Elara se estremeció al darse cuenta el tipo de persona que era el hermano de Duncan. Era un maldito que no solo la había besado y lastimado, sino que se había atrevido a perseguirla como si fuera un maldito acosador.
Elara quiso llorar, sentía impotencia, pero se guardó sus lágrimas para sí misma, porque era una fiesta y no quiso que nadie la viera derramar ni una sola lágrima por alguien quien no merecía nada de ella. —¿Elara?—escucho la voz de Grace y al volver la mirada, la vio acercarse, obviamente con el ceño fruncido, completamente horrorizada—¿Estás bien? ¿Qué paso? Elara lo pensó durante un segundo. Tampoco a ella podía decirle lo que había pasado, quizás por vergüenza, así que inclino la mirada hacia abajo para verse a sí misma. Su tacón estaba roto, además de que, se le había salido del pie. Lo único que sostenía el pobre zapato era la cinta que aún se aferraba a su. —Buscando a Duncan, me caí y como está oscuro, no me di cuenta de donde pisaba. —Pero mira nada más como te dejaste el labio, debió ser una caída muy dura— expuso Grace tomando con delicadeza el mentón de Elara. Tenía el labio partido cerca de la comisura derecha, la herida era tan profunda que aún tenía un hilo de sangre que escurría por su piel—ven, será mejor que entremos y arreglemos tu bonito rostro. Grace tomó a Elara de la mano, ambas llegaron rápidamente a la puerta del jardín, pero mientras ambas caminaban. Keith las observo a la distancia o mejor dicho observaba a Elara con cierto deseo. Keith sonreía, era una sonrisa de satisfacción porque Elara era la prometida de Duncan, así que no había mejor forma de vengarse de él, que a través de ella. A Keith le agrado mucho, la expresión de Elara, su desconcierto y su miedo. No lo había planeado antes, él no sabía que Duncan se había comprometido, pero sintió la enorme necesidad, de quitarle a Duncan lo que más lo hacía feliz, aquella dulce y hermosa mujer de cabello rojizo y ojos hechos de mar. No descansaría hasta que esa mujer terminara en su cama y Duncan lo viera con sus propios. Duncan había estado bebiendo en la biblioteca, lo hizo hasta que los invitados empezaron a irse. No se sintió con ánimos de regresar, a pesar de que había dejado a Elara sola, quizás porque nunca había tenido el valor de contarle a quién sería su futura esposa, su más horrible secreto. Bebió hasta que la botella se terminó, para ese momento, apenas podía sostenerse de pie, pero tenía que hacerlo apoyándose de algo firme, como los estantes de la biblioteca, aunque a su paso, tiro muchos libros viejos que hicieron eco cuando tocaron el suelo. Los pasillos estaban oscuros y en silencio, todo estaba tranquilo, nadie, más que él, era el único que hacía ruido. El reloj de uno de los pasillos hizo eco cuando marco las dos de la mañana, así que mientras se movía tratando de no caerse en el intento, llego a las escaleras, subió aunque con un poco de dificultad y al terminar el último de los peldaños, sintió que algo lo tomaba del cuello con fuerza para arrinconarlo contra la pared. —Solo mírate— reconoció la voz de su hermano, aunque la voz de Keith ya no era la misma. Antes su voz era serena, Keith era un atleta y también un hombre muy inteligente, por lo que su tono de voz reflejaba mucho quién era, pero ahora, la voz de Keith era distinta, era oscura, con un matiz de rencor y quizás orgullo—eres patético. —Golpéame todo lo que quieras, lo merezco—dijo Duncan resignado, inclinando la mirada esperando el primer golpe, pero Keith soltó una pequeña risa burlona. —Golpearte hasta dejarte inconsciente sería poco, comparado con lo que yo tuve que sufrir por tu causa—gruño Keith, en un tono de voz controlado, como un león acorralando a su presa. —¿Entonces que es lo que quieres?—dijo Duncan con un poco de dificultad, levantando la mirada hacia su hermano. Apenas podía ver la silueta de su cuerpo frente a él, pero sentía sus manos sujetándolo de la camisa con tanta fuerza que él tenía que estar de puntas sobre sus pies para poder sostenerse. Keith no dijo nada en ese momento, pero gruño para después soltar un bufido burlón. —Créeme que pagaras cada cicatriz en mi cuerpo con intereses, pero mi venganza no será como tú piensas, será peor.