El camino estaba lleno de tropiezos, después de un largo tiempo de cruzar por calles que en cada esquina se alumbraban con lámparas, este se había poblado de árboles, unos tan altos y tan espesos, que limitaban el paso de la luz de la luna, el río se escuchaba a pesar del ruido de los motores el cauce era tan elevado qué su estruendo sobrepasaba los cristales de las camionetas blindadas, Cala trataba de mantenerse inmovil, era capaz de observar fuera de la camioneta, pero no tenía sentido para ella, había perdido la noción del espacio donde se encontraba, miraba con el rabillo del ojo a Blake, este miraba al frente mientras con una de sus manos tocaba su propio hombro con fastidio.
La lluvia comenzó a caer, era el mes de mayo y en ese lugar el temporal era impredecible. —Blake, el avión no podrá volar debemos refugiarnos —indicó Santiago, este era el hombre que le había indicado qué tenían que salir de prisa de la boda, Cala escuchó, abrió los ojos sorprendida de sus palabras, pues significaban, que no eran lugareños, o en todo caso que no tenían intenciones de quedarse en esa ciudad. —Bien ya sabes a donde ir, asegurate de que todo esté listo —ordenó Blake, sin chistar, solo fijó su mirada por la ventana, como si sus ojos tuvieran la habilidad de ver a través de la penumbra. Cala trataba de mantener la cordura en ese momento, de que serviria llorar, hacer una rabieta o incluso lanzarse fuera de la camioneta, mientras esta iba a toda velocidad, su temor era real, estaba siendo llevada en contra de su voluntad a un lugar desconocido, por un hombre que jamás había visto en vida, y que lo único que lo conectaba a él, era Antonio. Durante el camino ella se preguntaba si lo que Antonio trataba de decirle antes de la ceremonia tenía algo que ver con lo que estaba pasando, repasó una y otra vez las palabras de Antonio, desde que tocó a la puerta, su insistencia por decirle algo, el vaso de whisky, la forma en la que aceptó guardar silencio, y el momento exacto que estaría en su mente por mucho tiempo, los disparos, los gritos, y la osadía de Blake, al raptarla. Cada recuerdo solo atormentaba más a Cala, pero al mismo tiempo, le daba espacio para la cordura, de alguna forma recordar todo, la mantenía despierta y atenta a lo que sus captores hacían y decían. Después de más de tres horas, las camionetas se detuvieron y con ellas todos los que estaban dentro. "¿Volverá a cargarme?, ¿se atreverá a tomarme por la fuerza?" Cala respiró profundo, realmente no era capaz de ver nada más allá de su nariz literalmente, estaba agotada, y sus manos aún punzaban por la heridas que las espinas de las rosas habían hecho en su piel, los varios metros de tela en los que estaba envuelta, no era nada simple de manejar, el chofer abrió la puerta. —Baja —ordenó Blake, y destino un par de segundos, para mirar el rostro de Cala, después de eso le dio la espalda, y cerró la puerta de prisa. Para Cala todo era extraño y nuevo al mismo tiempo, tal vez tres o cuatro películas policiacas que ella había visto, no eran una buena referencia en ese momento, llegó a imaginar que sería amagada, al salir del auto, pensó incluso que alguien cubriría su visión con un costal de algodón, pero todo fue distinto, el chofer, esperó paciente deteniendo la puerta, Cala intento no verlo a los ojos y puso los pies sobre el suelo, los tacones comenzaban a lastimar sus dedos, tomó un par de segundos para que ella pudiera controlar su equilibrio, recogió como pudo la tela de su vestido entre sus manos, este estaba arruinado, lo observó por un momento, y una lágrima rodó por su mejilla.