Elara está a punto de casarse con Duncan, el hombre de sus sueños. Su vida parece perfecta, hasta que la fiesta de bienvenida en la mansión de su prometido lo cambia todo. Ebrio y con una mirada intensa, el hermano de Duncan, Keith, la besa. Lo que empieza como un error impulsivo pronto se convierte en una peligrosa atracción. Atrapada entre el amor que siente por su prometido y una pasión prohibida por su cuñado, Elara deberá elegir entre la vida que siempre quiso y el deseo que nunca esperó.
Ler maisLa lluvia caía con furia, golpeando las ventanas de la residencia de la familia Fraser con una rabia que las hacía vibrar. Duncan, empapado hasta los huesos, corría desde la parte trasera de la propiedad, pasando por el jardín, con el pánico latiendo en su pecho como un tambor.
Cuando logro abrir la puerta, se dejó caer sobre sus rodillas en la alfombra. Su respiración era agitada, se concentró en tratar que el aire que entraba hacia sus pulmones no le destrozara la garganta.
—¿Duncan?—escucho la voz de su hermano Keith. Alzo la mirada, él se encontraba al final del último peldaño de las escaleras, con un libro viejo en las manos.
Keith frunció el ceño y sin decir una palabra, cerro su libro y se quitó los lentes para aproximarse a él con cierta preocupación.
—Duncan. ¿Qué pasa?—pregunto dejando el libro sobre una silla de terciopelo, puesta ahí por su madre para decoración de la casa. Ayudo a su hermano a levantarse y lo sujeto por los hombros—¿Por qué entras por el jardín?
—Yo... yo lo maté, Keith— susurró Duncan, su voz apenas un hilo cuando sus ojos se encontraron con los de sus hermano— fue un accidente... lo juro.
—¿De qué estás hablando?—cuestiono Keith moviendo con cierta brusquedad los hombros de su hermano, no lo entendía o no quiso escuchar lo que acababa de decirle.
—No lo vi por la lluvia... solo escuché un ruido horrible y el parabrisas que quebró—dijo Duncan inclinando la cabeza para llorar— detuve el auto y cuando baje... él estaba ahí sobre el pavimento...
—¡Cállate!—grito Keith dándole una bofetada a su hermano menor, quien hacía poco tiempo que acababa de cumplir dieciocho años— tú no mataste a nadie. ¿Escuchaste?
—¿¡No me estás escuchando!?—bramo Duncan enfadado con su hermano.
—Te escuché. Ahora baja la voz y sígueme— dijo Keith tomando a su hermano del brazo, obligándolo a caminar. Lo condujo por los pasillos de la casa, evitando ser vistos por la servidumbre hasta llegar a la oficina de su padre.
No llamo, no pidió permiso, solo entro con su hermano y cerro la puerta con seguro.
—Ya no son unos niños. ¿No le dije que tienen que llamar antes de entrar?—expreso su padre, mirando a sus hijos por el rabillo del ojo, pero sí apartar del todo la vista de una carta que había recibido esa tarde.
—Tenemos un problema—expreso Keith y su tono de voz causo que su padre levantara la vista hacia ellos. Primero miro a su primogénito, Keith, plantado con decisión frente a él, y luego miro a Duncan, quien tenía una postura lamentable, con la espalda inclinada, mirando al suelo y por supuesto, con la ropa empapada y aun escurriendo sobre la alfombra.
—¿Qué pasa?— finalmente bajo el papel en sus manos.
—Díselo—ordeno Keith soltando el brazo de su hermano y empujándolo ligeramente para darle ánimo y valor.
Duncan miró a su padre un momento, pensó que esa sería la última vez que lo vería y entonces empezó a llorar mientras narraba lo que había sucedido.
—Venía conduciendo sobre la curva de la montaña, cantando como siempre, todo iba bien hasta qué... hasta que la lluvia empeoro, pero no reduje la velocidad, al menos no de golpe, pensé que si lo hacía el auto podía empezar a patinar y dar vueltas, pero entonces algo golpeo el auto y rompió el parabrisas. Cuando me detuve y me baje a revisar que era, vi a un hombre tirado con sangre alrededor de él.