—dijo Keith soltando el cuerpo de Duncan y este se dejó caer de sentón sobre el suelo. —¿Vas a matarme?—expreso Duncan sin fuerzas para volver a levantarse y esas palabras causaron en Keith una carcajada, lenta y arrogante. —La muerte sería otro premio que no mereces, querido hermano—expreso Keith bajando los peldaños uno a uno, sintiéndose poderoso y dueño de aquel lugar y su fortuna— y yo estoy cansado de que siempre obtengas lo que quieres. Duncan se quedó tirado en aquel sitio. No fue sino hasta las siete de la mañana que llamaron a la puerta de Elara. Ella se levantó de la cama, algo alarmada porque Duncan no estaba a su lado. Luego de que Grace le ayudara a limpiarse el labio, ella decidió no volver a la fiesta, temiendo toparse con la mirada de Keith, espero a Duncan despierta todo lo que pudo, hasta que el sueño la venció, pero no creyó que él no llegaría a dormir. Luego de ponerse su bata de dormir, se dignó a preguntar quién llamaba. —Disculpa la molestia señorita, pero el joven Duncan, se quedó dormido cerca de la escalera— expreso el mayordomo, así que Elara corrió a abrir la puerta. Delante de ella, estaba el mayordomo, un hombre entre sus cuarenta o cincuenta años de edad, que llevaba a Duncan, aún algo ebrio apoyando en su hombro. —¡Oh, por dios!—dijo Elara abriendo la puerta, ayudando al mayordomo a llevar a Duncan hacia la cama—¿Qué paso? —Tomo demasiado y no pudo llegar a su habitación—expreso el mayordomo luego de dejar a Duncan en la cama. Él únicamente se retorció cuando sintió algo blando y caliente debajo de él, gimió y se acurrucó. —Muchas gracias y disculpe la molestia— expreso Elara avergonzada, pero el mayordomo hizo un gesto con la cabeza. —No se preocupe, señorita, es mi trabajo. No es la primera vez que veo al joven Duncan en esas condiciones—menciono el mayordomo y Elara volvió la vista a Duncan porque en realidad era la primera vez que ella veía a su prometido en esas condiciones. Estaba sorprendida porque Duncan no solía beber más de tres vasos de alguna bebida embriagante. Era muy responsable en ese aspecto, pero por lo que el mayordomo mencionaba no era la primera vez que Duncan hacía este tipo de cosas. —Le agradezco mucho de todas formas, dijo el Lara inclinando levemente la cabeza y colocando su mano sobre su pecho en señal de agradecimiento. —Me retiro señorita, disculpe las molestias... ¡Oh! Lo olvidaba el desayuno en esta casa, se sirve a las 8 de la mañana en el comedor, si no desea bajar gusta que le traigan el desayuno hasta su habitación. —Bajaré creo que Duncan necesita descansar—expresó Elara mirando el cuerpo de Duncan en la cama olía bastante alcohol no quería desayunar con ese aroma envolviendo la comida además de que quería que él durmiera y descansará bien para que al despertar pudieran hablar sobre lo que había sucedido sabía que él había bebido por la presencia de su hermano y después de la experiencia que había tenido la noche anterior comprendía mucho mejor a Duncan —Prepararemos otro plato para usted, señorita—expresó el mayordomo haciendo una leve inclinación con la cabeza para después dar media vuelta y salir de la habitación. Elara suspiró y camino hasta la cama para sentarse en la orilla y ver desde ese sitio el rostro de Duncan. Extendió la mano hacia su rostro, su piel estaba completamente helada, sintió pena por él, así que instintivamente tomó la manta que estaba sobre la cama y lo cubrió con ella. Los siguientes minutos se alistó para bajar a desayunar, optó por un vestido azul con zapatillas y un suéter de lana tejido. Ella era una mujer muy femenina que rara vez usaba pantalones. Siendo niña había sido muy insegura, solo usaba falda cuando tenía que ir a la escuela, pero por lo general siempre estaba en pantalones y camisas largas, pero conforme crecía su deseo por verse más atractiva la orilló a empezar a maquillarse y usar vestidos que estilizaban su figura. Siendo adulta, su guardarropa estaba repleto de hermosos vestidos de todos los colores, zapatos de todos los estilos, bolsas y joyas. Así que, bajo a desayunar, sintiéndose una hermosa reina.Logro llegar al comedor, preguntando al personal que encontró a su paso, pero justo al dar la vuelta, vio la mirada oscura de Keith, mirándola desde uno de los asientos del comedor.