces de destruir todo a su paso. Pero lo que aún no sabía era que, dentro de esa familia, un nombre en particular comenzaba a sonar con más fuerza que el de cualquier otro Lucas Romano.
Un hombre del que hablaban con respeto, y en ocasiones, con temor. Aunque nunca lo había visto personalmente, los rumores sobre su astucia y su brutalidad llegaban hasta ella constantemente. Un capo que había sabido ganarse el respeto de los suyos, y del que se decía que tenía un control absoluto sobre cada movimiento en la ciudad.
La guerra entre las familias no era algo reciente, pero esa noche, en el fondo de su ser, Isabelle sintió que algo estaba a punto de cambiar. Y esa sensación no la abandonaría.
Esa misma noche, en un barrio oscuro y apartado, Lucas Romano, el temido capo de una familia rival, hacía planes para el futuro. Un futuro que no tenía cabida para la familia Martínez, pero que incluiría, de una manera u otra, a Isabelle.
La guerra entre familias había comenzado hacía mucho tiempo, pero aquella noche, algo más había comenzado el destino de Isabelle y Lucas se cruzaría, y con ello, las reglas del juego cambiarían para siempre.
Isabelle no lo sabía aún, pero las sombras que siempre había temido ahora la rodeaban más cerca que nunca.
El eco de sus pasos alejándose aún resonaba en la cocina. La forma en que se había ido, con la espalda rígida y las mejillas sonrojadas, solo lograba arrancarme una sonrisa de satisfacción. Isabelle podía fingir todo lo que quisiera, pero su cuerpo la delataba. Su mirada, su respiración entrecortada cuando me acercaba demasiado... Me incliné contra la encimera, tomando el vaso de jugo con calma, aunque mi mente estaba lejos de la tranquilidad que mi postura aparentaba. Anoche había sido un error, un jodido error. No porque lo lamentara, sino porque sabía que cruzar esa línea complicaba las cosas entre nosotros. Yo no era un maldito hombre enamorado, ni tenía intención de serlo, pero Isabelle despertaba algo en mí que no podía ignorar. El problema era que tampoco podía permitir que me distrajera. Carlos seguía moviéndose en las sombras, y aunque la mercancía robada aún no había aparecido, mis hombres ya estaban rastreando cada jodida pista. No iba a permitir que ese viejo bastard
Me dirigi al baño, deslizándome a dentro con pasos firmes. Necesitaba una ducha o mejor aún, un baño que me relajara. Me apoyé en el lavabo, respirando hondo, intentando controlar el torbellino de emociones que me provocaba Lucas. Necesitaba calmarme. Alejar de mi mente las sensaciones que me perseguían desde anoche. Abrí la llave de la bañera, permitiendo que el agua caliente fluyera con un murmullo suave y reconfortante. El vapor comenzó a llenar el baño, creando una burbuja cálida que parecía alejarme, aunque fuera por un momento. Me quité lentamente la ropa, dejando caer la blusa al suelo mientras preparaba la tina para mi baño. Me deslicé lentamente en la bañera, dejando que el agua caliente envolviera mis piernas, mi cintura, mi espalda... hasta sumergirme por completo. El calor relajó mis músculos tensos, arrancándome un suspiro profundo que no sabía que estaba conteniendo. Cerré los ojos y dejé que mi cabeza se apoyara en el borde de la bañera, intentando aclarar mis p
La habitación estaba en completo silencio, excepto por nuestras respiraciones. Isabelle seguía atrapada entre la cama y mi cuerpo, su mirada fija en la mía, como si estuviera atrapada en un dilema interno.Podía verla resistirse. Podía ver la lucha en sus ojos, el dolor, la confusión... y algo más. Algo que se negaba a admitir, pero que yo reconocía demasiado bien.Deseo.—Dímelo, Isabelle. —Mi voz sonó más ronca de lo que esperaba—. Dime que no sientes nada por mí y me iré.Ella apretó los labios, pero no dijo nada. Su respiración estaba entrecortada, su pecho subía y bajaba con rapidez. Sabía que estaba peleando contra sí misma, contra lo que realmente sentía.No iba a dejarla escapar.Mi mano seguía en su barbilla, mis dedos rozaban su piel con suavidad. Podía sentir el latido frenético de su pulso, el temblor apenas perceptible de su cuerpo.—Lucas... —su voz fue un susurro, casi una súplica.—Dímelo.Mi rostro estaba tan cerca del suyo que podía sentir su aliento cálido contra mi
El aire en la mansión es más pesado de lo normal desde hace varios días. La tensión entre Isabelle y yo era cada vez más un punto sin retorno, yo lo sabía y ella también, lo podían sentir pero ninguno estaba dispuesto a ceder.Estaba en mi despacho revisando, y tenía la mirada fija en unos informes que Marcos me había entregado hace unos minutos. Eran informes detallados de los últimos movimientos de carlos Martínez, su enemigo no había perdido el tiempo a decir verdad.—Ataco uno de nuestros cargamentos anoche —hablo marcos con seriedad.—perdimos a dos hombres.No respondí de inmediato, mis dedos se cerraron en un puño sobre el escritorio. Carlos había dado el primer golpe y está vez yo no me iba a quedar sin hacer nada.—Es hora de devolverle el favor —mi voz sonó como un susurró peligroso.—¿Quieres que ataquemos está noche? —pregunto Marcos.—Asi es, quiero que destruyan todos sus puntos posibles de distribución. No vamos a darle ni un solo respiro, quiero que sienta la presión —d
Llevaba unos minutos solo en mi despacho pensando en la información que había recibido hace algunos días cuando Marcos entro en mi despacho.El sonido del vidrio quebrándose contra la pared resonó en la habitación.Me pasé una mano por el cabello, con mi mandíbula apretada mientras Marcos se mantenía en silencio frente a mí. La nueva información que acababa de recibir no era sorprendente, pero sí suficiente para hacerme hervir la sangre.—Así que Carlos si se atrevió a mover mi mercancía —murmure con la voz controlada, aunque sus ojos ardían con rabia contenida.—Sí, cruzó la frontera con un cargamento hace tres noches —respondió Marcos, tensando los hombros.—Nuestros contactos también confirmaron que está negociando con uno de los aliados de la familia Russo... Sobre todo con el joven Alexander Russo.Maldito Russo...Solté una risa baja y sin humor.Por supuesto que Carlos estaría desesperado por formar nuevas alianzas con otras familias de la mafia. No solo me había quitado mí mer
Desde aquella noche en la cocina, algo cambió otra vez. Isabelle había intentado mantener la distancia, pero Lucas se había convertido en una constante imposible de ignorar.Como una sombra, siempre estaba allí, observándola, desafiándola con su presencia silenciosa pero ensordecedora.No importaba cuánto intentara evitarlo; él encontraba la manera de acortar la distancia. Si me escondía en la biblioteca, Lucas aparecía de la nada, hojeando un libro sin interés real, solo para provocarme.Esa noche, Creí que finalmente tendría un respiro. Caminaba por el jardín trasero, disfrutando del aire fresco y de la quietud de la noche. Los faroles iluminaban tenuemente el sendero, y por primera vez en mucho tiempo me sentía relajada, mi mente estaba tranquila... hasta que él apareció.—Deberías tener más cuidado paseando sola a estas horas de la noche, Isabelle. —La voz de Lucas rompió la calma, y un escalofrío recorrió su espalda.¿Ésto era acaso un castigo?Cerré los ojos con fastidio antes d
Último capítulo