Elara noto a Duncan, pensativo y distante. En la fiesta él se había encontrado con muchos amigos de su infancia que no dudo en saludar y celebrar con una copa, pero Elara lo conocía bastante bien como para saber que algo le pasaba.
—¿Qué sucede?— cuestiono Elara cuando finalmente tuvieron un momento para ellos. Duncan la había tomado por la cintura y ella había colocado sus manos sobre sus hombros mientras bailaban una pieza de una balada romántica en medio de la pista de baile.
—¿De qué hablas?—pregunto Duncan frunciendo el ceño ligeramente y Elara sonrió y puso una mano en su mejilla.
—Te conozco muy bien para saber que algo te pasa. ¿Es por tu hermano?—cuestiono Elara intentando cruzar la barrera que Duncan había puesto entre los dos, porque podía sentirlo.
Duncan era, por lo general, muy abierto con ella, solían reír mucho, compartir opiniones, hablar de temas serios sin perder la chispa que los caracterizaba, pero en esa ocasión. Duncan no parecía exactamente feliz, aunque sus conocidos estaban celebrando su compromiso, de hecho parecía decaído y aunque no todo el mundo se hubiese dado cuenta de ello, ella sí que lo notaba y tenía la necesidad de que Duncan se sincerara con ella porque entre ellos nunca hubo nada que los hiciera sentir así, como si hubiese un muro entre los dos.
—No pasa nada, solo estoy cansado—respondió Duncan y Elara, sintió una extraña sensación en el pecho. No supo si él estaba sintiendo o no, pero sí que sintió que Duncan la estaba apartando.
La música cambió a un tono más rítmico y tradicional de escocia para animar a los presentes a bailar. Así que Duncan y Elara se detuvieron y salieron de la pista. Duncan vio a la distancia a un mesero que llevaba copas llenas de bebidas, así que para calmarse un poco decidió, ir por dos de ellas, dejando a Elara sola por un momento.
Ella sintió una extraña sensación en la boca del estómago, una sensación de molestia o incomodidad porque nunca había visto a Duncan así, tan distraído. Miro a las personas que se habían levantado a bailar, sonrió al ver que algunos hombres se divertían entre ellos, a pesar de que no había muchas mujeres solteras disponibles, pero entre las luces de neón, las risas y la música, vio a Keith salir del otro lado.
Caminando con un rostro endurecido, quizás molesto, no lo supo, pero mientras lo observaba, sus ojos se encontraron y Keith, al ver a Elara observándolo, se detuvo. Esa acción obligó a Elara a desviar la vista hacia cualquier otro sitio que no fuera él, aunque sintió su mirada sobre ella, era intensa, caótica, casi como si estuviera en medio del ojo de un huracán y eso causo que su corazón palpitara con furia, una que Duncan nunca había provocado.
Duncan llegó con dos copas en la mano, pero al momento de ver a Keith, se las entrego a Elara y camino presuroso en su dirección.
Keith no quería hablar con él, ni siquiera se sentía capaz de hacerlo sin darle un puñetazo en la cara frente a tantas personas, era demasiado orgulloso para mostrarle a tanta gente en quien se había convertido durante sus años de ausencia. Así que huyo hacia una mesa, donde se encontraba una familia muy allegada a la familia Fraser, porque una de sus hijas, alguna vez había sido su novia.
Elara observo la escena mientras el corazón se le hacía pequeño, era más que obvio que su hermano prefería mantenerlo lo más lejos posible de él, pero Elara no entendía qué había pasado entre los dos para que su fraterna relación de hermanos, terminara de esa forma.
Duncan se detuvo, pero al volver la mirada y notar que Elara lo observaba, no regreso con ella. El orgullo de los Fraser no le permitió hacerlo, se sintió humillado y con justa razón, así que siguió caminando sin un rumbo fijo, pero se acercó al sitio donde estaban sirviendo las bebidas para tomar una botella y desaparecer en uno de los jardines laterales.
Elara no lo siguió, no porque no quisiera, sino porque conocía a Duncan. Pocas veces lo había visto beber y cuando lo hacía, no era precisamente alguien agradable, no porque fuera grosero con ella, pero sí distante, como si Duncan tuviera algo guardado, tan profundamente en él, que lo único que necesitaba era estar solo.
Grace se acercó a Elara, luego de notar que estaba sola. Le presento a algunas de sus amigas para distraerla. Ella más que nadie podía entender esa sensación de distancia y silencio que los hombres Fraser eran capaces de causar, así que durante el resto de la noche, Elara rio entre anécdotas de mujeres casadas y despechadas, disfrazadas de bromas. A pesar de la ausencia de Duncan, se la paso muy bien gracias a Grace, incluso se animó a beber un par de copas que lograron marearla hasta que tuvo que ir al baño.
