Idris Doyle, al ser huérfana, decide quedarse al lado del hombre que se muestra como su salvador, Liam Blake, un poderoso millonario y CEO de una empresa farmacéutica, convirtiéndose en su asistente personal y no solo eso, en la mujer que calma sus pasiones, la dueña de su , bajo la promesa que no involucrarán sentimientos y placer. En algún momento Liam, ese hombre tan frío durante el día, pero pasional al llegar la noche, fue un joven noble dulces sentimientos que creía en el amor y en su pasión por la escritura, pero una mujer cruel le rompió el corazón, haciendo que perdiera las ganas volver a entregar su corazón y olvidándose así sus sueños. ¿Idris podrá rescatar al hombre dulce que vive dentro de Liam o se volverá una víctima más del frío y cruel CEO? Juraron no involucrar el corazón en sus negocios, pero el amor es más fuerte que la razón y el fruto de sus pasiones será motivo suficiente para luchar por una segunda oportunidad de ser felices.
Leer másIDRIS DOYLE
—¡Qué gusto me da conocerte por fin! —exclamó la rubia en la mesa mientras me veía con aparente diversión—. Entonces, tú eres Idris, la asistente personal de Liam.
—Así es, señorita Spencer —contesté con una sonrisa mecanizada y tomando su abrigo del armario—. Su taxi la espera.
Mi deber siempre era despedir a las mujeres con las que se citaba mi jefe, entregarles educadamente su abrigo y encaminarlas hacia el auto que las estaría esperando para llevarlas a su casa, pero cada vez era más complicado convencerlas.
—Pero si la noche aún es joven y pienso divertirme en la cama de Liam —dijo entre risas mientras tomaba su copa—. Mejor guarda mi abrigo y danos privacidad, ¿quieres?
Liam estaba refrescándose en el baño, esperando a que, al regresar, la señorita Spencer ya no estuviera.
—No entiende, necesito que se retire, ya es muy noche y el señor Blake necesita descansar.
—No, tú eres la que no entiende. —Se levantó altiva y presuntuosa—. Se dice que te gusta frustrar los encuentros de tu jefe con otras mujeres. ¿Estás celosa de que él no te vea como nos ve a nosotras? ¿No entiendes cual es tu papel como su asistente?
—Señorita Spencer… —¿Cómo le podía explicar que sacarla de este lugar era petición de él y no mía?
—Idris… ¿qué hace ella todavía aquí? —preguntó detrás de mí Liam, haciendo que un escalofrío recorriera toda mi espalda.
—¡Liam! Creo que tu ayudante está celosa —dijo la mujer divertida, mordiendo el borde de su copa como niña pícara cometiendo una travesura—. Me imagino que se ha enamorado de ti y no parece dispuesta a compartirte.
Liam me miró fijamente a los ojos, como si dudara de lo que le había dicho esa mujer. Antes de que las manos de esa chica se posaran en su pecho, él se movió hacia la puerta. —Clark, lleva a la señorita Spencer afuera. El taxi ya debe de estar esperando.
De esa manera, su chofer, que al mismo tiempo era su mano derecha, se asomó por la puerta, mientras que Liam me arrebató el abrigo de la mano y se lo aventó a la señorita Spencer, antes de tomarla con brusquedad del brazo y arrastrarla hacia la puerta.
—¿Qué estás haciendo? ¿Por qué me tratas así? —preguntó desconcertada sin poder detenerse.
—No pienso desperdiciar mi noche contigo, así que… largo. —La arrojó a los brazos de Clark y, antes de cerrar la puerta, le dedicó una mirada de repulsión que la recorrió de pies a cabeza—. Tal vez si tu plática no hubiera sido tan burda y vacía, de escaso gusto y refinamiento, las cosas serían diferentes… No me llames, yo te llamo.
Cerró la puerta antes de que la mujer pudiera quejarse y podía apostar que Clark se la llevó evitando que Liam pudiera escuchar los gritos de desaprobación. Con paso firme y la camisa desabotonada, trazó una línea recta con su andar, de la puerta a la habitación. Justo al llegar a mi lado, se detuvo, me vio con atención, como si quisiera leer mi mente, y suspiró.
—Tienes dos minutos… —Siguió su camino, haciendo que todo dentro de mí se revolucionara. Llevaba tanto tiempo trabajando para él que no podía creer que aún no me acostumbrara a su voz o a sus órdenes.
La única sirvienta con la que contaba el departamento corrió hacia mí, ayudándome a soltarme el cabello y retirarme el saco. Desde que comencé a trabajar para él, mi uniforme era un traje sastre entallado con una falda que dejara ver mis piernas desde la mitad de mis muslos hasta mis tobillos.
