Pasaron algunos minutos; después de retocar su maquillaje, alisar su vestido con ambas manos, Cala, salió de la suite, bajo las escaleras, no había nadie cerca, todos esperaban por ella, de pie cerca del altar.
La marcha nupcial comenzó, con el ramo de flores de bellos colores, azules y naranjas, Cala camino por el pasillo qué se formaba entre los invitados, este estaba lleno de pétalos, que no opacaban la belleza Cala, con tan solo veinticuatro años de edad, ella estaba lista, un vestido amplio de dos piezas, sin velo, una cola larga de satin con perlas cosidas a mano, en el vestido, Cala daba pasos firmes, un peinado alto, solo estilizaba más su alargado cuello, se notaban sus clavículas, ella era realmente esbelta, y estética, sus ojos enormes de un verde agua, impactaron a todo el qué la miraba por algunos segundos. —Eres preciosa —dijo Antonio al tomarla de las manos. —Y tú estás guapísimo —replicó ella, Antonio era un hombre alto y elegante, su piel blanca y sus labios rojizos contrastaban perfecto, haciendo qué sus prominentes mandíbulas se hicieran notar mucho más varoniles. Todos los presentes se sentaron, la madre de Antonio y la mejor amiga de Cala, estaban de pie, a los costados respectivamente. El sacerdote comenzó la plegaria, que daba inicio a la ceremonia, tres hombres de mediana edad tocaban instrumentos de cuerda, para amenizar las ceremonia, Cala miro atrás un momento, él reflejo del mar propagó el último destello del sol, desde la altura del risco, ella sonrió, y todo cambió, el aire se espesó, como si una neblina densa invadiera el lugar. —Todos al suelo —gritó un hombre. Otro más replicó, y de un momento a otro varios tal vez algunos treinta hombres de traje, invadieron el lugar con armas largas, comenzaron a disparar, las copas y los alimentos que estaban sobre las mesas, volaron por los aires, los gritos no se hicieron esperar, la gente comenzó a correr, tardaron de escapar de ocultarse, pero era inútil, todos en el lugar, estaban rodeados. Cala, se tiró al suelo, lo mismo hizo Lía, la mejor amiga de Cala. Antonio cubrió a Estela, su madre y comenzó a disparar, pero era inútil, no sabía realmente a donde apuntar, otros más sacaron sus armas, eran aliados de Antonio, al menos unos diez. —Cala, perdóname —dijo Antonio, y se puso de pie, Estela, levantó la mano, intentaba reunirse con Cala, ambas junto con Lía, se escabulleron de bajo de la mesa del altar, entre telas y tacones incómodos, saltaron detrás de este cayendo entre rosales blancos. Cala apretó los labios al ver que sus manos sangraban, las espinas la habían lastimado ella intentaba gritar, pero la incertidumbre de lo que estaba ocurriendo se lo prohibía.. —Cala debemos irnos —ordenó Estela, se puso de pie y corrió de prisa, buscaba llegar al hotel, Lía también logró ponerse de pie, intentó ayudar a Cala, pero parecía inútil, su vestido le impedía moverse, cuando notó el color rojo qué manchaba su hermoso y amplio vestido. —Corre, llama a la policía —ordenó Cala, su amiga asintió con la cabeza, y a hurtadillas corrió detrás de Estela. —Antonio Toscano, eres muy escurridizo —escuchó Cala, la voz de aquel hombre era notoriamente más grave que la de Antonio, o que la de cualquier hombre que ella jamás hubiera escuchado. Los disparos continuaron después de aquella pausa, todo se torno en estruendos, Cala bajó la cabeza, puso sus manos detrás de su nuca, escucho algunos pasos, y lo pudo ver, Antonio estaba a su lado, no tan cerca para que ella pudiera tocarlo. —Antonio —dijo ella. —Cala, volveré por ti —soltó él. Cala no supo qué hacer, se quedó ahí ensimismada, todo pasaba tan rápido, no tenía idea, de quien había mencionado el nombre de Antonio, y mucho menos comprendía por que él huía, dejándola ahí después de haberla visto. Las lágrimas de Cala no se hicieron esperar, en ese momento supo que su boda había terminado, en ese momento se dio cuenta de que aquella historia en su cabeza, estaba siendo quemada, página por página. —Blake aquí —dijo alguien, Cala reaccionó a la voz, pero fue demasiado tarde, el hombre que había anunciado a Cala, la tomó de los cabellos, ella se sujeto de las manos del tipo que comenzaba a lastimarla, hasta que ella al fin se puso de pie. —Que tenemos aquí, el cobarde de Antonio fue capaz de dejar a la novia detrás del altar —era la misma voz, que había nombrado a Antonio segundos atrás, Cala estaba aterrada, intentaba no solo comprender lo que ocurría, miraba a todos lados, pensando en escapar. Supo entonces que era imposible, "voy a morir". Cala levantó la mirada, respiró con profundidad, su pecho incluso se levantó y ella cerró los ojos, apretó los labios, cuando él hombre que la sostenía, hundió un arma corta en su mejilla.