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Te odio mafioso mio
Te odio mafioso mio
Por: EDUARDO LUNA
Un minuto para la boda

Nadie se detiene a pensar en el momento exacto en que la noche devora al sol. Lo vivimos cada día como un acto común, sin reparar en el equilibrio que oculta: no hay oscuridad sin luz, ni calma sin tormenta. Y a veces, el amor más puro… nace del odio más profundo.

El atardecer era perfecto, rojos y amarillo mezclados intensamente, el viento corría, moviendo las hojas de los cerezos, la humedad se repiraba, todo estaba listo, la boda mas esperada por la familia Toscano estaba a punto de hacerse realidad, un bello jardín cubierto de camelias blancas con con pistilos de un intenso amarillo, eran el lugar que durante semanas Cala Bennett había preparado, para al fin pertenecer a la familia de Antonio, el apuesto hombre que estaba más que ansioso por desposar a la mujer que terminaba de alistarse en la suite del del hotel.

—¿Puedo pasar? —dijo Antonio, al golpear la puerta un par de veces, vestido de smoking, con los mejores zapatos de corte italiano, hechos a su medida, esperaba de pie detrás de la puerta, decidido a entrar.

—No puedes verme antes de la boda —dijo Cala, mientras se acercaba a la puerta, ella era capaz de sentir la presencia de Anotnio, una sonrisa dibujada en su rostro solo era significaba la emoción qué sentía al ser la protagonista de aquella tarde. Divertida jugando con un par de mechones de su peinado alto, intentaba descubrir qué es lo que Antonio pretendía.

—Amor, tú sabes que no creo en supersticiones, y necesito hablar contigo, hay algo que no puede esperar —con un tono serio uno que nunca antes había utilizado, fue escuchado por Cala, de inmediato supo, que algo pasaba, tomó la manija y abrió la puerta.

—En verdad luces muy hermosa —acaricio su mejilla —, Cala, debemos hablar, y debe ser antes de la boda —explicó con cierta imponencia, Cala echó un vistazo en el pasillo, como si quisiera cerciorarse de no ser vista.

—Pasa siéntate qué ocurre —dijo ella, con algo de mesura.

—Cala, yo te amo —explicó, desabotonó su saco y se sentó al filo del sofá de color marrón —, no se como decir esto, traté varios días, busqué los escenarios perfectos para hacerlo, pero no fui capaz y ahora estás a punto de convertirte en mi esposa, en cuestión de minutos ya no serás Cala Bennett, serás Toscano, y perdón… todo fue ocurriendo, mi familia me lo advirtió, pero yo no vi la realidad, yo creí que solo serias una hermosa mujer que estaría de paso, te quedaste y yo —dando vueltas a la explicación Antonio no estaba listo, por mas que buscaba la forma, y el momento de explicarle lo que tenía para decirle.

La mirada brillante de Cala, destellando incertidumbre a través del hermoso color verde se sus ojos, ponía a Antonio y cualquiera que la observaba en ese momento, en una situación de regocijo.

No quería verla llorar, no quería verla sufrir, ni siquiera quería que ella en verdad supiera lo que él estaba a punto de explicar o que intentaba hacerlo, sin tener éxito.

—Antonio, ¿está todo bien?, me estás asustando —dijo ella, se sentó frente a él, llevó los dedos de sus manos a sus sienes. Y espero cualquier cosa, "seguro terminará conmigo, está boda no se realizará".

—Sabes necesito un trago —Antonio se puso de pie, sirvió whisky en un vaso, y dejó la botella sobre una pequeña y alta mesa redonda, donde también descansaba el ramo de flores que Cala usaría en la marcha nupcial.

—Cala, mi apellido no es por suerte, esta lujosa boda, es solo el reflejo —¿El reflejo de que? —preguntó ella enseguida, levantó la mirada y notó el brillo en los ojos color miel de Antonio. Sus labios temblaban con cada palabra el whisky parecía no surtir el efecto que él deseaba, tranquilizarse.

—Mi familia, mi padre, mi difunto padre era un hombre poderoso, uno que… lo que quiero decir es que esta familia está maldita, y tú debes, tienes el derecho de saberlo.

Cometí errores, muchos y… —tenía dificultad para ser honesto, sus muecas delataban la dificultad qué tenía para hablar, no era capaz de terminar las frases.

—Antonio, basta —ella se puso de pie, tomó las mejillas de Antonio, y besó su frente colocándose de puntillas.

—Cala —dijo Antonio con una voz dulce mirándola a los ojos.

—Antonio estamos a punto de casarnos, por favor, lo que sea que tengas que decirme, no lo quiero escuchar, no ahora, debes irte, esperame en el altar —ella sonrió, parecía que aquella habitación se iluminaba con el blanco de su sonrisa, a través de la ventana, los últimos destellos del sol, atravesaban su tersa piel blanca, haciéndola brillar

—Te amo, siempre te voy a amar —dijo él, besó los labios de ella y el sabor del whisky se impregnó en la boca de Cala. Salió de la habitación dejó el vaso sobre la mesa, Cala sirvió un poco más de whisky y lo bebió, le aterrorizaba la actitud de Antonio, pero no estaba dispuesta a escucharlo, ella no era ingenua, tenía la sensación de lo que Antonio quería decirle, y sentía que si lo hacía, todo cambiaría para ambos.

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