Entré a la habitación, desanudando mi corbatín mientras la sirvienta se precipitaba hacia el baño para preparar la tina con sales que perfumaran mi piel, pero antes de seguir desnudándome, la mano de Liam me sujetó con fuerza por la muñeca.
—Déjanos solos —le pidió a la sirvienta que parecía desconcertada y de un brinco se alejó de la tina y salió de la habitación.
—Fue mi error por no saber cómo despedir a la señorita Spencer a tiempo —acepté mientras él se plantaba frente a mí y seguía desabotonando mi blusa—. Si me da un minuto más…
—Shhh… —dijo con suavidad despojándome de la prenda.
Era la asistente personal de uno de los hombres más poderosos del país, dueño de una farmacéutica que dominaba el mercado y el hombre más codiciado no solo por su fortuna, sino por su belleza tan compleja. Era atractivo y su personalidad fría e inalcanzable lo hacía tan deseado.
No había mujer que no ambicionara su corazón y era común que él saliera cada semana por lo menos con tres diferentes, pero ninguna llegaba a su cama, ese era mi territorio.
Me hacía cargo de su agenda, de su café por la mañana y de organizar sus trajes para la semana. Realizaba cualquier encargo, compraba lo que él deseaba y contactaba a quien él quisiera, pero tenía reglas que no cualquiera tenía. Siempre debía de portar la lencería que él escogía para mí, debajo de mi uniforme y siempre debía de estar dispuesta a dejar que me tomara cuando así lo quisiera.
—Dime, Idris… ¿Tenía razón esa mujer? ¿Te estás enamorando? —preguntó mientras besaba mi cuello, haciendo que me derritiera.
—No, señor —contesté luchando porque mi voz sonara firme.
—¿Estás segura? —volvió a preguntar, tomándome por la cintura y girándome, buscando el cierre de mi falda para hacerla caer.
—Segura, señor… Esto es solo trabajo —contesté con las manos contra la pared mientras las suyas me tomaban con firmeza de la cintura y sus labios besaban mi espalda.
—Que nunca se te olvide —dijo contra mi oído mientras su mano me tomaba por el cuello—. Solo hay dos cosas que siempre debes de tener en mente. Uno, esto solo es trabajo, nada de sentimentalismos tontos. Dos, solo yo puedo tocarte, tu cuerpo es mío.
Y eso intentaba, siempre pensar que él era un hombre sin sentimientos, que solo buscaba placer y dinero, pero ¿cómo podía convencerme si había días que sus labios me besaban con ternura? ¿Cómo podía ignorar sus caricias tan suaves? ¿Cómo podía fingir que mi alma no vibraba cuando, después de follar, besaba mi espalda lentamente, dejando miel sobre mi piel?
Había noches en las que me hacía sentir especial sin necesidad de emitir ni una sola palabra. Estaba perdiendo la cabeza entre fingir que no me importaba y disfrutar de esos momentos de intimidad donde él dejaba de ser Liam Blake, el cruel CEO sin corazón.
TINA WILLIAMS Kyle había renunciado a cada casino, algunos habían sido demolidos, otros habían sido vendidos. Aunque no me dio nombres, podía apostar a que ahora estaban en manos de alguno de esos mafiosos, pero ya no importaba, pues incluso el nombre de «El trébol dorado» había sido cambiado. Lo que había vivido en Inglaterra se convirtió en un sueño que a veces no estaba segura de que hubiera pasado. Pensaba en Patrick y ya no podía recordar sus ataques de violencia, pero sus ojos tristes y ese beso de despedida seguía clavado en mi corazón y dolía. Aún seguía sintiendo lástima por todo lo que pudo ser ese hombre y cómo terminó. A diferencia de la noticia de la muerte de mi padre, que se resumía en un pequeño párrafo en una de las tantas páginas del periódico, la muerte de los hermanos Marshall y el incendio que devoró su mansión abarcó la primera plana del diario y fue noticia en redes sociales hasta el cansancio. A la gente importante se les da más protagonismo, no importa cóm
TINA WILLIAMS Todo el camino de regreso a Irlanda lo pasé dormida. No solo estaba cansada, sino que deseaba no hablar de lo que había ocurrido. Mi única compañera era Lucy, quien no dejaba de acurrucarse en mi regazo, sintiendo mi dolor, mi incertidumbre y queriendo confortarme, mientras que Kyle parecía indeciso de acercarse. Tenía miedo de que ese beso que le había dado a Patrick lo hubiera lastimado más de lo que imaginaba. Al llegar a Dublín, fue reconfortante volver a pisar la mansión Lynch, abracé con efusividad al mayordomo, mi mejor amigo en la casa. Lo primero que hice una vez que todos se fueron, fue tomar una taza de té en la mesa de la cocina con él, mientras le platicaba todo lo que había ocurrido, haciéndolo pasar del suspenso al horror y consiguiendo un par de risas perdidas en todo lo largo de mi relato. —¿Tú ya sabías que Kyle…? —No pude terminar mi pregunta. —Señorita Tina, conozco a los pequeños niños Lynch desde que nacieron. Los vi crecer, los acompañé durante