Fue sin compañía al interior de la casa. Entro al baño y aunque tuvo un problema con el tacón izquierdo para mantenerse firme, logro salir intacta, pero se dio cuenta de que no conocía el lugar. Había llegado de milagro por indicaciones del servicio, pero justo en ese momento no había nadie que la ayudara a volver, así que trato de guiarse por las ventanas hasta que llego a una de las puertas que daban al jardín.
Elara intuyo que se encontraría casualmente con Duncan si es que aún seguía ahí, así que continuo caminando, esperando encontrarlo o al menos encontrar la salida de los arbustos enormes que parecían muros. Sin previo aviso, choco contra algo que la hizo detenerse, estaba oscuro, así que no observo bien que era lo que estaba frente a ella, aunque por la densidad era claro que se trataba de algo duro recubierto por tela.
Cuando alzo la vista, se dio cuenta de que se trataba de una persona, en específico un hombre que olía bastante a alcohol. Era más o menos de la estatura de Duncan, o al menos eso creyó Elara, porque en medio de la oscuridad y el alcohol en su sangre, apenas podía racionalizar, pero su mente concluyo que era su prometido.
—Duncan. ¿Podrías ayudarme a salir?—dijo Elara, pero era claro, por su tono de voz, que no se encontraba del todo bien. Quería volver a la fiesta y seguir bebiendo a su lado porque, aunque la celebración había sido encantadora, en realidad no había sido lo que ella esperaba, Elara solo quería estar con Duncan.
—¿Estás perdida, pequeña?—escucho una voz masculina, solo que el tono y la forma tan lasciva en que había respondido no era algo que Duncan le hubiera dicho, no de esa forma, pero debido al volumen de la música, sus sentidos la traicionaron, quiso pensar que tal vez no había escuchado bien o quizás la voz de Duncan se había distorsionado antes el sonido estridente.
—¿Qué?—logro decir mientras trataba de ver en la oscuridad. Aquella figura masculina obstruyo su camino, acorralándola entre su cuerpo y el arbusto detrás de ella. Tomo sus muñecas de una forma que Elara no reconoció y así que intento liberarse, pero el hombre frente a ella era fuerte, demasiado.
—Dime algo pequeña. ¿Realmente amas a Duncan o es su fortuna lo que te interesa?—pronuncio el hombre con descaro y eso, hizo enfadar a Elara, así que en un movimiento brusco, logro soltar su mano para darle una bofetada.
—Así que tienes garras, pequeña—expreso aquel hombre, volviendo a tomarla con más furia, para que sus cuerpos quedaran tan unidos el uno del otro para que Elara no tuviera escapatoria.
—¡Suéltame o gritaré!—amenazo Elara girando la vista lejos de ese tipo que estaba invadiendo más que su espacio, persona, estaba respirando el aroma del perfume de su cuello, podía sentir su aliento caliente sobre la piel.
—Hazlo y lo único que vas a provocar es que Duncan y yo terminemos en medio de la pista de baile golpeándonos hasta matarnos. ¿Eso quieres pequeña?—pronuncio el hombre en tono burlón. Esas palabras desconcertaron a Elara, por lo que giro la vista nuevamente hacia él.
Las luces de neón de la pista de baile, causaron que ella pudiera ver, en lapsos de tiempo, el rostro del hombre que la sostenía. Era el hermano de Keith, por lo que Elara sintió una sensación horrible en el pecho.
—¿Que es lo que quieres?—soltó Elara sin pensar exactamente en las consecuencias que esa pregunta causarían.
—A ti—murmuro Keith, soltando el brazo de Elara para tomar su mandíbula con fuerza, para guiar sus labios a los suyos. La beso con brusquedad, una fiereza implacable que ella no pudo detener. Su beso era hambriento y posesivo, al punto de morderla hasta abrirle el labio y hacerla sangrar. El dolor punzante, causo que Elara, le pisara el pie con el tacón de su zapato y eso fue suficiente para distraer a Keith un momento para que ella pudiera huir o al menos intentarlo.
Elara corrió lo más rápido que puso, pero Keith la siguió muy de cerca. Elara escuchaba sus pasos y ese sonido causo que su corazón palpitara con fuerza. La angustia la hizo tropezar muchas veces, incluso se rompió el tacón y solo por ese motivo él la alcanzó, pero ya no en medio de los arbustos, sino en la salida del jardín, donde había algunos invitados caminando y disfrutando de la vista.
Elara miro a Keith aterrorizada y él la miró con furia, una que no podía desatar en ese momento, así que se acercó a ella lentamente, cerca de su oído.
—Duncan, no es el hombre que tú crees—expreso con cierta malicia en su tono de voz, le dio un beso en la mejilla y luego se alejó para acomodarse la chaqueta y alejarse de ella.