Su padre se levantó de su lugar, lentamente, mientras procesaba las palabras de su hijo. Hubo un silencio sepulcral que solo fue interrumpido por el sonido de un trueno a la distancia.
—¿Estaba muerto cuando te fuiste de ahí?—pregunto su padre manteniendo la serenidad porque, de no hacerlo, perdería a uno de sus hijos.
Duncan no respondió, le daba vergüenza decirlo, así que solo repitió lo que el mismo se había estado diciendo.
—Fue un accidente, papa.
—¿¡Te pregunté si estaba muerto!?—grito su padre y entonces Duncan se encogió de hombros mientras asentía.
—¡¡Sí, sí, estaba muerto cuando me fui de ahí!!—grito Duncan mientras se dejaba caer al piso—¡¡Lo abandone en medio de la lluvia!!
—¡Mierda, Duncan!—dijo su padre en un murmullo mientras se llevaba las manos a la cabeza—¡Mierda!
Arrojo lo primero que vio, un vaso de cristal con un poco de whisky en el interior y este se rompió contra la chimenea de piedra que estaba muy cerca de su escritorio.
—Llamaré... llamaré a la policía para reportar lo que paso— dijo Duncan para tranquilizarlo, pero eso exaspero a su padre aún más.
—¡No digas estupideces!—lo sermoneo—¡No vas a ir a prisión, le prometí a tu madre que no dejaría que te pasara nada!
Hubo un silencio extraño entre los tres luego de mencionar a la madre de Duncan, ella había muerto cuando Duncan tenía solo cinco años de edad, ya no la recordaba, pero su padre y Keith aún mantenían su promesa tan fresca e intacta como aquel día.
—Keith—dijo su padre luego de un par de minutos que para todos fueron eternos—Duncan estaba en casa durante el accidente, estaba enfermo. Tú conducías el auto.
—¿¡Que!?—cuestionaron Duncan y Keith al mismo tiempo.
Su padre miró a Keith con firmeza, diciéndole sin palabras lo que tenía que hacer si querían proteger a Duncan.
—¿Vas a darme un castigo que ni siquiera merezco?—cuestiono Keith con la misma tranquilidad que caracterizaba a su padre, una tranquilidad que a veces asustaba.
—¿Dejarás que tu hermano menor se pudra en prisión?—le devolvió su padre dándole la responsabilidad de decidir sobre la vida de su hermano.
—¿Y qué hay de mi vida?—refuto Keith acercándose al escritorio de su padre, golpeando la madera con la palma de su mano.
—Tú ya terminaste la universidad, cuando salgas, habrá un puesto esperándote en la empresa, esconderemos tus antecedentes y nadie que conozcamos lo sabrá—informo su padre como única opción.
Keith miro hacia la ventana, se enderezó y luego miro a su hermano Duncan, quien elevo la vista al darse cuenta de que sus zapatos miraban en su dirección.
—No tienes que hacerlo—expreso Duncan con los ojos rojos de tanto llorar.
—¿Quieres ir a prisión?—le pregunto Keith con voz severa—no te detendré si dices que sí, pero si no tienes nada que decir, entonces quítate de mi camino.
Duncan no dijo nada cuando su hermano paso junto a él, solo escucho sus pasos, alejarse hasta que abrió la puerta y se fue de la oficina. Cuando se alejó lo suficiente, Keith miro hacia atrás, esperando que su hermano abriera la puerta y lo detuviera, pero eso nunca paso, así que retomo su camino mientras recitaba las mismas palabras que dijo su hermano para declararse culpable ante la policía.