TINA WILLIAMS Por un instante pude imaginarme esa vida que hubiera tenido al lado de Patrick de haberme quedado. Tal vez no hubiera sido enfermera, tal vez me hubiera convertido en una doctora. Tal vez no estaríamos en esta situación hoy, tal vez Patrick y yo estaríamos juntos, formando una familia, tal vez no y sería el padrino de Lucy y mejor amigo de Kyle. Tal vez… tal vez… tal vez… ¿Tenía sentido pensar en todos los posibles caminos que una decisión diferente hubiera creado? Sentí como sus lágrimas se mezclaron con nuestros labios, haciéndome creer que él también estaba atrapado con todos esos «tal vez». Nuestros labios se separaron lentamente y cuando abrí los ojos, no vi al monstruo, tampoco al ángel piadoso, vi al hombre torturado, triste por todo lo que tuvo en sus manos y se fue como agua por una enfermedad que vino sin avisar, se apoderó de sus buenos sentimientos y los reemplazó por odio y violencia. El verdadero monstruo estaba dentro de su cráneo, creciendo, no solo c
KYLE LYNCHSin perder tiempo y con torpeza, Tina se levantó y me abrazó, presionando mi mejilla contra su pecho y recargando su rostro en mi cabello. Podía escuchar los suaves latidos de su corazón. —Si te vas… Me voy contigo —susurró llenándome el pecho de angustia.—¡Tina! ¡Quítate! —exclamó Patrick tirando del percutor, listo para jalar el gatillo. —No… —contestó Tina, permitiendo que me levantara—. Él es el hombre al que amo, y si lo matas, haré hasta lo imposible por morir a su lado. Prefiero eso a vivir contigo. —Tina, no seas estúpida… —dijo Patrick claramente herido—. Deja de ser una mártir. —¡Solo dispárales! —exclamó Ethan poniéndose a su lado— Mujeres, hay muchas.—Patrick, por favor, esto no tiene que terminar así… —volvió a suplicar Tina con ese semblante cansado y débil—. Déjame ayudarte.—Tina… deja que yo me encargue —pedí intentando hacerla a un lado, pero ella se aferró a mi torso.—Te amo, Kyle… —Tomó mi rostro entre sus manos e ignorando al par de hermanos arma
TINA WILLIAMS—Necesitas ayuda… —dije entre dientes, sintiendo que estaba a punto de vomitar.De pronto Patrick me dejó caer al suelo, refunfuñando y peinando su cabello hacia atrás, molesto, caminando frente a mí de un lado a otro, como un tiburón. —¡No quiero ningún tratamiento ni operación! ¡No quiero luchar por una esperanza inexistente! ¡Estoy condenado a morir, es lo único seguro que tengo en esta jodida vida! Es todo lo que me espera… —Me tomó del brazo y me levantó de un tirón, lastimándome el hombro, sentí como crujió, pero no me dolió gracias al fármaco en mi sangre. —Solo quiero pasar el poco tiempo que me quede al lado de una mujer que me ame, que me conforte y tome mi mano hasta mi último suspiro. ¿Es demasiado pedir? »No te ataré a un discapacitado toda tu vida, solo te pido que te quedes a mi lado hasta que deje de existir… Mi última voluntad es morir besándote y sintiendo un poco de amor.Comprendía sus palabras, ¿no era lo mismo que Kyle había deseado hace tiempo? ¿
KYLE LYNCH—Yo no hice nada… —dijo Sally abrazando su bolso, con la mirada perdida en la mesa de metal.Mientras nosotros buscábamos exhaustivamente, ella parecía decidida a abandonar el hotel, si no fuera por Beth que la interceptó en la entrada. A rastras la llevamos hasta ese pequeño cuarto donde interrogamos a los tramposos y embusteros.—Qué linda mascada… —añadió Beth inclinándose sobre la mesa para verla más de cerca.—No te me acerques ni un solo paso más, perra —dijo Sally escupiendo odio. Beth volteó hacia Finn, como un cachorro esperando la aprobación de su dueño. Mi hermano asintió y provocó una enorme sonrisa en su rubia esposa. Sin pensarlo dos veces, el puño de Beth se estampó con el rostro de Sally, haciendo que su cabeza se lanzara hacia atrás, en ese preciso momento, Beth tiró de la tela que rodeaba su cuello, exponiendo unas lesiones como arañazos. —¿Te peleaste con un gato? —preguntó Beth divertida antes de tomar por el cabello a Sally.—¡Suéltame! ¡No pueden hac
Último capítulo