Elara lo miro sorprendida de su atrevimiento. Lo observo con atención y sus ojos en algún punto se encontraron entre sí. Su ojos eran grises, como los de su padre, pero había cierta oscuridad en ellos, en como la miraba. Los labios de Keith se apartaron de su mano y Elara estaba entre sorprendida y desconcertada. Keith no se apartó los siguientes segundos, la contemplo una última vez. Elara aprovecho ese instante para grabarse su imagen. Era alto, un poco más que Duncan y su presencia era imponente, no sonreía, pero en su mirar había cierta malicia que daba la impresión de que lo hacía.Llevaba puesto un traje gris, con una camisa negra con algunos botones desabrochados, su vestimenta era casual, pero Elara sintió una extraña sensación en el cuerpo. Keith era alguien que le inspiraba temor y no sabía exactamente por qué, no había nada de malo en él. Su cabello oscuro estaba bien peinado, llevaba una tenue barba bien cortada y el aroma de su colonia era agradable para su olfato, pero
Elara sonreía alegre mientras observaba las fotografías de Duncan. No solo había sido un niño alegre, sino también muy travieso. En casi todas las fotografías tenía alguna vendita que cubría algún raspón en las rodillas o en los nudillos de las manos, pero justo al pasar a la siguiente página del álbum de fotografías, encontró una fotografía de un chico mayor, no tan parecido a Duncan, porque ese niño tenía el cabello negro y bien peinado, su ropa no estaba sucia, sino que estaba bien vestido e incluso usaba corbata. Era un niño que no parecía tener infancia.—¿Quién es él?—pregunto Elara finalmente alzando la mirada hacia la señora Grace.Grace se acercó a ella para espiar un poco la fotografía y lo reconoció.—Es el hermano de Duncan, se llama Keith, es su hermano mayor—explicó levantándose de su lugar para volver al estante donde había fotografías familiares. Al fondo estaba un álbum de color marrón con detalles en cuero negro. Grace lo había visto una vez, cuando su esposo le habí
—¡Duncan! ¡Por dios! ¿Qué es esto?—dijo Elara mientras se llevaba las manos al rostro para ocultar su asombro. Estaban frente a un hermoso castillo escocés en la colina, desde la cual se podía ver un hermoso bosque a la distancia, al igual que hermosas praderas con una tonalidad verde, que parecía sacado de una película.—¿Por qué nunca me dijiste que tu familia era...?—¿Rica?—completo Duncan con una sonrisa mientras bajaba el equipaje del taxi.—Sí, eso— dijo Elara con las mejillas iluminadas con un tono rosado cálido, un tono que le daba cierta belleza a su piel clara. Elara era demasiado tímida y también muy educada como para hacer mención sobre el nivel socioeconómico de alguien, sobre todo de Duncan.—Mi padre lo es, yo solo soy un publicista—dijo bajando la última maleta. Mirando el castillo con cierta melancolía y al mismo tiempo con alegría.Elara tomo dos maletas, las más ligeras para caminar lo que restaba del camino, una subida no muy inclinada, pero a la cual no había acce
La lluvia caía con furia, golpeando las ventanas de la residencia de la familia Fraser con una rabia que las hacía vibrar. Duncan, empapado hasta los huesos, corría desde la parte trasera de la propiedad, pasando por el jardín, con el pánico latiendo en su pecho como un tambor.Cuando logro abrir la puerta, se dejó caer sobre sus rodillas en la alfombra. Su respiración era agitada, se concentró en tratar que el aire que entraba hacia sus pulmones no le destrozara la garganta. —¿Duncan?—escucho la voz de su hermano Keith. Alzo la mirada, él se encontraba al final del último peldaño de las escaleras, con un libro viejo en las manos. Keith frunció el ceño y sin decir una palabra, cerro su libro y se quitó los lentes para aproximarse a él con cierta preocupación.—Duncan. ¿Qué pasa?—pregunto dejando el libro sobre una silla de terciopelo, puesta ahí por su madre para decoración de la casa. Ayudo a su hermano a levantarse y lo sujeto por los hombros—¿Por qué entras por el jardín?—Yo...
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